Por Argénida Romero
Santo Domingo. Camina despacio. Sonríe. Saluda, estrechando con fuerza las manos. Sonríe. Habla de poesía, de pobreza, de revolución, del desencanto. Siempre sonriendo. Con sus ochenta y ocho años y a pesar de su figura frágil, la poeta nicaragüense Claribel Alegría parece llevar un canto por dentro que le permite mantener una eterna sonrisa, tan cadenciosa y fuerte como su voz y la poesía rebelde, intima y justiciera que la ha convertido en una referencia literaria conocida de la conciencia de su país y Centroamérica.
“¿Puedo hacerle unas cuantas preguntas?” –“Por supuesto”, me contesta y contra el reloj que marca el poco tiempo que resta para iniciar el recital en el que participará como parte de las actividades del III Festival de Poesía de Santo Domingo (celebrado el pasado 19 al 22 de octubre), Alegría me acompaña a una acogedora esquina en la segunda planta de la librería Cuesta. Se sienta con dificultad en uno de los sillones y, como desde el primer momento en que la saludé, sonríe.
Se me ocurre una pregunta que es, quizás, un cliché pero me gustaría su opinión al respecto. ¿Para qué sirve la poesía?
Para todo. Para mí es el idioma esencial. Es lo que aprendemos primero. Cuando no había idiomas yo estoy segura que las madres salvajes que tenían sus hijitos les cantaban en poesía. La poesía sirve para expresar el amor, para expresar el sufrimiento, para expresar tantas cosas hondas. Creo que el subconsciente aflora. Cuando uno escribe poesía uno escarba en su subconsciente. A mí me sirve mucho. Yo nunca me voy a la cama sin leer siquiera un poema. Nunca.
¿Cuándo y cómo descubrió su camino en la poesía?
Desde muy niña. Fíjate tú que mis padres, y también mis abuelos, tenían bibliotecas muy lindas. Mi padre, nicaragüense, recitaba a Rubén Darío siempre, así que yo crecí oyéndole. Mi madre también me recitaba, sobre todo a los del siglo de oro español. Y yo, antes de aprender a leer y a escribir, le dictaba poemas a mi mamá. Así que la poesía ha sido mi pasión.
Centroamérica ha sido siempre una zona convulsa, en lo que podríamos considerar bueno y no tan bueno ¿Qué podría decirme desde su visión de escritora de lo que es Nicaragua?
Es un país de contrastes. Es un país muy lindo como Santo Domingo. Tenemos la naturaleza que es maravillosa, pero al mismo tiempo existe una desigualdad tremenda entre pobres y ricos y eso no es justo. La mayoría de la gente vive en la gran pobreza, que apenas le alcanza para la canasta básica. El analfabetismo otra vez ha crecido. Entonces hay una injusticia, un desnivel tremendo y siempre nos están pasando cosas, siempre. Porque a los países más pobres son los que les pasan más tragedias y dentro de los países más pobres, a la gente más pobre cuando hay un terremoto, cuando hay una tormenta o un huracán, ellos son los que sufren más porque viven en casas de cartón, viven en casas de zinc. Eso me duele enormemente. Yo quisiera que eso se nivelara más, que no hubiera tanta riqueza y que se protegiera al pobre.
Viendo la actualidad de Nicaragua, donde hay elecciones próximamente, piensa que habrá entonces alguna esperanza de cambio a la situación que acaba de describir.
Yo no estoy por la reelección, pero prefiero no hablar de política.
Pues volvamos a la literatura ¿Cuáles considera escritores fundamentales de la literatura nicaragüense?
Bueno, si empezamos por Rubén Darío entonces. Rubén Darío fue un genio que cambio el idioma. Hasta los españoles reconocieron eso. Después de Rubén Darío y el modernismo, que él es el padre del modernismo, vinieron otros poetas fantásticos también, que eran el Padre Palé, Salomón de la Selva, Alfonso Cortés, que fue un poeta que murió loco. Figuras señeras, maravillosas. Pablo Antonio Cuadra. Todos esos son figuras señeras. Carlos Martínez Rivas, que ya es de mi edad y es menor que los que le mencioné primero y que fueron fundadores de movimientos. Ernesto Cardenal, y luego también, entre los más jóvenes, está Gioconda Belli, Deisy Samora, que es fantástica también. Ana Ilce Gómez. Pero mira, yo odio decir esas cosas porque de repente se me dan nombres y no es porque yo quiera, sino porque se me olvidan de repente. Pero te digo que entre todos están esos. Y luego ahora hay un movimiento de más jóvenes. Esos que te dije como la Gioconda, la Deisy, la Ana Ilce, esos son poetas de la revolución. Ellos surgieron con la revolución y lucharon por la revolución. Ahora es otro el panorama, porque ahora te estoy hablando de muchachos que nacieron en la revolución. Entonces, es una poesía muy distinta, una poesía de búsqueda, un poco de desencanto, un poco de desasosiego. Pero hay poetas muy buenos. Hay uno que murió hace muy poco. Francisco Ruiz Suriel, que se suicidó. También otro muchacho muy joven, creo que con treinta años, no sé si los ha cumplido, Carlos Fonseca Grisbi, que es muy bueno y parece mentira que siendo tan joven vieras como es de filosofo, tiene mucha filosofía.
¿Qué diferencia puede marcar entre la poesía de hace cuarenta o cincuenta años con la que se produce ahora?
Como te digo, antes en los tiempos de la revolución, la poesía estaba centrada en eso, en la esperanza, en que íbamos a ganar, en que los pobres iban a tener una esperanza y ahora no. Ahora los muchachos que escriben no vivieron la revolución y han visto con desencanto que lo que prometía la revolución no se ha cumplido.
En la actualidad se habla de un desinterés por las letras, por el humanismo ¿Qué debemos considerar para lograr que estas visiones signifiquen en este tiempo?
Lo que pienso es que hay que poner mucho énfasis en enseñar a leer a los chabales y enseñarlos a leer bien, que no solo lean las palabras así en libro sino que comprendan lo que están leyendo, fomentarles el amor a la lectura. Eso es indispensable. Y que conozcan no solo a sus compatriotas, no solo a los contemporáneos, sino también iniciarlos en los clásicos, que son de una gran riqueza y de los cuales uno nunca acaba de aprender.
Carta a un desterrado
Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Itaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estas tú donde estas.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.
Tu discreta Penélope.
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1 comentario:
Caramba, había escrito un comentario largo aquí y lo perdí, per intento de nuevo... Gracias, para comenzar, por llevarnos a sentarnos al lado tuyo y de esta poeta, que yo no conocía. Me ha gustado cómo ella toma la leyenda --o el mito-- de Penélope y lo pone de cabeza, usando un lenguaje sencillo que no exige gran conocimiento de los clásicos. Me ha encantado también que ella se niegue a caer en la mezquindad de la política, sin dejar de tocar temas sociales. La poesía, sin dudas, sirve para muchas cosas.
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