octubre 21, 2008

Declaración

Me declaro poeta
mujer y poeta
desgarrada hija de la palabra,
eco perturbador del conjuro que marca las horas,
bajo el estropicio de los pasos que huyen
o de las voces que se apagan cuando llega la lluvia.
Soy poeta, lo creo
heredera y errante,
amante del orgasmo que palpita en las calles
atestadas de olvidos cotidianos.
Soy poeta
soy un grito transplantado por los siglos
emancipadora de la sangre que corre tras las sombras.


Argénida Romero

Día Nacional del poeta. 21 de octubre


Este día se recuerda a los poetas en la República Dominicana en honor a la poeta y maestra Salomé Ureña, quien nació un 21 de octubre de 1850 en Santo Domingo. Figura central de la lírica dominicana del siglo XIX y pionera de la educación femenina formal en el país. En este enlace su biografía y algunos de sus poemas: Salomé Ureña.

Hoy pense sobre lo que significa eso de ser poeta. Supongo que muchas cosas, o quizás ninguna. Una especie de conjuro que te ata al aliento de las palabras, y te convierte en puente o en espejo. Un llamado, me respondió Derek Walcott cuando se lo pregunte. Quizás ser poeta es ser fiel descubridor de ese llamado.

Me quedo con lo del llamado. Le cedo la palabra al poeta mexicano Jaime Sabines: "El poeta tiene que darse totalmente en cuerpo y alma. Entonces hay que dejar muchísimo para escribir. No es cuestión de que le dicten a usted todos los poemas. Hay que tener el oído bien despierto, alerta los ojos y toda la piel al descubierto, y escribiendo aprender a escribir, como el nadador que quiere llegar a nadar bien y tiene que meterse al agua todos los días; ése es el hecho de escribir, el ejercicio de escribir, la disciplina de escribir. Sólo a través de muchos años se van obteniendo resultados, únicamente cuando se ha hecho una buena siembra se van cosechando productos consistentes.” (“La poesía es un destino”, entrevista a Jaime Sabines por Ana Cruz).

octubre 18, 2008

Vista desde otros ojos

Hoy aparto este post para dejar que otro hable por mí. Santiago Almada, poeta y escritor, escribe en Clave Digital sobre mí y hace algunas consideraciones sobre mi poética. Los poemas de mi autoria que figuran en esta reseña son, precisamente, los dos últimos publicados en este blog.

En su sesión El poema del viernes, Santiago abre un espacio semanal para que jóvenes escritores den a conocer su talento. Un honor para mi ser invitada a esta sesión, donde tantos chicos y chicas talentosos han expuestos su música interior.

Aprovecho para dar gracias encarecidas a todos los que hacen puente con mis hadas literarias cada vez que entran a esto blog. Gracias.


El poema del viernes

Argénida Romero, sensibilidad y belleza hechas poesía
En sus poemas se revela una exquisita musicalidad
Santiago Almada


Como todos los viernes, Clave Digital convoca a los duendes de la poesía como una manera de afirmar que la esperanza, la belleza y la capacidad de soñar y emocionarse son algo más que una posibilidad en un mundo que se muestra cada día más difícil.

La invitada de hoy en nuestro espacio El poema del viernes es una persona muy especial, por su simpatía y por su capacidad de soñar, y porque es una excelente escritora de versos que acarician el alma. Argénida Romero, Vanesa para los amigos, nació en Caracas, Venezuela, el 20 de diciembre de 1980, pero según cuenta ella, desde niña vive, sufre, muere y resucita en República Dominicana. Se graduó de periodista en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, “al menos eso dice el título que desde el 2006 decora una pared de mi casa” narra con una sonrisa.

En los textos de Vanesa se nota la profundidad, la madurez de una poeta que ha llegado a manejar la palabra como su material más preciado, con la maestría del artesano y la sensibilidad del artista. Precisamente esa sensibilidad es la que le permite entretejer versos de una impresionante calidez con una musicalidad que se transmuta en belleza.

“Una vez, en el 2000, un concurso en Higüey me dio una señal: lo que escribía en el mutismo de las noches y las madrugadas desde mi adolescencia era poesía que gustaba, lo de poesía me lo suponía, lo de que hiciera puentes con los demás era algo de lo que no estaba muy segura”, afirma la joven poeta.

Vanesa trabaja actualmente en la preparación de su primer poemario, que espera ver plasmado en un libro impreso dentro de poco tiempo. Incansable y ávida lectora, Vanesa pertenece a esa generación de mujeres inquietas, que trabajan en su propia superación personal y apuestan a un compromiso con la formación y el conocimiento.

Respecto de los poemas que publicamos hoy, la escritora nos cuenta que el primero es una reiteración existencial. “De niña, antes de venir a vivir a República Dominicana, solía entretenerme viendo el paisaje de mi barrio desde una ventana de mi habitación”.

Los mejores días eran precisamente los días de lluvia. “A veces, cuando llueve, me siento en el cuerpo y en el alma de aquella niña Argénida y su mirada regresa llena de algunos fantasmas”.

Días de lluvia

El olor de las primeras cosas
se evoca, usualmente,
los días de lluvia junto a la ventana,
sentencia de la añeja nostalgia
que sobrevive como un náufrago
en la desierta isla de los sumados olvidos
donde reposa un reloj, colgado de una pared blanca
justo al lado de unos viejos libros,
esos primeros amantes
con olor a lumbre recién parida,
hechiceros del vespertino letargo
que duerme bajo la puerta.
Regresa ese olor de las voces ausentes,
cómplices del destino consumado,
emisarios del llanto o de la risa
y el bullicioso paso de las palabras
danza por las húmedas calles
eco de aquellas otras, las calles de las primeras promesas,
refugio de las cotidianas aventuras,
estampas de ecos borrosos.
Llega también el lloroso olor
de la casa deshabitada,
a la deriva de las despedidas,
tumba de los buenos deseos,
paredón de las condenadas esperanzas.
Regresa
todo el olor de esas primeras cosas,
como un salvavidas
al rescate de este rebelde presente
que llora su destino
los días de lluvia junto a la ventana.

El segundo poema es una reafirmación. “El fénix que habita en mí (y en todos), el aliento que nos rescata de nuestra oscuridad, que nos reinicia, muchas veces a pesar de nosotros mismos. Pensé en esos momentos, cuando después de algún cotidiano Gólgota llegamos a tercer día, el de la resurrección” explica Vanesa.

Alfa

He vuelto
tras todas las batallas,
dolorosamente atravesada de otoños,
cargada de nidos vacíos,
taciturna, hueca,
estéril de promesas,
atada al aliento irrespirable de estas horas,
de estas pesadas horas
en que perece el presente sin herencia.
Ahora, estoy
irremediablemente
en la piel de la sombra que me mira en el espejo
destejiendo fantasmas,
dueña del eco que me aguarda tras la puerta.



octubre 15, 2008

Días de lluvia


El olor de las primeras cosas
se evoca, usualmente,
los días de lluvia junto a la ventana
sentencia de la añeja nostalgia
que sobrevive como un náufrago
en la desierta isla de los sumados olvidos
donde reposa un reloj, colgado a una pared blanca
justo al lado de unos viejos libros
esos primeros amantes
con olor a lumbre recién parida
hechiceros del vespertino letargo
que duerme bajo la puerta.

Regresa ese olor de las voces ausentes
cómplices del destino consumado
emisarios del llanto o la risa
y el bullicioso paso de las palabras
danza por las húmedas calles
eco de aquellas otras, las calles de las primeras promesas
refugio de las cotidianas aventuras
estampas de ecos borrosos.

Llega también el lloroso olor
de la casa deshabitada
a la deriva de las despedidas
tumba de los buenos deseos
paredón de las condenadas esperanzas.

Regresa
todo el olor de esas primeras cosas
como un salvavidas
al rescate de este rebelde presente
que llora su destino
los días de lluvia junto a la ventana.