Juan Manuel Roca. Foto: Carlos Mario Lema |
Por Argénida Romero
De los cuatro poetas extranjeros sentados en primera fila, es el único con una bolso-maletín entre las manos. No lo deja en el suelo, ni lo pone sobre una silla. Lo abraza. Juan Manuel Roca (Colombia, 1946) tiene el pelo canoso y ensortijado, despeinado si se quiere, como un enjambre alegre. Presta atención a los jóvenes que leen en el recital, que se realizó ayer en la Biblioteca República Dominicana en el marco de la Semana de la Poesía, con aires de examinador, de maestro de escuela.
Cuando le toca agotar su turno lee un poema que habla sobre el tiempo y los romanos, y del amor que muere con ellos. Lee otro. Recibe un aplauso sonoro. Minutos después un muchacho declama uno de sus poemas. Roca sonríe.
Antes de que un grupo de muchachos terminé con sus declamaciones, propias y ajenas, con el incidentado sonido del soundtrack de la película Titanic , Roca sale del salón a una espacio más tranquilo. Indico un mueble rojo donde podemos sentarnos para que responda a mis preguntas. Observa alrededor y señala dos sillones azules, uno junto al otro. "Creo que ese es el mejor lugar para tu entrevista". Acepto.
¿Para qué sirve la poesía? A la poesía no hay que buscarle una utilidad única, univoca, y mucho menos pragmática. La poesía se mueve en una esfera del pensamiento que modifica de alguna manera, un tanto invisible, a las personas y, por tanto, a las sociedades. La pregunta de siempre de quienes quieren oponerse a la idea de que la poesía tenga un sentido, la pregunta de Heidegger, el poeta romántico alemán, ¿para qué la poesía en tiempos de penuria? A mí siempre me gusta revertirla y verla por el otro lado del catalejo para decir ¿para qué la poesía en tiempos que no sean de penuria?
La poesía para tiempos que no sean de penuria sería para algún escepticismo, para que fuera un adorno. La poesía en tiempos de penuria…además no hubiera existido la poesía si solamente tuviera sentido en tiempos de no penuria, porque todos los tiempos de la humanidad han sido de penurias.
El peligro es que precisamente cuando hay una crisis humana, tan grande como la que hoy vivimos, lo primero que entra en esa crisis es la palabra, para que si la palabra no modifica la realidad. La realidad no es verbal. Creo que, por el contrario, es tan importante en tiempos de crisis que se dude de la palabra porque nos obliga a la palabra justa, no a la palabra mesiánica de los políticos, la palabra mentirosa de los capitalistas, la palabra fraudulenta de los comerciantes, sino que es un intento de algo (...) de que la poesía es el lenguaje de sintetizar.
De manera que creo que eso, sumado a la idea de que la poesía es una forma de pensar, que no puede prescindir de la filosofía, me parece de una utilidad extraordinaria. En mi caso personal, particular, la poesía ha sido para mí una especie de prótesis para andar por el mundo.
Usted que viene de un país de tantas penurias, ¿qué tanto ha sintetizado la poesía colombiana esas penurias? Creo que es muy presente, y afortunadamente presente no de manera programática. No es un “deber ser”. Porque hay una poesía lírica, elusiva, que no toca la realidad política y social, y está en todo su derecho. En mi caso, sí me interesa mucho, pero no de una manera programática, “las violencias” que viven nuestro país.
Hace poco publique una antología de poesía colombiana con ese tema, que se llama “La casa sin sosiego”. Un poco en oposición a la idea maravillosa de San Juan de la Cruz de tener la casa sosegada. Los colombianos jamás hemos tenido la casa sosegada. Y se llama “La casa sin sosiego” porque recoge poemas con el tema de las violencias, política, social, del narcotráfico, sin que sea un deber ser programático como quisieran a veces, digamos, los pragmatizadores de la inmediatismo político y de ideología.
Y es extraordinario ver cómo lo que parecía ser un tema solamente de la narrativa, ya que la novela de la violencia tuvo un principio en los años cincuenta y ahora, prácticamente, la novela colombiana no escribe de otro tema. Y es maravilloso ver, inclusive, poetas muy elusivos, muy distantes de lo social, hayan hecho poemas tan extraordinarios con un tema tan difícil.
¿No se le acusaría, entonces, a la literatura colombiana de ser monotemática? Sí, en buena parte creo que la narrativa se ha vuelto…Colombia es el país del monocultivo. Hubo un momento en que era el café. Produce toda una variedad de cosas, pero era el café. Del monocultivo literario, el único gran escritor, gran narrador es Gabriel García Márquez. Y del monocultivo pictórico, el único pintor es Fernando Botero. Y creo que ahora si hay una especie de monocultivo narrativo con el tema sicarial y el tema de la violencia en general.
A mí no me preocupa que fuera el único tema, sino que los tratamientos son muy parecidos y no parecen liados de la literatura, de la gran literatura, sino de la sociología, del historicismo, no la historia, y del trabajo bien hecho. En ese trípode se monta mucha la actual narrativa colombiana que, personalmente, me aburre mucho. Y digamos, se ha vuelta mu reiterada y en las últimas generaciones, que son generaciones de escritores que no parecen que estuvieran muy formados en la literatura, sino mucho más en el cine porque lo que sacralizan y lo que buscan es llegar a la pantalla, escriben una especie de guiones que inflan de manera de novela y muchos, en general, tienen muy buenas películas.
Y también está lo que parece una perversión de las grandes editoriales, que como privilegian un tema la gente termina escribiendo sobre eso, que no pasa con la poesía.
Para conocer la poesía de Colombia… ¿A quién leo? ¿A quiénes me recomendaría? La poesía colombiana tiene una tradición muy amplia. Habría que leer al primer poeta de la modernidad colombiana, que fue José Asunción Silva, que realmente antes de que existiera lo que le llaman la antipoesía de Nicanor Parra ya lo hizo él en “Gotas Amargas”. Es el gran poeta de la modernidad, dentro del modernismo, el modernismo latinoamericano, es como devolverle a España las carabelas cargadas de un nuevo sentido de la lengua. Después de los modernistas, la poesía no volvió a ser la misma en español y en eso contribuye mucho José Asunción Silva.
Pero a partir de ahí, la generación llamada “Los Nuevos”, de los años 20. Luis Vidal es un poeta extraordinario, de un gran humor y un gran pensador, y un creador de grandes imágenes. Diría que un poeta como Héctor Rojas Herazo, que además es un gran novelista olvidado, coetáneo de Gabriel García Márquez y tan importante en la narrativa como Gabriel García Márquez. Un poeta extraordinario en sus poetas. Y diría, por supuesto, Alvaro Mutis, que acaba de fallecer. Diría que habría que leer del grupo de los “nadaistas” a Jaime Jaramillo Escobar, que firmaba “X504”.
De mi generación diría que habría que leer a María Mercedes Carranza. De los poetas más actuales a Rómulo Bustos, un poeta del Caribe colombiano, de Cartagena de Indias, que es explendido.
Un poeta que se me olvidaba, un gran poeta también, de la generación aledaña a Piedra y Cielo de los años 40, era Aurelio Arturo.
Y recientemente algunas mujeres. Curiosamente no había habido un esplendor de la poesía escrita por mujeres en Colombia, no sé cuál es el motivo. No diría que el machismo, porque en México hay machismo y ha tenido grandes mujeres escritoras. Hay algo curioso. Pero de un tiempo para acá, hay voces jóvenes y las que más me interesan son las de las mujeres como Lucía Estrada, María Clemencia Sánchez, Mery Yolanda Sánchez.
¿Por qué cree que la poesía es minoría a la hora de contabilizar los ganadores del Nobel de Literatura? Me parece que en eso los grandes sellos editoriales tres géneros que me parecen, en el caso colombiano, los mejores: la poesía, el cuento, por lo que es bueno que se lo hayan dado a la cuentista Alice Munro, y el ensayo. Para mí es el trípode grande de la literatura colombiana, más que la narrativa.
Pero tienes razón. En general, sí hay un superávit de premios en la narrativa y una gran desventaja de la poesía.
Me ha hablado mucho de los editoriales y su monopolio. ¿Existen editoriales independientes de importancia en Colombia? ¿Qué piensa de este espacio alternativo editorial? Sí, hay una especie de red de editoriales independientes. En Colombia muy buena a partir de unos ochos o diez años. Editoriales que solo publican poesía, que arriesgan por el cuento, que no van a la fija, pues, y que no intenta crear bestseller. ¿Y sabes que es más importante? Curiosamente son ediciones muy bellas, muchas mejor cuidadas que la de los sellos editoriales comerciales grandes.
Yo hago de un poco abogado del diablo en esto, porque he sido publicado por grandes sellos editoriales, de un lado, y de otro, de los marginados. Pero si pienso que el auge que ha cobrado estas editoriales es de un gran beneficio.
Poema invadido por romanos
Los romanos eran maliciosos.
Llenaron Europa de ruinas
Confabulados con el tiempo.
Les interesaba el futuro,
Las huellas más que las pisadas.
Los romanos, Casandra, eran mañosos.
No fraguaron el Acueducto de Segovia
Como un ducto de agua y de luz.
Lo pensaron como vestigio,
Como un absorto pasado.
Sembraron de edificios roñosos Europa,
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.
No hicieron el Coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos,
tan poco apetecibles,
Ni para ver ensartadas
Como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco.
Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.
Mi amigo Dino Campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol.
Los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.
Como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.
El tiempo es romano.
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