febrero 19, 2010

Los puentes de Mudanzas

He de creer, y me lo creo, que los poemas tienen la particularidad de hacerse de una vida propia cuando les das carnet de independencia e identidad en un libro (o en un blog). Mi poemario Mudanzas ha sido recibido y reseñado por muchas personas que han encontrado en él uno que otro puente. Así que comparto con ustedes algunas cuentas de los puentes cruzados por esos hijos independientes y agradezco el recibimiento de ellos.

En esta semana dos blogs amigos dieron su espacio a Mudanzas. El primero, Naiboa Literaria, una bitácora administrada por los escritores Franklin Peralta y Jean Suriel, publicó el poema Destiempo. Pueden ver la publicación y conocer esta interesante bitácora aquí.

Mientras que hoy desperté con la sorpresa, luego de leer un mensaje, de la publicación de una reseña y pequeña entrevista sobre Mudanzas en el blog Las palabras son mis ojos. Gracias, Graciela.

Y, aunque sé que con algo de atraso, no quiero dejar fuera dos reseñas. Una realizada en mayo pasado en la revista U por la periodista Elvira Lora y una bella y novedosa publicación de tres de mis poemas en la revista Lengua. Aquí les dejo las imagenes de ambas.

Pueden leer la referencia de la revista U dando un click a la imagen de la izquierda y ver de mayor tamaño las de la revista Lengua dando un click en las imagenes colocadas abajo. En dos de ellas no se puede leer bien el texto, así que también la pueden ver, con mucha más nitidez en la versión digital de la revista Lengua aquí

febrero 15, 2010

Fernando Botero

Hasta el 4 de abril se presenta en Bella Artes la exposición "El dolor de Colombia", del pintor y escultor Fernando Botero. No se la pierdan.


febrero 12, 2010

El árbol de la amistad

Paisaje Otoñal. Vicent Van Gohg


En estos días he pensado la amistad como un árbol.

Primero está la semilla. Esa que inicia nuestra vida, nuestra familia. Nuestros padres, hermanos, tíos, abuelos…que son parte de nuestro origen. Ningún vendaval puedo llevarse esa semilla, ni borrar ese origen. Ni las peleas, ni los distanciamientos pueden disolver ese ADN, ese origen de nuestro árbol.

Luego vienen las raíces. Esos familiares y amigos que el tiempo convierte en parte esencial de nuestra vida. La abuela que nos cría, la madre que desvela por nosotros, el padre que siempre está presente, los hermanos que acompañan, el o la amiga que permanece a pesar de todos los pesares. Nos pueden fallar en algún momento, les podemos fallar a ellos también, pero siguen sosteniéndonos.

Entonces, el tronco. Crece despacio. Son los amigos, siempre pocos en número, que llegan durante todo el transcurso de la vida, personas que dan y a las que das. Las pruebas llegan, los malos entendidos, algún desacuerdo, la distancia (que puede existir y no importar), algo que perdonar o perdonarse. Permanecen ahí.

Más adelante, las ramas. Unas, fuertes, pueden resentirse en los otoños o los inviernos, pero resurgen porque se entienden y entienden la humanidad que los teje y te teje. Son aquellos a los que a pesar de las dificultades y las lejanías, o hasta los chismes, reconocen el valor del lazo que los une a tu árbol. Otras, más débiles, se desprenden del árbol al primer ventarrón. Aunque muchas de ellas las pensaste fuertes, a la primera prueba se arrancan de tu tronco dejándote una cicatriz, que casi siempre se traduce en alguna lección que aprender. Y cuando no es así, esa cicatriz nos recuerda los buenos momentos que esa rama regalo a nuestro árbol.

Por último, las hojas. Están con nosotros por temporadas. Nos regalan el verde de sus palabras, muchas o pocas. Nos dejan algo especial antes de marcharse, de perderlas en alguna ola invisible del viento. Unas, pocas, por alguna razón caen al pie de nuestro tronco y se convierten en abono para nuestras raíces. Entonces, esas poquísimas que pensamos serían amigos pasajeros se convierten en sabia, en parte de la raíz que nos mantiene de pie.

Gracias a los que son la raíz, el tronco, las ramas, y las hojas de mi vida. Gracias a las ramas secas que se fueron y las hojas pasajeras. Gracias a las hojas que, aunque lo creí imposible, ahora forman parte de mi raíz.

Gracias a aquellos de los que soy raíz, tronco, rama y hoja. Gracias a aquellos de los que fui alguna vez una rama que arrancó el viento o una hoja pasajera que dejó algún destello en su camino. Y gracias, infinitas, a aquellos que me han permitido formar parte de sus raíces.

¿Cómo ser árbol sin los demás? Imposible. Nuestros frutos dependen de ellos.

febrero 07, 2010

Escapar



Tras tus pasos
la sombra del lobo
marcó su estrategia de puñales
cercó el oscuro presagio de las calles
y atacó
la luciérnaga que tejía sueños en tu boca

entonces

todo fue silencio de hojas secas sobre la cama
letargo de horas sin tiempo
señal de la bestia
atada a tu espalda
de caminos sin caminos
acumulados en tu agenda

niña bonita
niña desgarrada.

Pero
tu voz sobrevivió
al estropicio de tu piel ajada

tu voz de puertas
tu voz de ventanas.