noviembre 23, 2015

Un libro también sirve para...

...hacer un arbolito de Navidad.

Este año decidí algo que quizás duela a algunos editores. En mi caso es una forma simpática de asumir esas ediciones de mi primer poemario que tengo guardadas en una caja y que parecen multiplicarse con los años. Una expiación literaria, quizás.

Espero que no existan enojos, considerando que muchos de esos poemas son una especie de culpa andante, de mirarlos y decirme porqué los publique. Pero bueno, están publicados, y peor aun, siguen muchos guardados.

Y como hace tres años, desde el nacimiento de mi hijo, me las ingenio para poner algo parecido a un árbol de Navidad, a pesar de que no la celebro como se supone que debería (hago lo mismo que en su tiempo hizo la iglesia católica, resignificar mis fiestas) y que no se convierta en un foco de peligro potencial para el curioso Fernando...este año miré la caja y me dije si podría convertirlo en la decoración de este año.

Buscando en internet encontré la inspiración.


Ahora va mi versión...

1. Busqué la caja con mis poemarios y agarré unos 20 ejemplares. Confesar que esa portada de Paola de la Cruz es hermosa.

Las víctimas...
2. Buscar una base. Un cartón para dar forma de arbol. 


Papel contra papel. Aquí vamos...

3. A recortar.

El asunto fue algo más complicado. Tomar una regla, que a falta de ella busqué esas cintas métricas que usan para medir en las construcciones...y al ojo por ciento creo que salí airosa.

4. A "desfifarrar los libros", usar pegamento y poner las hojas como mejor creía que se verían, y tratando de que tuvieran forma de árbol.

No pude tomar la foto del "desfifare". El sentimiento de autora me lo impidió 

5. Poner una cinta que le dicen "doble cara" detrás del cartón para pegar a la pared.

Como que las manualidades se me dan a veces...

6. A pegar el árbol...

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Tarán!!!!!!!!!!!!!!

7. El asunto era cómo decorarlo...así que después de intentos y fallos...





Y Fernando no es que le ha hecho mucho caso.







octubre 26, 2015

Hora santa

Se que perderé el detalle de tu memoria, porque es que por más que uno quiera, con los años, el que no está se va borrando, así como esos libros queridos que se van deshaciendo en el librero. Llega un día en que las hojas se despegan, el libro queda incompleto, se va diluyendo hasta que desaparece.

Se que con los años te me vas a convertir en un libro deshecho, desaparecido.

Por ahora no. Todavía están muy frescas las páginas que me dejaste leer. La música de Bob, las cerámicas en el techo, tu risa asustada, tu cabeza cabizbaja, las confidencias del amor, la tristeza que te cruzaba la voz de vez en cuando.

Esa línea segura entre tú y yo que se fue diluyendo mientras nos hacíamos más adultos, tu primero que yo. Porque la distancia no siempre está hecha de espacio, también se construye con las miradas que alejamos cuando nos toca crecer.

Pensé que estarías ahí, cuando nos tocará llorar a los más viejos, pero a los viejos les tocó llorarte, como lloramos juntos a otros que debieron llorar a nuestros viejos. Nos toco leernos al revés.

Te recuerdo todavía tanto, que cada vez que entro a la plaza donde nos vimos la última vez camino con cuidado para tropezarme contigo. Con tu camiseta blanca, tus ojos pequeños, tu abrazo grande. Tengo un año deteniéndome de vez en cuando frente a esa puerta, por unos segundos, hasta que recuerdo que no hay casualidad que nos vuelva a unir, porque la distancia no siempre está hecha de espacios y edades, también está hecha de recuerdos.

Sé que nunca iré a visitar el lugar donde dicen que estás, porque no estás ahí. Ni siquiera estabas cuando apreté tu mano fría para decirte adiós. Te fuiste antes, mucho antes, cuando me diste la espalda en esa plaza y pensé que te vería otro día cualquiera.

Ahora solo me queda el miedo de que te desdibujes. Y eso también pasará, llegará el día en que ese miedo no estará, en que no me detenga unos segundos en ese lugar de la plaza donde te vi la última vez.

Ese día se que no te voy a recordar llorando. Quizás hasta se me olvidé que debo recordarte este día, así como olvidas el libro deshecho que ya no está en tu librero, pero que sabes que tenías, y recuerdas casi de memoria algunas de sus páginas y lo que ellas contaban.

Entonces la música de Bob, las cerámicas de algún estante, alguna risa asustada o alguna cabeza cabizbaja me recordarán que un día estuviste y que la cercanía está hecha de espacios, de edades y de recuerdos.

Y también de olvidos para que sobrevivas.

septiembre 08, 2015

El año de lecturas dominicanas III

De regreso después de tanto tiempo.

En mis vacaciones, y antes de ellas, he seguido con mis lecturas de autores dominicanos, aunque no de manera total. Tuve un "desliz": Juan Carlos Onetti. Leí "El Astillero", el primer libro que leo de este autor uruguayo y lo hice gracias a mi grupo de lectura. Un texto lúgubre pero con una construcción interesante. Espero leer de él sus cuentos, en especial "Juntacadaveres", que creo guarda alguna relación con esta novela que leí.

De paso, y ahora lo recuerdo, en el post pasado sobre lecturas dominicanas se me olvidó mencionar que mi grupo de lectura leyó y discutió una novela de un dominicano, residente en Estados Unidos. Fue "Un kilómetro de mar", de José Acosta. Un relato que me pareció hermoso, escrito de la manera tradicional de principio nudo y final. Una aventura de adolescentes que descubren el mar y a la vez se descubren, con unos personajes bien logrados.

Me gustó mucho la construcción del contexto histórico de esa novela, en los gobiernos represivos de Joaquín Balaguer, período llamado "Los doce años". Aunque consideró que al final se desinfló un poco.

Recuerdo que en el post anterior sobre mis lecturas dominicanas les dejé unas fotos de tres libros de Enriquillo Sánchez. Releí "Devo[ra]ciones", una recopilación de la columna del mismo nombre que publicaba este escritor en el periódico Hoy. Sus pensamientos, criterios y pensamientos recopilados en estas columnas son interesantes, aunque también con puntos discutibles (en especial su afán de rescatar de la figura de Balaguer como arquetipo fundacional de lo dominicano, y sus constante señalamiento sobre la creación de la conciencia dominicana desde dos polos extremos: Juan Pablo Duarte y Joaquín Balaguer).

De Sánchez y su columna disfrute más sus disquisiciones literarias.

En cuanto a su poesía reunida en el tomo "Convicto y Convexo I"...es deliciosa. Aun lo disfruto, pues tiene copilados cuatro de sus poemarios.

"Atraviesa un pájaro tu voz" (fragmento). Enriquillo Sánchez.
Aun  me debo uno de sus libros de cuento.

También releí "Los negros, los mulatos y la Nación Dominicana". Franklin Franco, un libro de historia sobre la colonia de Santo Domingo hasta los procesos de independencia de los países de comparte la isla Hispaniola, Haití y República Dominicana. Un libro que considero necesario, muy necesario, en estos tiempos de odios y de nacionalismos. 

Los negros, los mulatos y la Nación Dominicana. Franklin Franco. Página 157.

Y en este recuento no puedo dejar de mencionar la lectura disfrutadísima de Pardavelito, de José A. Beltrán. Un joven dominicano con mucho futuro, si sigue por el camino que tomó en ese libro de cuentos, y del que reitero lo que dije en el post sobre la Feria Internacional del Libro pasada, donde fue puesto en circulación: Después de leer libros de Rey Andújar y Juan Dicent, no había encontrado una narrativa tan hermosamente explosiva, creativa, visceral y honda.

Y hablando de Rey Andújar, les cuento que de este escritor dominicano, me leí su tesis doctoral sobre Aída Cartagena Portalatín y su novela "Escalera para Electra". Un examen muy interesante sobre el contexto social y político que envolvió la escritura de Aída, una de las figuras literarias dominicanas más importantes del siglo XX.  Y no solo eso, es descubrir la voz detrás de esa extraña estructura que es esa novela, el conflicto mujer-nación, mujer-espacio, mujer-fin y comienzo que marca el canto griego que los personajes de "Escalera para Electra".



¿Adivine ahora que novela dominicana estoy leyendo?




julio 06, 2015

Lavar camisas

Foto de Freepik 


A Aimee De León

Lavar camisas es un ejercicio de melancolía
para las mañanas de esperas rutinarias
cuando todo está tan bien dispuesto
que no hace falta consultar el horóscopo
ni maldecir las noticias
sólo caminar descalza, contar las nubes
y no hacer caso a los pronósticos de lluvia.

Hay que recogerlas como flores marchitas de una primavera lejana
revisarlas, una a una
regalarles una caricia para espantar los malos augurios
y, despacio, ir cosechando sus póstumos olores
el pudor de sus paisajes,
repasar, con cuidado,
el abismo de sus cuellos,
donde suelen morir los besos extraviados,
perturbar el murmullo de sus bolsillos
y halar el viento que se cuela en sus mangas.

A veces es difícil lavar camisas
cuesta despedir las huellas de sus andanzas
entonces es necesario
exorcizar sus costuras
olvidarse de los lugares comunes
(sala, balcón, baño, escaleras)
y convocar el recuerdo del insomnio
con su itinerario de fantasmas.

junio 30, 2015

Critica desde la "fermosura" a Arraiga

El libro, en su segunda edición por Cielonaranja, está disponible en Amazon.


El escritor Rey Andújar se tomó un tiempo para leer a Arraiga.

No quiero comentar mucho, porque creo que Andújar dice más de lo que podrías decirles del libro. Y esto no es extraño. A veces, como autora, no se mide (y no hay manera de hacerlo) una intensión de reacción ante lo que se escribe. Es imposible adivinar la sensibilidad que intercambiará un lector con un texto. Ahí radica, quizás, uno de los principales motores de la literatura, y su permanencia en nosotros.

Eso supongo.

Los dejo con Andújar y la "hermana=fermosura".

"El poemario se destaca por la fidelidad con que persigue el concepto familiar. Se trata de establecer discusiones acerca de la caducidad del concepto de la familia como núcleo; lo anterior no es necesariamente negativo, es un derivado del comportamiento del ser en una sociedad en constante búsqueda del progreso. El asunto es dejar claro que la manera de cuestionar la modernidad se funda en los primeros misterios. Argénida, con notable voz, recrea constelaciones desde cosas simples y esenciales: una falda manchada, un ruedo descosido, una costilla, una mecedora, un seno y una palabra. Las menciones a la muerte no tienen un tono triste, ni siquiera solemne; la muerte es suceso único y como elemento consolador ante la congoja, siempre existirá la palabra: una forma viviente para el lenguaje de amor. El puente que anula nuestra soledad". Seguir leyendo


junio 10, 2015

El año de lecturas dominicanas II

Continúo con mis lecturas dominicanas.

Luego de leer la novela "Judas", de Marcio Veloz Maggiolo, me embarqué en los cuentos de Hilma Contreras. Descubrí, de paso, que tenía dos libros idénticos de sus cuentos, las mismas compilaciones, pero de editoras diferentes. Regalé uno.

Descubrir a Hilma Contreras fue darme cuenta que la literatura dominicana esta llena de tesoros, los cuales lamento resulten desconocidos para muchos lectores más jóvenes, y peor aun, para algunos escritores.

Uno de sus cuentos más cautivadores, de los que leí, fue "La Espera".


También di espacio al ensayo. Aquí releí, pues lo había hecho antes pero a saltos y sin mucho interés, el libro "La escritura como opción ética", de la escritora Angela Hernández.

Tal y como ella misma lo confiesa en la introducción del libro, son reflexiones inconexas, reunidas más que nada bajo el tema de la mujer y del tema ético de la escritura. De este texto rescato las referencias, en especial las relacionadas con las poetas de la llamada "Generación del 80", de las que llamó poderosamente mi atención Aurora Arias; y el texto sobre Salomé Ureña de Henríquez, quien es expuesta de manera muy distinta a la que muchos asumen, la de la mujer sumisa. Hernández la revela no solo como escritora, sino como luchadora y enfrentada a su esposo desde sus criterios. Desde se día estoy interesada en conseguir el "Epistolario de la Familia Henríquez Ureña", creo que publicado a finales de la década de 1990.

La primera lectura de poesía la dediqué al poeta dominico haitiano Jacques Viau y su "Permanencia del llanto", una lectura que me marcó, me "revolteo", me traspaso como esos veranos iracundos y huérfanos de mi infancia. Y ese fue el primer paso para decidir embarcarme en una investigación sobre Jacques, el mito, para reconstruir al Jacques, humano. Un viaje de más de tres meses que resultó en una serie de tres entregas en Diario Libre.


Soltado el barco de Jacques Viau pase a escritor y publicista Enriquillo Sánchez. Y comencé con una relectura de sus artículos reunidos, que fueron publicados en el periódico Hoy bajo el título "Devo[ra]ciones".

Compartir muchos de los juicios y sentencias de Sánchez en las redes sociales me ha regalado las mejores discusiones de este mes, en especial por su línea conservadora en sus análisis, con propuestas de reflexiones bastante arriesgadas, como la de plantear como polos que definen la dominicanidad al dictador Rafael Leonidas Trujillo y al ideologo de la independencia dominicana, Juan Pablo Duarte. Y más, ambos polos erigidos por Joaquín Balaguer (y me pregunto si es que no se le ocurrió pensar que el "ser dominicano" está también definido por otros aspectos).

Me aconsejan los más leídos que sus poemas y cuentos son otra historia, y de mayor disfrute y menos dilema. Así que desde que devore y haga (des)devoción las a veces no tan frescas reflexiones de Sánchez, me refrescaré en su poesía y sus cuentos.


mayo 26, 2015

Mucha feria, menos libro: lo rescatable y lo desechable (III y último)

Foto tomada de CDN
Han pasado veinte días desde que la Feria Internacional del Libro Santo Domingo concluyó, pero no quería dejar las reflexiones que inicié hace unas dos semanas sin esta parte. Porque sí, porque existe en esta actividad, tan pateada y desvirtuada, lo rescatable. Y también hay, mucho desechable.

¿Qué es lo rescatable? Desde mi visión, los talleres, los invitados y los conversatorios. Y, lamentablemente, son estos los espacios menos atendidos por los visitantes y por los medios de comunicación (que hacen una cobertura pobre y sin ningún propósito de la Feria).

Por estos rescatables es que es necesario sacar la bulla, los stands de televisión (que cambiara de Telemicro a CDN no suma ni resta, simplemente cambia el sentido del ruido innecesario). Por ellos hay que sacar los matatiempos, las pulseras (increíble que en la caseta dedicada a Manuel del Cabral no hubiese libros de Manuel del Cabral y sí un montón de botones y pulseras), la artesanía, las casetas de las iglesias y religiones.

Y algo más. Lograr coordinar estas actividades con las escuelas, que los estudiantes no vayan a dar vueltas como locos, sin ton ni son, que pueda existir una agenda, organizada, con horarios, con actividades en las que hasta los maestro puedan trabajar antes de llegar a la Feria.

Claro, estos son deseos. Sueños. Los organizadores de la FIL siguen insistiendo en que todo va bien, es excelente y es un triunfo. Mientras, la llenan de más ruido, de más bulla, de actividades y más actividades, en mata tiempos..,

Lo peor es leer al final, que el país invitado será para el próximo año...República Dominicana. Sí, dicho así textualmente, Es como si Argénida invitar a su casa a Argénida. Nada que ver con invitar a Macando a una Feria del Libro...eso es literalmente, hermosamente, literario.

Así las cosas, el próximo año no solo nos deparará una especie de "onanismo literario", que espero que de verdad saque algo bueno de los escritores menos conocidos, ya que han anunciado que será "enfocado en la diáspora", sino que al parecer asumen que no hay nada que repensar.

Tengo una duda, ¿los dominicanos que no viven en República Dominicana están diferenciados de los que sí? ¿Eso de "enfocarse en la diáspora" qué es? ¿Son diferentes o hay que diferenciarles de los que no vivimos fuera del país?

P.D. Sobre la Feria me restan tres artículos que no hablarán de la Feria, sino de experiencias allí.

mayo 06, 2015

Mucha feria, menos libro: Lo bueno (II)


Estudiantes protegiéndose del sol en las escalinatas del Teatro Nacional.


Sí, dentro de toda la bulla está lo bueno.  Porque nada es absoluto.

Desde mi visión de alguien que va cada año a la Feria Internacional del Libro a buscar lo mejor dentro de una bulla que me hace cada año la búsqueda más difícil, y menos grata, puedo decir que mi obstinación me depara siempre bonitas experiencias.

Fui el primer día, a eso de la una de la tarde. No había casi nadie. Pude husmear. Llegué a la caseta de Fondo de Cultural Económica y por fin pude encontrar una antología de Jaime Sabines. Solo quedaban tres y el dependiente me aseguró que me guardaría un ejemplar para el día siguiente, pues no tenía los 600 pesos para comprarlo en ese momento.

Pasé por la Pabellón de Perú. Una gran decepción no encontrar un solo libro de Blanca Varela y José Watanabe. Tampoco habían libros de Mario Vargas Llosa. Sobre él, el dependiente me dijo que se debía a que la casa editora, Alfaguara, y dueña de los derechos de este escritor peruano, no había cedido sus obras para venderlas allí, y que además tenían una caseta en la Feria. Me sonó más a excusa que otra cosa, pero ni modo.


Fisgonee y vi otros libros que me podrían interesar, como uno de la periodista y escritora Gabriela Wiener, a quien leí varias veces en la revista Orsai.

El momento simpático sin duda fue cuando, con el periódico de la Feria en mano, me di cuenta que tenía de frente al escritor que reseñaban en portada ese primer día. Christian Reynoso me saludó creo que algo sorprendido cuando me le presente. Caminamos juntos por el recinto ferial un rato y quede de ir a una presentación donde participaría, que era justo antes de otra detrás de la cual había ido.

Visité contados stands. Me di cuenta que habían buenos precios, en especial en libros clásicos. No me aventuré a la zona de los stand de los ministerios, un asunto que entiendo está de más. Vi que había una zona de selfie con imágenes de los protagonistas de la Revolución Constitucionalistas de 1965.

Escuché el conversatorio con Reynoso. Fue un descubrimiento. De él y la visión de Perú y el periodismo, y de esa literatura peruana que desconocía totalmente. Tomé notas, escribiré algo al respecto en otro post.

Ese día también compré el libro de relatos Pardavelito, de José A. Beltrán. Estoy casi finalizando su lectura y les puedo decir que después de leer libros de Rey Andújar y Juan Dicent, no había encontrado una narrativa tan hermosamente explosiva, creativa, visceral y honda como la de este chico dominicano.

La segunda vez que regresé fue para una actividad en la que me invitaron. Compartí escenario con Néstor Medrano en el Pabellón de Comunicación, dedicado esencialmente a Yaqui Núñez del Risco. Estuvimos una hora y media leyendo poemas y hablando sobre poesía. Habían pocas personas, pero era muy entusiasta. Ese día fui a buscar la antología de Sabines que dejé guardada. La encontré.

Me fui.

La tercera vez que regresé lo hice para encontrarme con una amiga y por esas casualidades geniales de la vida me encontré con el periodista y cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, con quien intercambie mensajes una semana antes de que iniciará la Feria del Libro interesada en entrevistarlo. Una conversación accidental pero maravillosa. Pasamos una hora, Alberto, mi amiga y yo caminando por la Feria buscando un libro sobre merengue típico de Rafael Chajub. No lo encontramos.

No pude ir a ninguna de las dos actividades en las que participó Salcedo Ramos, pues mi agenda periodística es una locura. Pero lo entrevisté. Espero que esta semana o la próxima puedan leer la entrevista que le hice.

La cuarta y última vez que regresé fue el sábado pasado, a la presentación del libro "Formas del Ascenso. Estructura Mitológica en Escalera para Electra de Aída Cartagena Portalatín", del escritor dominicano Rey Andújar, Trabajo publicado por Isla Negra y que Andújar presentó como tesis de su doctorado en literatura en Puerto Rico.

La presentación de Rey fue una delicia. Escuchar sus señalamientos, su pensamientos sobre una escritora tan neural en República Dominicana fue uno de los mejores momentos que viví en la Feria. Apuntar que en la Feria no vi un solo libro de Aída Cartagena. Hace años compré en una de las ediciones feriales uno de sus poemarios.

No volví más, aunque no me faltaron ganas de hacerlo. Veía el programa y tenía deseos de no ir a trabajar y pasarme un día ahí dentro, a pesar del calor y la muchedumbre, solo para estar en algunas charlas, para entrevistar a algunos escritores (aquí tengo que decirles que es penosa la cobertura que se hace de la Feria del Libro, con tanta gente interesante para entrevistar y actividades que reseñar, todo se queda en decir a quien se dedica cada día y a repetir casi a la exactitud los mismos clichés de cómo van las ventas y "la masiva asistencia". Ya escribiré lo que pienso de esto), e insistir en encontrar algún libro que quisiera...aunque no encontrara a Varela y Watanabe en el pabellón de Perú me quitara gran parte de este deseo.

Por cierto, estaban vendiendo la primera edición de mi poemario Arraiga. La primera con la portada que se cambió. Lo vendían a 10 pesos en la Librería de Cultura.

Y no estaba en el pabellón Escritores Dominicanos. 

mayo 05, 2015

Mucha feria, menos libro: Todo cabe (I)

Solo tome fotos la primera vez que fui, el primer día de la Feria del Libro.
Foto: Argénida Romero


Ayer concluyó la XVIII Feria Internacional del Libro.

Esta mañana rememoré la única vez que fui a la Feria del Libro antes de ser internacional. Plaza de la Cultura, varias personas ofertando libros, otras personas viendo los libros, comprando libros. Era algo pequeño, pero todo era sobre ir a ver libros y comprarlos.

Las primeras ediciones de la Feria del Libro ya internacionalizada aun guardaban algo de ese espíritu. Recuerdo con nitidez la de 1997, el libro que compré y como pude hojearlo y leer las primeras páginas ahí mismo, porque el ambiente me lo permitía. En ese entonces se realizaba en el antiguo zoológico, donde ahora se monta el "parque de las luces" de la Alcaldía del Distrito Nacional en época navideña.

Luego la Feria se empezó a llenar de bulla. De casetas y stand de ministerios que nada tenían que ver con el libro. Por varios años el canal 5 montó una tarima junto al Teatro Nacional donde hasta bailarinas con poca ropa y música a todo volumen sonaban junto a espacios donde se vendían libros.

Sigo yendo la Feria del Libro, no dejaría de ir. Unos me dicen que apoyo lo mal hecho, otros me dicen que si voy no debo criticar. A los primeros les respondo que es un espacio público, uno que está lleno de cosas no muy buenas, pero también de cosas valiosas. A los segundos les digo: es una actividad que se realiza de fondos públicos, de los contribuyentes, organizada por funcionarios a los que se les puede reclamar desde los argumentos los fallos que entendemos existen.

Todos los años a los que he asistido, siempre he asistido a conversatorios, puestas en circulación,  recitales. He conseguido libros que sé no podría encontrar en las pocas librerías que quedan. Este año, por ejemplo, por fin pude comprar una antología de Jaime Sabines en la pequeña caseta del Fondo de Cultura Económica, y pude comprar el ensayo sobre Aida Cartagena Portalatín de Rey Andújar en la pequeña caseta de Isla Negra. Ambos libros a excelentes precios.

Pero no pude hojearlos ahí mismo, ni leer sus primeras páginas. Desde hace años es difícil hacer eso en una Feria del Libro en Santo Domingo.

¿Por qué debe estar una caseta de un canal de televisión en la Feria?

¿Para qué las casetas de ministerios como las Fuerzas Armadas y de otros ministerios que no sean Cultura y Educación? ¿Para qué un stand de la Policía Nacional?

¿Para qué espacios de iglesias y religiones?

¿Para qué las ventas de pulseras, carteras, pucas y accesorios?

¿No se supone que es una Feria del Libro? ¿Desde cuando una Feria del Libro es una Feria Cultural, o sea, donde cabe todo?

¿No sería mejor cambiarle el nombre y celebrar cada año la Feria Internacional de la Cultura?

Ya el libro no es un protagonista.

abril 13, 2015

Galeano

Sé que todo el mundo anda hoy exprimiendo frases de Eduardo Galeano por las redes sociales. 

Pero yo voy a contar mi historia con Galeano, quien murió hoy, a los 74 años de edad.

Es una historia corta.

Lo leí por primera vez en la universidad, cuando un día entré al Economato a inventarme una de esas crónicas que entregaba al profesor de Taller de Periodismo I. Y mi crónica era de una tarde en el Economato.

Me tope con el libro "Patas arriba. La escuela del mundo al revés". Lo hojeé. En los días siguientes volví varias veces a hojearlo, hasta que tuve el dinero para comprarlo. Doscientos pesos. Lo leí en tres días.



Entonces lo busque en la Librería Cuesta. Ahí, sentada en el piso o el sofá más escondido, leí "Los hijos de los días", "El libro de los abrazos I" y "Espejos", este último a medias.

Nunca me interesó Las venas abiertas de América Latina. Lo tuve en mis manos varias veces cuando fui asistente del sociólogo e historiador Franklyn Franco. Pero no leí la primera línea. Sabía y sé el tema ideológico que envuelve ese libro. En el 2013, cuando buscaba noticias del porqué Galeano no vino a recoger el galardón del Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña que le otorgó la Feria del Libro de Santo Domingo, me enteré que medio se desdecía de este libro.

Hoy en BBC Mundo encontré la transcripción de su declaración sobre su tan matizado libro.

"No sería capaz de leerlo de nuevo (su libro Las venas abiertas de América Latina). Caería desmayado. Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Intentó ser una obra de economía política, solo que yo no tenía la formación necesaria. No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada".

Del único libro que compré de él, busqué hoy un pasaje que recordaba hacia referencia a República Dominicana y la gesta revolucionaria de Abril de 1965 y que este año cumple su 50 aniversario (convertida en mito y no en Historia). Aquí lo traigo.

La memoria rota
A fines del siglo dieciocho, los soldados de Napoleón descubrieron que muchos niños egipcios creían que las pirámides habían sido construidas por los franceses o por los ingleses.
A fines del siglo veinte, muchos niños japoneses creían que las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki habían sido arrojadas por los rusos.
En 1965, el pueblo de Santo Domingo resistió treinta y dos noches la invasión de cuarenta y dos mil marines norteamericanos. La gente peleó casa por casa, cuerpo a cuerpo, con palos y cuchillos y carabinas y piedras y botellas rotas. ¿Qué creerán, de aquí a un tiempo, los niños dominicanos? El gobierno no celebra la resistencia nacional en un Día de la Dignidad, sino en el Día de la Confraternidad, poniendo un signo de igual entre quienes habían besado la mano del invasor y quienes habían puesto el pecho a los tanques.  

Me gusta su manera de rescatar el silencio de la Historia, esas fisuras, esa grietas. Eso, su manera de escudriñar en los detalles de lo que no se quiere decir, de esa manera de cuenta cuentos, de abuelo heredero de las historias.

El examen ideológico se lo dejo a otros.

Hoy también murió el premio Nobel de Literatura Gunter Grass, pero de él no he leído nada.

marzo 22, 2015

¿Para qué sirve la poesía?

Grafittis del escritor Alberto Batania (Neorrabioso) en Madrid. 


¿Para qué sirve la poesía?

Es mi pregunta cliché para cada poeta que he entrevistado para este blog. Es interesante escuchar la respuesta a esta pregunta una y otra vez, porque las respuestas nunca son iguales, a pesar de que el cuestionamiento sea el mismo.

Ayer se celebró el Día Internacional de la Poesía. En algún momento pensé en ello y recordé el famoso poema, pequeño poema de amor, de Adolfo Bécquer, y que leí por primera vez cuando tenía unos trece años, cuando mi tía Estebania me prestó el libro "Rimas y leyendas" del escritor español del siglo 17.

Rima XXI
¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

Por lo que de manera más amplia, así creo, la poesía es una suerte de espejo y de apropiación. 

Pero este post no es para hablar de Bécquer, sino para reunir las respuestas que me han dado a mi pregunta cliché los poetas que he entrevistado.

¿Para que sirve la poesía?

A la poesía no hay que buscarle una utilidad única, univoca, y mucho menos pragmática. La poesía se mueve en una esfera del pensamiento que modifica de alguna manera, un tanto invisible, a las personas y, por tanto, a las sociedades. La pregunta de siempre de quienes quieren oponerse a la idea de que la poesía tenga un sentido, la pregunta de Heidegger, el poeta romántico alemán, ¿para qué la poesía en tiempos de penuria? A mí siempre me gusta revertirla y verla por el otro lado del catalejo para decir ¿para qué la poesía en tiempos que no sean de penuria?

La poesía para tiempos que no sean de penuria sería para algún escepticismo, para que fuera un adorno. La poesía en tiempos de penuria…además no hubiera existido la poesía si solamente tuviera sentido en tiempos de no penuria, porque todos los tiempos de la humanidad han sido de penurias.

El peligro es que precisamente cuando hay una crisis humana, tan grande como la que hoy vivimos, lo primero que entra en esa crisis es la palabra, para que si la palabra no modifica la realidad. La realidad no es verbal. Creo que, por el contrario, es tan importante en tiempos de crisis que se dude de la palabra porque nos obliga a la palabra justa, no a la palabra mesiánica de los políticos, la palabra mentirosa de los capitalistas, la palabra fraudulenta de los comerciantes, sino que es un intento de algo (...) de que la poesía es el lenguaje de sintetizar.

De manera que creo que eso, sumado a la idea de que la poesía es una forma de pensar, que no puede prescindir de la filosofía, me parece de una utilidad extraordinaria. En mi caso personal, particular, la poesía ha sido para mí una especie de prótesis para andar por el mundo.

¿Por qué no se lo preguntas a la poesía? 
(Risas, de ambos)
Dos siglos antes de Cristo hubo un filósofo chino, cuyo nombre no me pidas que recuerde, que dijo que todo el mundo aprecia la utilidad de lo útil y nadie aprecia la utilidad de lo inútil. La poesía (no logró escuchar lo que me dice)... La poesía descubre a uno zonas interiores que no teníamos o que ignorábamos tener.

La respuesta es para todo y para nada. No tiene una utilidad concreta. La poesía no te salva el alma, no te cura las enfermedades, no te da con que vivir y, sin embargo, es necesaria para el que se entrega a la poesía. La poesía se vuelve lo más importante en la vida para el que está en eso. Quizás la primera lección de eso, de que no sirva para nada y sin embargo sea necesaria es que queda demostrado que hay muchas cosas que son absolutamente innecesarias y que no por eso son útiles. Es decir, la reivindicación de lo inútil en frente de un mundo en donde todo se mide por la actividad que tiene, por el valor económico que tiene. La importancia de la poesía para quienes estamos verdaderamente entregados a ella, contradice esa escala de valores que esta ordenada de acuerdo a la actividad económica, a la practicidad, al utilitarismo.

La poesía no cambia la vida de los hombres.

¿Qué hace la poesía entonces?
Nada. (Me contesta en perfecto español). La poesía no hace nada. Son los hombres que hacen.

Si no hace nada, ¿entonces por qué y para qué existe? ¿Para que la creamos?
La gran belleza de la poesía es, justamente, que no tiene absolutamente ninguna razón de ser.

-“No me esperaba esa respuesta”, le digo. El sonríe y luego con la sabiduría de quien ha pensado mucho sobre el asunto me dice...

La pintura se compra, se guarda y se colecciona y se vende, mientras que escribir no. Y la poesía es el único arte creado por el hombre. Todas las demás artes, la música, la pintura, vienen de la naturaleza. La poesía no. Es una creación del hombre.

Para todo. Para mí es el idioma esencial. Es lo que aprendemos primero. Cuando no había idiomas yo estoy segura que las madres salvajes que tenían sus hijitos les cantaban en poesía. La poesía sirve para expresar el amor, para expresar el sufrimiento, para expresar tantas cosas hondas. Creo que el subconsciente aflora. Cuando uno escribe poesía uno escarba en su subconsciente. A mí me sirve mucho. Yo nunca me voy a la cama sin leer siquiera un poema. Nunca.

marzo 12, 2015

Moñerío

Hace unos meses, Claudio Mena y yo nos contactamos por Facebook.

Me presentó su blog Moñohecho, que había editado como revista dos publicaciones. Conversamos un poco por chat sobre literatura. 

Un día hablamos de poesía y me comentó sobre un nuevo proyecto, que en esencia era el mismo, pero con otro nombre, en la que el arte plástico y poesía buscaban una sinergia. 

Me encantó. Y me gustó mucho más cuando me invitó. 

Entre conversación y conversación por chat, un día me invita a una reunión y junto a otros poetas y artistas invitados vi el resultado: la primera edición de la revista Moñerío.

¿Qué es Moñerío? Claudio lo define así.

"Es una revista enfocada a la poesía y a las artes visuales, abriendo un espacio de difusión de ambas disciplinas de manera integral y participativa".

Y como se quiere dar la vuelta a la tuerca, que no es otra forma de decir que se quiere dar amplitud a este proyecto, pues se dio a conocer con la exposición de las piezas resultantes de este diálogo entre imagen y palabra, que se realizó la semana pasada y finalizó ayer. El sábado pasado tuvimos un recital con algunos de los poetas participantes. 

Algo que me gusta de este proyecto es que busca autogestionar sus recursos. Por eso, las piezas están a la venta para los que quieran comprarlas. También, según me comentó Claudio, se pueden reproducir. A ver si organizan la manera de hacer los pedidos, si se pueden hacer les aviso.

Aquí la revista. Disfruten.



febrero 03, 2015

Arraiga en Cielonaranja

Estoy feliz.

Ediciones Cielonaranja ha publicado mi poemario Arraiga.

Es mi primera experiencia editorial en la que alguien me dice "quiero editar tu libro" luego de leerlo. Así, sin más. Y la edición ha quedado hermosa, y está en versión para Kindle.

Estoy feliz.

Y supongo que para cualquier escritor una experiencia como esta es motivo de cosquillas en algún lado. Las mías las tengo ubicadas ahora en las plantas de los pies. En serio.

Así que para los que quieran el poemario en esta edición les dejó en enlace en Amazon, solo está en versión impresa. Dar click en la imagen.


enero 25, 2015

El año de lecturas dominicanas I

Este año he decidido leer todos los libros de autores dominicanos que tengo en el librero.

En los primeros días limpié mi atestado librero y aparte en una caja los dominicanos. Me di cuenta que en alguna parte se quedó olvidado o desapareció "La Sangre" de Tulio Manuel Cesteros, una de las pocas novelas dominicanas que me gustó leer de las listas obligadas de bachillerato y que el año pasado cumplió cien años de su primera publicación...y por alguna extraña razón no hubo nada oficial ni no oficial que lo recordara.

Mi primer libro del año fue "Paisajes Agrestes" de Ramón Marrero Aristy, sí, del mismo autor de "Over". Es un libro de relatos rescatado del olvido por Ediciones Cielonaranja. Una interesante lectura de un muy joven Marrero Aristy en que se puede entrever las primeras pinceladas del mundo de Over. Relatos que describen un mundo campesino y sus costumbres, algunos muy buenos y otros...no tanto, al menos para mí.



"Se deslizó por el cauce del río. Se levantó dos o tres veces y otras tantas resbaló sobre los camarones y las guabinas que se morían sin agua. Por fin, a pocas distancia vio algo que parecía una cruz. Abrió los ojos; era la muleta de Taquito que estaba recostada de una rama de un árbol seco que el río había arrastrado hasta allí en otro tiempo.
Y al pie de la cruz, un ahogado: era su hijo.
La vieja no pudo más. Hizo el último esfuerzo: corrió, gritó de nuevo:
- ¡Taquitooooooooo! 
Y este fue su último grito. Resbaló sobre la tierra mojada, y sin querer ni poder evitarlo, cayó en un charco y se hundió.
Su última voz se fue río abajo, río abajo, como algo doliente, y llegó, sabe Dios, si hasta el mar.
El río, para Luis A. Zorrilla B


Anoche empecé a leer el segundo libro. "Judas", una novela corta de Marcio Veloz Maggiolo, escrita hace más de cuarenta años. Hasta hoy solo había leído una novela de él, "El jefe iba descalzo". Y sí, trata sobre ese Judas...el de los evangelios. La estructura anunciada en un prologo que es parte de la historia es simple. Dos cartas que se cruzan. Empiezo a leer el libro y encuentro la voz de Judas desde la muerte o el más allá, reflexionando sobre su papel en la historia de los evangelios.

Anoté este párrafo.

"La frustración del ideal es la más permanente de las muertes. Es mentira que yo haya muerto cuando la carne no pudo soportar más el nudo agobiante y enloquecedor que me ataba al fracaso. Mi muerte había transcurrido momentos antes, cuando vi que todo lo que había imaginado era mentira y, que al fin y al cabo Jesús había degenerado en un hombre corriente. Le vi aparentemente perder sus facultades, sus fuerzas poderosas y su gesto altivo". 

enero 21, 2015

Dos reseñas de Arraiga

Tarde se me ha hecho este año para actualizar en este blog, pero aquí estamos. 

Aunque aun tengo pendiente la segunda parte de la entrevista de Hernán Casciari, que creo que he dicho antes que lo único malo que tiene entrevistar es transcribir la entrevista, este primer post del 2015 es un "monumento al ego", como bien dice mi querida Yalo.

Se trata de dos reseñas de mi poemario Arraiga de parte de dos buenos amigos y críticos lectores.

La primera es de Sonia Tejada, profesora de español, quien en su Planeta Atabex escribe sobre su lectura de mi poemario. 

"El poemario es un diálogo entre estadios previos y actuales para construir un presente-futuro que la ancle. La hablante conquista, a través de la palabra escrita, la tristeza, el abandono, el olvido y la nostalgia, y en ocasiones se aferra a la alegría, a la vida". 

La segunda reseña es del periodista y escritor Víctor Manuel Ramos.

"Reconozco exploración de formas y eco de otros poetas en "Arraiga", pero eso se tolera como una búsqueda del estilo. Este "Premio Joven" se dió en Argénida Romero a alguien ya en una etapa posterior a esos años de despreocupación de la simple juventud, porque en sus palabras se cruza el anhelo por el cariño de su mamá y el inevitable resquemor por la ausencia del padre con la caricia que ella guarda "entre los pliegues del día que aún no llega" para su hijo. En estas poesías hay una transición hacia una mujer enraizada cada vez más en sí misma".