noviembre 18, 2008

Invitación


















Entra
canta bajito
descálzate los fantasmas
no te rajes las vestiduras

entra
sin las fanfarrias de las primaveras gastadas,
descuelga el mañana del viento
y camina despacio,
acuna este sueño peregrino
en la hondura de la cicatriz
que duerme en tu sombra

entra
muerde la duda, que amenazante,
asoma mis labios
y teje el susurro de tu silueta
al latido de las paredes,
no me regales una estrella
ni la luna,
no las necesito

entra
y cierra la puerta tras tus pasos.

noviembre 14, 2008

Tiempo de espera

En los afanes de lo cotidiano se me pasó algo importante a principios de este mes. Un cinco de noviembre, hace cuatro años atrás, nació El diario de la Rosa. En ese entonces no era un blog, era una columna virtual que enviaba a mis contactos agregados en Hotmail.

Recuerdo que en ese entonces estaba desempleada (a veces eso ayuda a la creativdad) y había terminado de leer la novela En nombre de la Rosa, de Umberto Eco. Ese día (ese 5 de noviembre) estaba, como todas las mañanas, bebiendo café y observando una planta de flores amarillas, de girasoles silvestres. Me gustan los girasoles, me encantan. Pensaba sobre muchas cosas...en algún momento sonreí. Minutos después, frente a mi PC, nació El diario de la Rosa.


Esta fue la reflexión que nació ese día.


Tiempo de espera

No tenia ya esperanza. Hace casi un año que la traje a casa y trate de acomodarla lo mejor que pude. Confieso que la descuide un poco y que, fruto de ese descuido, recibió algunos maltratos; pero siempre salí en su defensa, hasta cuando todos rechazaban su “inútil presencia”.

Esta semana decidí prescindir de ella. A momentos me resistía a la idea de no verla más, había abrigado tantas ilusiones con ella que, en honor a la verdad, me sentí incapaz de arrancarla de mi lado. Así que le di una última oportunidad.

Ayer en la mañana, después de pasar algunas horas tecleando frente al computador, me dirigí a la cocina en busca de café y algo me detuvo. Al mirar hacía el pequeño patio de mi casa, en donde hemos improvisado un jardín, comprobé que la espera valió la pena.
La planta de girasoles silvestre que había sembrado hace casi un año me ofrecía el dulce color amarillo de su primera flor.

noviembre 05, 2008

Huida




Me fui antes de las lágrimas y las preguntas
dispuesta al olvido
con el testamento de tus labios
cosido al ruedo de un bostezo.
Cerré las ventanas
(la puerta nunca existió)
me desvestí la piel, ajada de tanta espera,
cancele los abriles
y te deje, por si lo necesitas,
el insomnio desgastado de mis sabanas.