abril 15, 2024

15 de abril

Ya está bueno de hurgar en las heridas primales, aquella de la nostalgia o de la mirada hacia el futuro, o el presente, que dibujo en casas que no existen, en aquello que pudo ser y no fue, en personas que debieron estar y no estuvieron, en duelos para el futuro.

Ya está bueno.

Escribiré ahora sobre la carne del amor que fue, del amor que es y del amor que podría ser. De besos, de ropa en el piso, de rabia por la carne que extrañaste, que extrañas y que extrañarás. De delicioso orgasmo que conociste conscientemente, por primera vez, mientras tomabas un baño, de los besos que te hicieron llorar y reír. De la carne que envejece y busca sentir.

Escribiré sobre el dolor, el gozo, el despojo y la venganza de esa carne. De su muerte, resurrección y asunción a la vida real. Del goce que se guarda en el recuerdo, y en el olvido.

Escribiré.

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Repite las mismas historias. Eso cansa a los demás, pero no a mí. Pongo atención a sus quejas rutinarias en torno a las cosas que cree que pierde, pero que están ahí. Eso miedo de perdida que no la deja en paz, porque sé que es el camino que recorre, porque sé que trata de salvarse de perderse a si misma. 

Y es tramo final de un camino que quiero que sienta que alguien la acompaña, que la escucha, y que su bolso verde siempre estará esperándola encima de la cama.

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Abres un bultico, de dos que había olvidado en el closet (donde guarda un mantel con lindos bordados que dice qme va a dejar de herencia), y encuentras varios recordatorios funerarios.

Josefina del Rosario murió en 1970. El recordatorio está como nuevo. Ha sido guardado con cariño, con respeto. 

¿Quién era Josefina?

- Era la mamá de Consuelo y Herminia.

Conocí a Consuelo. Sé quien es Herminia.

¿Quién era Josefina?

Me explica un lazo confuso,sobre el que concluyo que era prima de su madre, mi bisabuela. 

Hace 54 años que Josefina murió. Su recuerdo en el papel está bien conservado, y fue tan bien guardado que hoy veo cuánto fue querida por alguien que casi no la recuerda.

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Tomo un taller de escritura de novelas.

¿Me atreveré?

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Esto de trabajar en casa tiene su gracia y su desgracia.

La gracia de manejar tu tiempo.

La desgracia de manejar tu tiempo.

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Ese engorroso trabajo de enseñar límites.

Y de seguir aprendiendo sobre los tuyos.


abril 02, 2024

2 de abril

Se llamaba José Soriano. Sabía cocinar. Era carnicero. En Semana Santa hacía moro de guandules (arroz con guandules) y pescado guisado con coco a su familia. Asaba puercos para Nochebuena. Era mujeriego. Reconoció a su primera hija, a la que le habían ocultado, en una casa en la ciudad. En conversaciones le confesó su paternidad y ella, al parecer, la verificó. La convenció de que el mejor lugar para ella era él y su esposa, Serafina. 

Enseñó a su hija menor, supongo que también a sus otros hijos e hijas, a montar caballo. La protegió de un "tío del dictador Trujillo". Murió cuidado en la casa de esa hija, mi abuela. Ella me cuenta sobre él y llena de sentido la foto que cuelga de la sala. José Soriano mira con severidad blanda, con esas facciones tan parecidas a sus hijos, a los que conocí, llorado con nostalgia por su hija menor, que lo extraña y lo ha visto en sueños durante los últimos meses, a los pies de su cama, consolando la vejez de la única de sus hijas que aún vive. 

- El era bueno.

Lo dice con los ojos inundados de unas lágrimas que no terminan de salir. 

José Soriano, el bisabuelo que no conocí, es el hogar al que desea regresar mi abuela. 

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2 de abril. Día de la concienciación del autismo. La parafernalia vacía de este día toca la cotidianidad de aquellos que solo parecen ser reconocidos para colgarles una etiqueta, y para enseñarlos y enseñarlas a vivir desde una etiqueta. 

Una conciencia sin reconocimiento de lo humano, sin la aceptación ni la inclusión.

Una conciencia etiquetada para poner lazos, colores, hacer marketing, aprovecharse, hablar sobre lo que se ignora; para propugnar la atención de la exclusión con leyes innecesarias, con "atenciones especiales" y separadas del resto de los humanos. La atomización de la diferencia. La angelización de aquellos a quienes solo aceptamos como vehículo de nuestro ego. 

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Mi futuro libro tiene una bonita portada.

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Deseo siempre a todos que reciban más empatía y cuidados de lo que son (somos) capaces de ofrecer y dar.

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Está muy emocionado. Corré porque es un lugar para correr, para saltar. No mide la capacidad explosiva de su emoción. Se cae sobre su brazo. Llora. Se queja. Está bien, pero adolorido. Luchar contra el instinto de salvarlo, lo dejó allí, asustado. Lo observo. De a poco vuelve a tomar confianza en la diversión esperada. Salta, lanza la pelota, espera turnos. 

Aprende a conocer sus límites.


marzo 14, 2024

14 de marzo

 - Me he muerto dos veces esta semana.

- Pero yo la veo aquí, viva.

- Sí, sí... pero es como que me moría, pero volvía.

- ¿Y cómo es eso, mi mamá?

- Es... como irse del cuerpo.

- O sea, ¿es no sentir el cuerpo?

- Sí, eso. Algo así. No sentía nada y me iba, pero me espanté y volví.

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La reunión de amigas no fue el 29 de febrero. Como en otras ocasiones, suspendimos para unos días después. Nos vimos, finalmente, tres días después. 

Hablamos de nuestras cotidianeidades y novedades, de las preguntas que nos hacemos después de los cuarenta años, de las expectativas cumplidas, las aplazadas, las ridículas y las desechadas. 

De los hijos, del trabajo que se tiene, y del trabajo que se abandona. 

De lo emocionante de emprender otros caminos.

De sexo.

De las constantes cuestiones diarias.

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Reviso el poemario. 

Anuncio con una foto en mis cuentas de redes sociales, no públicas, el próximo acontecimiento en mi vida como una escritora "despasada y olvidada", pero reinvindicada en mandar al carajo esas premisas.

El pequeño milagro de la terquedad.

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Es costumbre guardar el símbolo de una perdida, de algo o alguien que no está. Un relicario del recuerdo.

Uno de los tantos que me acompañan es una  planta de buganvilia. Crece frondosa en un tarro, en el balcón del apartamento. Sus flores son de un rosado intenso. Desde 2019 me acompaña.

Me recuerda un sueño, una fecha que debía marcar y en la que no pasó lo que se esperaba. Me recuerda el dolor, la sangre, el llanto. Me recuerda su cuerpo pequeño, demasiado pequeño para vivir, flotando en la nada. 

febrero 28, 2024

28 de febrero

José, un hombre alto y desnudo, se para frente a los pies de la cama de ella. ¿Por qué lloras?, le pregunta. Ella le cuenta sobre soledades y miedos. "Estoy cansada. Llevame contigo". 

Ella despierta.

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Las ideas y proyectos rondan. El primer paso es escribirlos, sino se convertirán en fantasmas.

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"Nuestro cuerpo es nuestro medio de producción".

Un cliché pésimo en una película alabada por mucha gente.

Supongo que los esclavistas, en todas las épocas, habrán partido de la misma premisa. "Su cuerpo es mi medio de producción".

¿Realmente libera vender tu cuerpo a otros? ¿No es una renuncia a ti misma, a ti mismo? ¿Qué hay de liberador dejarte tocar, penetrar, y ser el medio de goce de otros por una paga? ¿No es un riesgo reducirse a una cosa que da placer? ¿No es construirte unas alas de hierro?

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Mi agenda está abandonada. He hecho mucho en febrero sin otro apuntador o agenda que no sea mi memoria. 

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Reírse en el sofa, juntos. Dormirse en el sofa, juntos. 

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Pensamiento recurrente: construir una historia de amor con un conocido desconocido.

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El discurso del presidente.

Rinde cuenta de un espejismo. La grandilocuencia es un arte que todo mandatario ejercita, algunos con mayor suerte que otros. 

Contradicciones elocuentes. La pobreza disminuye, pero suben las ayudas sociales. El Producto Interno Bruto se usa para medir mejorías que no pueden ser medidas por el Producto Interno Bruto. La educación pública se reduce a números de estudiantes, números de escuela, y un constante anuncio de un bono de 1,000 pesos que se entrega cuatro meses antes de finalizar el año escolar. Aquello que era malo en el gobierno anterior, ahora es bueno porque me sirve. Aumentan los empleos, con los peores salarios. El muro de la frontera es un mal recuerdo. Me dicen que puedo comer con 210 dólares; pero las cifras ahora creíbles del Banco Central, que no se podían creer antes, dicen que necesito más o menos 440 dólares para una canasta básica. Otras cosas son olvidades, otras cifras, en especial aquellas que están, pero no sirven, o que no se contabilizan porque no les sirve. 

La independencia de la justicia hasta la puerta de mi despacho.

Ayer, Día de la Independencia, mostraron el futuro monorriel de Santiago en el desfile militar. ¿Quién sabe? Probablemente los militares pasearán en él extrañando el mar.

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Ando escarbando textos olvidados o dejados a un lado para agregar al poemario. Algunos no podrán ser rescatados nunca, murieron en un zafacón, en papeles hechos pelotas que ahora rebotan en algún limbo. 

Hay poemas que nunca podrán ser.

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Mañana, reunión de amigas.

Es 29 de febrero. 

Quizás sea una señal de algo, pero puede ser que no.

febrero 13, 2024

13 de febrero

Semana ocho. Abrir la caja. Observar el gato muerto. El dilema, ¿estuvo vivo en algún momento? 

Botaré todas las cajas que me quedan.

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Erwin Schrödinger murió en 1961. Leo sobre él. Un señor interesante. Era físico, de los cuánticos, pero también intuyó la estructura del ADN antes de que se describiera cómo es el ADN. Recibió el premio Nobel en 1933 por "haber desarrollado la ecuación de Schrödinger, compartido con Paul Dirac". Leí sobre la ecuación. No la entendí.

Otro dato. Vivía junto a su esposa y una de sus amantes en la misma casa. Su matrimonio era abierto. Él y su esposa mantenían otras relaciones. 

Un matrimonio cuántico, se podría decir. 

Quizás nunca abrieron la caja.

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Editar un poemario no es tan sencillo. 

Siempre hay más cosas que decir sobre lo que se dijo.

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Estoy eligiendo un nuevo libro para leer. 

Me he enganchado a otra serie ya vista, pero que me encanta.

Espero un sí para trabajar en algo. Planeo algo. Rechazo cosas.

Comparto una publicación: "No busco oportunidades. Las construyo". Vamos a creer este mantra.

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Sé que estoy en un mal momento para leer a Pizarnik. 

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Es mi época de alergía a los dramas familiares. 

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"Te mandaron las ánimas de mi papá y mi mamá. Cuando me estén enterrando te seguire dando gracias".

Es una forma muy macondiana de dar las gracias. Me trago la tristeza. Le habló sobre el clima, lo lindo que está su vestido, lo anormalmente poco bullicioso que está el ambiente. 

Me siento a su lado y la escucho. Paso horas escuchando lo que me dice. Sus historias inconexas tienen el vuelo liviano de quien ha saldado cuentas. Peino su cabello, blanco con excepción de unas pocas hebras en el centro de su cabeza, que forman una especie de isla de costas irregulares, alargada y casi imperceptible. Le cuento de sus hebras negras que aun no han perdido el color. Hundo los dedos en el lugar donde están para que sepa que están allí. 

Vemos pasar los carros, la gente, las voces. En un momento ella se queda en silencio. Hace mucho tiempo no la veía ni la sentía tan tranquila, apasible, cómoda. También me quedo en silencio, observando su mano. Recuesto mi cabeza en su hombro y arrebato conscientemente ese momento a la vida. Es mío, es nuestro. 

Me hubiese gustado conocer a mis bisabuelos.

enero 26, 2024

26 de enero

República Dominicana tiene tres padres. Ninguna madre.

Un país anclado en la ficción paternal.

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Siete semanas viviendo dentro de la caja del gato de Schrödinger.

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Terminé de ver Six Feet Under. Una serie que habla de la muerte, de su peso, de su dimensión, en la vida.

Es genial. Una comedia dramática que construye personajes complejos. 

Me queda mucho de ella, y me hizo pensar en algo. ¿Qué quiero que hagan con mi cuerpo cuando muera?

Podría escribirlo en un poema, pero quizás no le hagan mucho caso, así que porqué no mejor escribo literalmente lo que quiero cuando muera. ¿Acaso no es una declaración de autonomía tomar una última decisión para aplicar en mi ausencia? ¿Acaso no es una manera de que los vivos hagan un performance de mi muerte, bajo mi guión?

Así que sí, lo dejo escrito en este blog. Ojalá me hagan caso. Es una apuesta.

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Testamento mortuorio

Empiezo por las circunstancias extremas. Si muero en una situación en que mi cuerpo no pueda ser hallado, y me declaran muerta sin la evidencia de una carne que se pudra, el único ritual que me gustaría es que lanzaran un girasol al mar. Pueden elegir cualquier punto de la avenida España, en Santo Domingo. Algunos de mis mejores momentos también reposan allí.

Si por el contrario, pasa lo usual, un cuerpo inerte y frío, pueden velarme bajo las costumbres habituales y bajo los riesgos de su sensibilidad, o falta de ella. Solo dos cosas: el ataúd debe estar cerrado y no hay obligación de decorarlo con flores. 

Quedan excluidos de las costumbres habituales oraciones y rezos de cualquier tipo; las prédicas y los sermones. Tampoco incluyan lecturas bíblicas. No me pongan ninguna cruz con un Jesucristo agonizante, ni ningún otro símbolo religioso. Renuncié a cualquier creencia religiosa o espiritual en vida, así que no las necesito en la muerte. 

Incluyan como costumbre no habitual, para llenar el vacío de los ritos, una lectura de poesía, de los y las poetas que gusten, y finalicen la velada mortuoria con una canción: De vez en cuando la vida, de Joan Manuel Serrat.

Después, cremación. Aunque no tengo ninguna petición específica sobre las cenizas, lo mejor que podrían hacer con ellas es mezclarlas con tierra en una maceta de un buen tamaño y sembrar allí un rosal.

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Sigo con la serie.

Frase con la que me quedo del capitulo final: La maternidad es el estado más solitario.



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Trabajo con un editor para publicar, por fin, mi tercer poemario. 

Es la primera vez que me preguntan porqué nombré lo que nombré como lo nombré. Es la primera vez que leo lo que escribo en voz alta y respondo sobre la construcción de un poema.

Admiro su fe en lo que he escrito. 

Le comparto mis sueños de cronista.

enero 14, 2024

14 de enero

Abro la ventana corrediza que queda junto a mi escritorio. Me detengo un instante en el recorte del paisaje que cabe en esa abertura. 

Cielo muy azul, cruzado por las varas de metal de mi ventana, por la escalera de emergencia. Ninguna nube. 

Ahora me decido que escribir. 

"Abro la ventana corrediza que queda junto a mi escritorio..."

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Leo "Historias de cronopios y de famas", de Julio Cortázar. Es mi primer libro del año. 

Me detengo en ciertos anacronismo, que no lo eran cuando Cortázar escribió lo que está en ese libro.

"Instrucciones para dar cuerda a un reloj". Ya nadie da cuerda a relojes. Creo que ya no hacen relojes a los que tengas que dar cuerda para que funcionen. Muchos adultos jóvenes nunca han vistos, ni verán, un reloj de cuerda. No saben materialmente que es un reloj de cuerda. Si leen esas instrucciones quizás googleen qué es un reloj de cuerda, como se puede googlear qué era una crinolina. 

Pero posiblemente nunca tengan que dar cuerda a un reloj, así como nunca sabré qué era usar una crinolina.

Una instrucción en desuso.

Quizás sea interesante escribir "Instrucciones para ver la hora en el móvil", aunque de entrada no suena muy poético.

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Tres meses sin trabajo formal.

Se me acumulan las ideas.

Emocionada con mi primer pago por algo que hice siendo absolutamente una trabajadora por mi cuenta. 

Tengo que hacer una cotización sobre algo que he hecho durante 18 años, pero que nunca he hecho fuera de un trabajo formal. No sé cuánto cobrar por ello. El sentido de la zozobra.

Debería escribir las instrucciones para ser una freelancer. 

¿Qué significa freelancer en español? Google Translate me da de alternativa un frase: "persona de libre dedicación".

Me quedo con dedicación.

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Tengo que escribir. 

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Me habla y sonríe. Repite con insistencia sus cálculos, los beneficios de sus inversiones, sus expectativas alrededor de lo que puede ganar, de lo bien que lo ha hecho.

Dice con precisión los nombres de las regiones que ha visitado, dónde queda el pueblo al que fue detrás de una reliquia. De cómo se sorprendió al encontrar a un anciano, que asume ya murió, dentro de una casa llena de esas reliquias y que le dijo que podía llevarse lo que quisiera y pudiera pagar. Se lamenta, más de 40 años después, no haber tenido lo suficiente para pagar por todo lo que quería llevarse.

Habla de los riesgos que corrió para comprar algunas de las reliquias que luego revendía, muchas de ellas restauradas por él mismo. 

Sigue teniendo una abundante cabellera, y sigue usando aquel bigote que recuerdo, ahora menos copioso. Se los tiñe. 

Ahora parece ser de mi estatura. Antes, en la época que lo dejé de ver con frecuencia y tenía nueve años, lo veía como un gigante. Crecí claro, pero tengo la sensación de que su cuerpo ha perdido ese impetu de gigante.

Se admira del hombre que me acompaña, de las cosas que he logrado junto a él, del lugar en el que vivo. Me dice que debo escribir un libro de esos largos, que cuentan historias, que dan fama a los escritores. Me dice que me inspire en mi país, en el que vivo, en la Historia, en mi historia.

Lo miro, lo escucho, y sé que estoy ante el resucitado de un poema que escribí, que publiqué. 

"... huye de mí/corre a esconderte de tu nombre/de tu herencia de jaulas vacías".

Ahora sé, también, que no sólo no ha huido, sino que llenó las jaulas de espejos.

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El día 9 quite el arbolito de Navidad de la sala. Es un charamico que compré hace dos años, pintado de blanco. 

Según el Diccionario de Americanismos, los charamicos son "adornos navideños hechos con ramas secas finas, redondeadas, o con maderas cortadas finamente".

El que tengo es mi segundo charamico, más grande que el primero. Sé que con el tiempo, este también perderá, como pasó con el primero, varias de sus ramitas. Se van quebrando mientras colocas o quitas la decoración, es inevitable. 

Son ecológicos, se podrá de decir, pero pocos prácticos a la hora de guardarlos. No los puedes doblar, ni meter sus partes en una caja para luego volver a armarlo la próxima Navidad. Así que el charamico está ahora en medio de la habitación donde todo se guarda, como un anacrónico elemento que me dificulta a veces acomodar la tabla de planchar en su lugar o buscar alguna herramienta.

No hay instrucciones para él, fuera de lograr ignorarlo hasta la próxima Navidad.

enero 01, 2024

1 de enero

Abrazar para darte piso. Para dar piso.

Abrazar al que, confuso, es amado. Decirle que se le quiere. Tener miedo de que no se lo crea, de que dude, como duda a veces de su presente. 

Hace días que me dijo que estudia, que toma sus medicinas, que está bien, que no le gusta mucho el frío. Que ahora tiene planes convenientes para asegurar casa, comida, sobrevivencia. No me lo dice, pero sé que evita salir, evita todo lo que sabe que no puede controlar, incluso a veces a sí mismo.

Sus audífonos. Su mirada evitativa. Mira los fuegos artificiales, a los niños que los lanzan con toda la malicia que vive en ellos, que no es más que ser sin medir consecuencias, eufóricos en la libertad de una medianoche en que nadie los supervisa. 

Pisos y abrazos. Ojalá baste.

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Ha vivido tanto que ya casi no recuerda todo lo vivido. Así que se concentra en las imagenes en la televisión que no puede escuchar, porque la música a alto volumen para bailar y silenciar cualquier otro ruido, no le da alternativa, pero eso a ella no le molesta.

- Ese tiene mucho tiempo cantando. 

Me dice riendo, burlona. En la pantalla un cantante en un escenario canta algo que no podemos escuchar. Chaqueta azul de brillo, pantalón negro. Por sus gestos, supongo y ella posiblemente supone, el cantante hace interpretación intensa para su público que, supongo, lo escucha para bailar y para silenciarse por dentro mientras toma ron o cerveza.

Tomo su mano.

¿Han visto con detenimiento las manos de una persona que sobrepasa los 90 años?

Siguen siendo esas partes de sus cuerpos que parecen ser independientes de ellos mismos. Aun encorvadas, reumatizadas, semi paralizadas, tienen esa vocación de camino hacia delante, de alas.

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Besos en la boca. Un insistente lazo de sus brazos a mi cintura. El toque frecuente entre las manos. Buscar la mirada, las miradas. 

Alimentar la presencia. 

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El tiempo es convención. Este año es 2024, según el calendario gregoriano; pero recuerdo un amigo en Facebook que es el 4720 del calendario chino; el 1446 del calendario musulmán; el 1402 del calendario persa; el 1473 del calendario armenio; el 5784 del calendario hebreo; el 2567 del calendario budista; y el 4356 del calendario coreano.

Ese amigo tiene varios años haciendo notar esto en su perfil de Facebook: la azarosa convención con la que se mide el tiempo, de acuerdo a un punto de vista que no te pertenece. 

***

Las alegrías están en el presente. 

Y no lo discuto con nadie.