abril 13, 2015

Galeano

Sé que todo el mundo anda hoy exprimiendo frases de Eduardo Galeano por las redes sociales. 

Pero yo voy a contar mi historia con Galeano, quien murió hoy, a los 74 años de edad.

Es una historia corta.

Lo leí por primera vez en la universidad, cuando un día entré al Economato a inventarme una de esas crónicas que entregaba al profesor de Taller de Periodismo I. Y mi crónica era de una tarde en el Economato.

Me tope con el libro "Patas arriba. La escuela del mundo al revés". Lo hojeé. En los días siguientes volví varias veces a hojearlo, hasta que tuve el dinero para comprarlo. Doscientos pesos. Lo leí en tres días.



Entonces lo busque en la Librería Cuesta. Ahí, sentada en el piso o el sofá más escondido, leí "Los hijos de los días", "El libro de los abrazos I" y "Espejos", este último a medias.

Nunca me interesó Las venas abiertas de América Latina. Lo tuve en mis manos varias veces cuando fui asistente del sociólogo e historiador Franklyn Franco. Pero no leí la primera línea. Sabía y sé el tema ideológico que envuelve ese libro. En el 2013, cuando buscaba noticias del porqué Galeano no vino a recoger el galardón del Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña que le otorgó la Feria del Libro de Santo Domingo, me enteré que medio se desdecía de este libro.

Hoy en BBC Mundo encontré la transcripción de su declaración sobre su tan matizado libro.

"No sería capaz de leerlo de nuevo (su libro Las venas abiertas de América Latina). Caería desmayado. Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Intentó ser una obra de economía política, solo que yo no tenía la formación necesaria. No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada".

Del único libro que compré de él, busqué hoy un pasaje que recordaba hacia referencia a República Dominicana y la gesta revolucionaria de Abril de 1965 y que este año cumple su 50 aniversario (convertida en mito y no en Historia). Aquí lo traigo.

La memoria rota
A fines del siglo dieciocho, los soldados de Napoleón descubrieron que muchos niños egipcios creían que las pirámides habían sido construidas por los franceses o por los ingleses.
A fines del siglo veinte, muchos niños japoneses creían que las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki habían sido arrojadas por los rusos.
En 1965, el pueblo de Santo Domingo resistió treinta y dos noches la invasión de cuarenta y dos mil marines norteamericanos. La gente peleó casa por casa, cuerpo a cuerpo, con palos y cuchillos y carabinas y piedras y botellas rotas. ¿Qué creerán, de aquí a un tiempo, los niños dominicanos? El gobierno no celebra la resistencia nacional en un Día de la Dignidad, sino en el Día de la Confraternidad, poniendo un signo de igual entre quienes habían besado la mano del invasor y quienes habían puesto el pecho a los tanques.  

Me gusta su manera de rescatar el silencio de la Historia, esas fisuras, esa grietas. Eso, su manera de escudriñar en los detalles de lo que no se quiere decir, de esa manera de cuenta cuentos, de abuelo heredero de las historias.

El examen ideológico se lo dejo a otros.

Hoy también murió el premio Nobel de Literatura Gunter Grass, pero de él no he leído nada.