abril 30, 2014

Presentación de Arraiga

Anoche presenté mi poemario Arraiga. Con el gané el Premio Poesía Joven de la Feria Internacional del Libro el año pasado.

Dicen, lo dije anoche, que se suele asumir que los libros son hijos. Creo que no siempre los son.

Cuando pensaba esta semana sobre los poemas que incluí en este libro recordé el cuento "Más allá del espejo", de Virgilio Díaz Grullón, que leí gracias a mi maestra de literatura en bachillerato Milagros Segura, quien estuvo anoche en la presentación, una presencia que me emocionó y alegró. La poesía, a veces, es un espejo que te traga o te revela, o ambas cosas.

Me acompañó el escritor Frank Báez, quien escribió un texto sobre "Arraiga" que les comparto. Gracias a todos los que estuvieron presentes y a los que desde la lejanía extendieron sus lazos hacia el stand dedicado a Dedé Mirabal, donde se realizo el acto anoche.

Arraiga Premio Joven de Poesía
Feria del libro 2013
Argénida Romero
Ediciones Ferilibro
Santo Domingo, 2014
58 páginas  
Muy buenas noches,  en estos días he estado oyendo mucho las canciones de Tom Waits. Específicamente estoy escuchando su último disco, que tiene una canción, que habla sobre la guerra y que se titula Hell broke Luce.  A todo lo largo del  video de esta canción  se ve a Tom Waits, o al personaje que interpreta Tom waits, arrastrando una casa por un paisaje desolado  y pos nuclear. De alguna manera, el libro que presentamos esta noche, de Argénida Romero, me vuelve a recordar esta imagen. Incluso hay un verso suyo donde dice: “Una casa me persigue”.  Así que vamos al libro.  Lo primero que me llamó la atención fue el  título. ARRAIGA.  De inmediato fui al diccionario de la Real Academia y busqué el significado de la palabra para evitar cualquier confusión. Según el diccionario, Arraiga viene  del lat. ad- 'a o hacia' y radicāre. Las acepciones de las palabras son diversas, pero me parece que la más adecuada para abordar el poemario, es  “Echar  o criar raíces”. De la misma manera que los poemas hunden sus raíces en las páginas en blanco para quedarse fijo, la autora intenta encontrar ese centro y esa casa donde pueda cobijarse y sentirse segura.  Se podría decir que al igual que el personaje de Tom Waits  se halla en un periplo y está en búsqueda de  un espacio, sea este, una casa, un libro, un poema, una tumba, un útero o un cuerpo.
Pero no todo siempre fue así. Hubo un principio, un momento anterior al desarraigo,   en que la casa existía y sus paredes eran blancas como un huevo, hasta que como si se tratase  de un mito griego,  el padre abandona la  casa y  esta se resquebraja.  En ese sentido, la  autora trabaja el mundo de los mitos,  presenta una niña, una especie de Electra,  que teme al mueble sin papá,  quien  lo busca en sueños y en una palabra que lo pueda rescatar. La   figura paterna proyecta una larga sombra sobre los poemas de este libro. Así lo vemos presentado en poemas como Conjuro, Testamento y Matar al padre.  En este último escribe:  
Padre mío
que caminas en la sombra
colocando cenizas bajo mis pies
huye de mí
corre a esconderte de tu nombre
de tu herencia  de jaulas vacías
huye, padre mío,
que no te alcance el desierto que me dejaste de cobija
destiérrate la ausencia
cierra los ojos por tu cuenta, a tu modo,
dame la espalda
huye
llévate las tristísimas flores
las tristísimas muñecas
el tristísimo aliento que me soplas en el cuello
Sálvate de la sentencia, padre mío.
Tu niña ha muerto.  
En lo adelante, la autora intentará por  todos los medios posibles unir los pedazos de esta casa para volver a habitar en ella. Creo que lo logra a través de la escritura. Al principio es riesgoso y atrevido como propone en Juegos de niños.  
El avión de papel no despega de mis manos
Tiene miedo a volar
Y mis dedos
Miedo al precipicio.   
Al  pensar en esta relación, desoladora, pero al mismo tiempo dulcísima,  he recordado los Poemas de  la Hija Reintegrada  del poeta Domingo Moreno  Jiménez, a quien da la causalidad está dedicada esta feria. No sé si esto lo tenía presente la autora o fue algo fortuito.  Prefiero pensar lo segundo, que fue fortuito, y que la poesía dominicana se recicla continuamente. Es decir, que la estructura poética de nuestro entorno está tan arraigada, que de tanto en tanto pasan esos milagros en que dos autores  sean capaces de dialogar en el tiempo. Sin embargo, las posturas de ambos  textos  pueden parecer ambivalentes. Al Domingo Moreno Jiménez  celebrar a su  hija logra transformar su poesía. Al  Argénida Romero  hacer una elegía del  padre logra escribir y quizás encontrar su voz,  lo que desemboca de manera hermosa en ese poema titulado Hijo, donde “despierta a esa otra que soy y que te aguarda”. Pero creo, que ambos, son sujetos  heridos por la poesía, sea por la alegría o la tristeza, ya que como  se plantea en Arraiga  “reír es llorar de reverso”. 
En cuanto a la propuesta estética, en Arraiga el lenguaje es directo, podado como un bonsái   y en ocasiones hasta parco. Aquí no hay nada desmesurado, ni barroco, ni espacio para la retórica, cada palabra tiene una función. Contraria a ese  barroquismo tan común en la poesía caribeña,  la autora está consciente de lo que  busca expresar y comunicar al lector. Cuando escribe   “las flores siempre agonizan”   parece referirse  a su estilo y a su estrategia de escritura, ya que desconfía de las palabras. Además se encuentra su estrategia poética que consiste en escribir en un registro infantil, de manera que la voz naif   de la niña que fue, pueda expresarse a la perfección, como se puede percibir  en Mamá.    
Aprovecho entonces para volver a la imagen  de aquel personaje que va arrastrando  una casa  por todo ese panorama de guerras,  de conflictos, de destrucción y de ostracismo. Creo que al igual que él, Argénida Romero arrastra una casa, a través de la soledad, la angustia y los conflictos inherentes a  su vida, en dirección a un sitio donde pueda habitar. Me parece que su logro y el de este libro en específico  ha sido imprimir su historia personal de desarraigo, soledad y sufrimiento, la cual  puede leerse como una metáfora o un simil  o hasta un arquetipo. ¿Qué tal si el padre que nos abandona es realmente Dios que nos ha dejado aquí  en este mundo arrastrando nuestra casa?  Pero a pesar de que arrastramos nuestra casa y no encontramos donde detenernos, Argénida Romero dice:  

El secreto es mirar hacia los pies
balancearse
saber que las ventanas y las puertas existen
y las calles y los puentes
y lo que olvidaste
no te dejes caer
recuerda el año, la hora, el día
no importan los nombres
tampoco las ventanas, ni las puertas, ni las calles, ni los puentes
aunque sabes que están
que podrían estar
no te dejes caer
todavía no.  
Y ese todavía no, es lo que nos hace perseverar y escribir versos.  
Muchas gracias a Argénida por invitarme y gracias a todos ustedes  por escucharme.   
Algunas fotos






abril 22, 2014

Las "Argénidas" de Gabo

Estaba en tercero de bachillerato. La fecha exacta no la recuerdo, pero podría ser entre final de 1996 o principios de 1997. Leía "Crónica de una muerte anunciada" y encontré algo que me sorprendió y me hizo reír.

Mi nombre.

Había una Argénida en esa novela. La que vio "las vísceras de Antonio Nasar".

Recordé en ese momento que meses atrás había leído los "Cuentos de Cándida Erendida y su abuela desalmada". Los revisé. Volví a encontrar mi nombre.

Años después, cuando leí "Cien años de Soledad" volví a encontrar otra Argénida, la sirvienta de Rébeca, la hija adoptiva de los Buendía.

Encontrar mi nombre en varios libros de Gabo no es nada extraordinario. Todos los personajes de todas las novelas tienen un nombre. Quizás mi sensación de grata sorpresa y mi intención de compartirla tras la muerte de Gabo tiene que ver con dos hechos: lo poco común de mi nombre (del cual no he encontrado su origen ni significado) y porque la persona de quien lo heredé era colombiana.

Recordando comentarios de mi madre, sé que mi bisabuela paterna se llamaba Argénida. Mi abuelo quiso que una de sus nietas tuviera su nombre. Cuando nació mi hermana mayor la petición no fue tomada en cuenta, por algunos apuros y olvidos que no conozco muy al detalle. A mí, creo, me esperaban varón. Cuando nací, niña, pues la petición del abuelo fue rescatada. Me llamaron Argénida. No conocí a mi abuelo, del que me cuentan se llamaba Efraín, que es el segundo nombre de mi hermano.

Mi única queja con Gabo es que sus personajes nombrados Argénida siempre son sirvientas.

(Nicolás Tavira / NOTIMEX)