abril 13, 2023

Diecisiete años

 Este blog es mi primera habitación propia.

Diecisiete años, como diecisiete estaciones habitadas, en las que he mudado mis yos a través de muchas palabras.

Curioso que la entrada más visita es una sobre un paseo por librerías en Barcelona

Ayer, me escribió alguien, la segunda persona, que me pidió permiso para usar un poema publicado en este blog, con el fin de acompañar una imagen o un dibujo. Un poema que escribí, creo, pensando en una escena mil veces vista, sobre un banco vacío

Mi texto más apreciado de esta habitación propia es uno sobre Rayuela. 

A los que siguen leyendo por aquí, gracias.


Mi habitación, la física.


13 de abril

Supongo que mi primer beso me lo dio mi madre. No lo recuerdo, y supongo que ella no lo recuerda. Cuando me convertí en madre, lo primero que hice fue darle un beso en la frente a mi hijo, recién nacido, cubierto de los restos de mi interior, donde fue creado, donde nos creamos.

***

Un beso es acercamiento. 

Un beso boca a boca es abrir una puerta. 

Recuerdo abriendo puertas bajo un cerezo, en los pasillos de una iglesia, en calles adoquinadas, con lágrimas y el sonido de un río como música de fondo, en escaleras, bajo la luz intermitente de una lámpara, bailando, ante una puesta del sol, ante un amanecer, con los pies en la arena, calzando unos zapatos forrados en tela de satín violeta, vestida de gala, desnuda, riéndome entre los labios, inmensamente feliz, desgraciadamente triste, en cocinas ajenas, en mi cama, en aeropuertos...

***

Nada más abrazador que un beso en la boca, deseado, buscado.

Nada más desolador que un beso de despedida.

Nada más inolvidable que el deseo de un beso que no fue. Esa puerta cerrada.


abril 04, 2023

4 de abril

 Un banco, un parque, cervezas.

- El promedio de vida es ochenta años. Ya hemos vivido la mitad la vida.

Me lo arroja así. Hemos vivido la mitad vida. 

- Estamos más cerca del final.

Respondo.

Y seguimos tomando cerveza, y hablando de pasados y de presentes. De algunas constantes crisis, de cómo seguir afrontándolas, de sentirnos perdedores, triunfantes perdedores, resignados ante lo irremediable.

Le cuento cosas pasadas que le son novedosas. También me actualiza sobre novedades, para mí, de su pasado.

Hablamos de máquinas de tiempo inexistentes.

Nos reímos también.

***

Veo la escena final de Kill Bill.

Habrán otras películas, otras obras, en que una mujer se venga. Seguro que habrá otras, pero no recuerdo ahora ninguna. Recuerdo las historias de venganza de hombres.

Veo la escena final de Kill Bill. 

La mujer que se venga después de la destrucción de su escape, en las manos de quienes estuvieron a su lado, de manos de alguien que amó. 

Mujeres lloran, se guardan sentimientos, perdonan, comprenden, justifican, se sacrifican. Hay algo reconfortante en la mujer que vuela cabezas, que baila con la sangre, que no busca compresión, que no quiere explicar nada que no sea vengar sus años en coma, la ausencia de una hija, un tiro en la cabeza.

Sí, quiere escuchar confesiones antes del tajo y el golpe. Pregunta "por qué", pero la respuesta, las respuestas, no detendrán su espada. 

Al final, rompe un corazón. No hay heridas a la vista, y la sangre es poca. Se seca una lágrima, se va con su hija.

Es bueno ver a una mujer vengarse. Ver a una mujer volar cabezas, bailar con la sangre, no buscar compresión, no querer explicar nada, romper un corazón, secarse las lágrimas y que se vaya con lo que fue a buscar.