mayo 13, 2019

El "círculo" de la Feria del Libro


Hay un cuento del escritor Virgilio Díaz Grullón que me llama la atención. Es un cuento de ficción, a mi juicio muy influenciado por Jorge Luis Borges. Lo leí por primera vez cuando era una adolescente y no había leído a Borges. El relato trata de un hombre que se despierta y sigue un ritual que aparenta normal, pero de a poco todo se vuelve raro, y una nueva realidad se instala distorsionando todo, y luego vuelve a una cierta normalidad. Y digo cierta, porque el cuento termina con al sensación de que todo ocurrirá otra vez. El cuento se llama "El círculo"

A Díaz Grullón le dedicaron la Feria Internacional del Libro Santo Domingo de este año, que finalizó la semana pasada. Y como el cuento de este autor dominicano, a quien recomiendo leer, esta actividad cultural, que de manera internacional se celebra ya por 22 años con la edición que recién finalizó, hay temas que parecen una repetición y otros elementos que mantienen la expectativa de nuevas cosas.

El cambio de sede, de la Plaza de la Cultura a la Ciudad Colonial, fue la gran novedad. Y me gustaría incluirla en lo bueno, porque lo hubo. Sin embargo, también estuvo lo no tan bueno, peor aún, lo no tan bueno que se debió a asuntos que aparentemente estaban dispuestos y resueltos desde hace años en la logística de la Feria del Libro.

Sin embargo, sacaré un aparte al inicio para el tema controversial de la Feria, los invitados ofendidos.

¿Puerto Rico o Estados Unidos? 
El tema comenzó el mismo día de la inauguración de la FILSD 2019, en el Teatro Nacional. Mientras en la Ciudad Colonial aun se armaban casetas y se pintaban espacios, en la inauguración pasaba algo que no se esperaba. La bandera de Estados Unidos estaba junto a la del país invitado, Puerto Rico. Y ya sabemos, sí, la situación particular de Puerto Rico, una que no abordaré. 

Sin embargo, no se puede obviar el sentimiento independentista muy presente en sectores sociales puertorriqueños, en especial de su intelectualidad. 

Quizás lo más llamativo de esta situación es que, hasta donde investigué, la primera vez que Puerto Rico fue país invitado a la Feria del Libro, en 2004, no hubo este protocolo de una bandera de Estados Unidos junto a la de Puerto Rico. Y tampoco se entonó el himno de Estados Unidos en la inauguración. En este punto espero ser corregida en caso de no ser así.

Obviamente, el tema causó resquemor. Varios escritores puertorriqueños como Antonio Martorrel y Sheila Barrios expresaron su disgusto. Se llegó a decir que la escritora Mayra Santos-Febres, una bastante esperada en la Feria y que no apareció en ninguna de las actividades que tenía programa, se ausentó por ese hecho, pero días después aclaró: no faltó en rechazo al himno y bandera de Estados Unidos, sino por algo de logística que suele pasar en este tipo de actividades, según me cuenta, pero que no debería, y es que le enviaron el ticket aéreo un día antes de empezar la Feria.

Este descuido logístico no fue el único, pero lo retomaré más adelante.

Lo bueno, porque lo hay
Es una discusión de todos los años. ¿Es necesaria la Feria del Libro? Soy de las que apoya esta actividad. Cuando estaba en bachillerato, la Feria del Libro de Santo Domingo era el lugar donde podía encontrar libros baratos. Con 50 pesos podía por lo menos comprar uno, y hasta a veces dos si me iba a la zona de libros usados.

También la Feria del Libro me dio la oportunidad de interactuar con escritores relevantes de la región, incluyendo dos premios Nobel, de escucharlos en conferencias y charlas. Para mí son memorias preciadas, porque sin la FILSD nunca hubiera tenido esa oportunidad. 

Sé que como yo, muchas otras personas han apreciado estas oportunidades y espacios que nos ha dado la Feria Internacional del Libro, que también incluye cine y teatro. 

Este año no fue la excepción. Charlas y conferencias súper interesantes, obras de teatro, cine, escritores. Libros había, inclusive novedades, una oferta que no pudo ser apreciada en su verdadera dimensión por fallos en el ámbito informativo y de guía para los visitantes, que acostumbrados al organigrama dispuesto en la Plaza de la Cultura, donde se ha celebrado desde el 2005 en su versión internacional, no sabían donde dirigirse a buscar libros de su interés.

Y claro, el hecho de la mudanza a la Ciudad Colonial sumó un elemento riquísimo, los museos y lugares históricos, al ser la primera ciudad del Nuevo Mundo, el primer enclave urbano de América luego de la llegada de los europeos, la Ciudad Colonial tiene una riqueza histórica única. Observar por ejemplo a decenas de estudiantes entrar al Panteón Nacional era algo alentador, pues para algunos, y lo constaté al conversar con un grupo de ellos, era la primera vez que estaban en el Panteón.

De hecho, las mañanas de la Feria del Libro de Santo Domingo estuvo dominada por la presencia de estudiantes, desde el primer día. Es bueno por el hecho de que algunos tendrán experiencias primeras con la literatura, con los libros y con los escritores. Fui a una actividad del Espacio Joven, que sinceramente tuvo un papel importante en la FIL de este año y fue bastante activo en Facebook y Instagram. Ese día hablaba un caricaturista peruano, que despertó interés en algunos de los chicos allí. Y eso vale mucho.

¿Positiva la mudanza a la Ciudad Colonial? 
Pienso que si fue positiva, en parte por lo que ya señalé, de poner al alcance espacios históricos importantes, y porque sus calles más estrechas (la feria se situó en su mayoría en la calle Las Damas) a mi entender canaliza mejor el flujo de personas.

No obstante, hay asuntos que afinar aquí. El transporte es el principal y fue una de las razones por la que muchas personas se abstuvieron de ir. Los parqueos dispuestos fueron insuficientes, y las dificultades en la avenida del Puerto (Caamaño Deñó), donde se situaban los buses escolares, fue evidente, causando en los últimos días tapones considerables el el tramo cercano al Puerto de Santo Domingo, donde atraca el ferrie que tiene un flujo constante entre nuestra capital y la capital puertorriqueña, San Juan. 

Un buen punto el hecho de usar autobuses de la Oficina Metropolitana de Transporte (Omsa) para el traslado de personas de la Plaza de la Cultura a la Ciudad Colonial. Lo que no pude comprobar su eficiencia, ya que el día que me decidí a usarlos, el primer día de la Feria, no los encontré.

Otro asunto en tomar en cuenta es el espacio usado para la Feria del Libro. La Fortaleza Ozama es un lugar adecuado, me parece, pero disgregar a la Plaza España me parece poco conveniente. Una opción, y lo he dicho antes, es reducir más la FILSD y concentrar los stands en Las Damas y la Fortaleza Ozama, dejando la Plaza España como un lugar para las actividades musicales en las noches. El clima caribeño, sofocante entre las once de la mañana y las 4 de la tarde en nuestra primavera tropical, hizo incomodo e insoportable la visita a los stands colocados en la Plaza España.

Aunque si mudan nuevamente la Feria del Libro a la Plaza de la Cultura no tendría ningún inconveniente. Eso sí, aun quedan dos estructuras de la Feria Internacional del Libro de 2018 sin desmontar. 

Lo malo, que lo hay
¿Por dónde empiezo? Creo que lo menos favorable es la tendencia que observo desde el año pasado de desplazar la atención de la Feria del Libro de los escritores a un tema ajeno al libro.

En 2018 el tema fue la cocina. Parecía que lo que más importaba era el pabellón de gastronomía y el afán de incluir en la Feria del Libro la promoción de "marca país" con lo gastronómico. Un asunto que ponía en segundo plano a los escritores y los libros.

Este año todo pareció girar alrededor de la Ciudad Colonial. No lo niego. Era importante porque era la primera vez que la Feria en su versión internacional (porque el nacimiento de lo que es hoy este evento nació en la Ciudad Colonial en la década de 1950), se realizaba en esa zona.

El problema de quitar el foco en los escritores y los libros desde mi punto de vista distorsiona la intención principal de la Feria, que debería ser la de incentivar y promover los libros, la lectura y el mundo editorial. Y eso provoca que actividades literarias y editoriales importantes, y la presencia de los escritores, pierda peso y no permita llegar como un interés real para los asistentes o quienes pretende ir a la FILSD.

Otro asunto es la falta de promoción a los escritores extranjeros, como sucedía en otros años. Poco lazo con los medios de comunicación meses antes de la Feria con el fin de coordinar no solo visitas y entrevistas, que produzcan un material informativo que creo necesario, sino incluso una falta de fluidez de información sobre los escritores e intelectuales invitados.

Una feria sin guía. Si algo provocó el desanimo y el hartazgo de algunos, es que no había ninguna guía clara sobre lo que había en la Feria del Libro en la Ciudad Colonial. Por los años que tenía en la Plaza de la Cultural, los asistentes habituales tenían una idea de en que lugar estaba cada cosa, los vendedores de libros usados, las editoriales extranjeras, el lugar en que se reunían las editoriales infantiles. Pero como al Ciudad Colonial era un lugar nuevo, nadie sabía donde estaba cada cosa... y lo peor es que no había ni mapa ni programa para ubicarse.

Ni los empleados del Ministerio de Cultura, con camisetas de staff, sabían a ciencia cierta donde se ubicaban los stands y sus temáticas, no había casetas informativas a la vista (desconozco si había una, camine por más de una hora tratando de ubicar una), el mapa hecho para la Feria solo indicaba donde estaban los museos y algunos espacios dentro de estos museos o de instituciones ubicadas en la zona, pero no apuntaba nada sobre donde estaban las editoras o instituciones. Era ir y caminar y caminar y ver con que uno se encontraba. 

Esto evito que personas interesadas en comprar libros no pudieran ubicar editoriales interesantes que estaban allí, y con esto perderse de las novedades. 

Cosas resueltas antes que no funcionaron ahora. Hasta donde tengo conocimiento, gran parte de los expositores dominicanos en la Feria, que fueron a impartir conferencias o charlas, algunos varias veces, no han recibido el pago de su viático. Algo que no era un problema desde hace años. Y esto afectó de manera más sensible a aquellos que se trasladaron desde el interior del país. 

Atrasos en las ediciones de los libros, que no permitieron por ejemplo que fueran presentados los libros ganadores de los Premios Jóvenes de la FIL del 2018. Una situación desagradable para los autores encontrarse, sin previo aviso, el día de su presentación sin libro y sin actividad que realizar. 

Siguiendo con los libros, me enteré que la editorial española Amargord, con varias actividades de presentación de textos, incluyendo de varios autores dominicanos, se quedó en el aire porque los libros, que me afirmaron fueron enviados un mes antes de la FILSD no llegaron o no aparecieron. Así que las presentaciones a cargo de Amargord quedaron deslucidas y su stand vacío. 

Otra de las graves dificultades fue que los primeros tres días de la Feria (viernes, sábado y domingo) casi todos los stands de la Plaza España y parte de la calle Las Damas carecían de servicio de energía eléctrica. Un suplicio en medio del sofocante calor, además de impedir ventas en horas de la noche. Para el domingo en la tarde la situación fue normalizada, pero esta situación significo perdidas. También fue mal visto que en los primeros días de la FIL todavía se estuvieran armando stand y pintando casetas. 

¿Desmasificar la Feria?
Es una idea que me parece se maneja. Es una suposición, pero el hecho de que se anunciara que el próximo año será también en la Ciudad Colonial da más peso a mi suposición.

El acceso a la Ciudad Colonial es más restringido que a la Plaza de la Cultura, por lo que aunque afirmen que esta Feria fue visitada por un millón de personas (que me disculpe el Ministerio de Cultura, pero me parece una cifra descabellada, considerando que el año pasado, con una técnica de medición implementada, la asistencia en la Plaza de la Cultura se cifró en unas 750 mil personas.

Si no buscan mejores mecanismos para enfrentar las dificultades de este año, es probable que la FILSD este en peligro de perder lo bueno que tiene, que lo tiene, y podría perder la razón de ser, de seguir los libreros y editoras enfrentando los contratiempos que se evidenciaron en la Ciudad Colonial.