diciembre 31, 2006

Fin de año

No puedo evitar reflexionar un poco sobre este calendario que dejo atrás. Ni tampoco diluir la añoranza de los colores que han matizado los días de este moribundo año, en el suspiro de mis cavilaciones.

Muchos de estos días, que hoy despido, me han regalado la intensidad de un beso, de una caricia, de un reencuentro. Momentos inolvidables de emoción, de lágrimas y de sonrisas. Marcas indelebles de los que se fueron, y de los que se quedaron.

También me han dejado la decepción, propia y ajena, de las heridas inevitables, y de las evitables, de las promesas incumplidas, de las palabras inconclusas, del sueño despertado en las mañanas lluviosas del pesimismo.

Pero también (¡y que alegría!) me han dado la oportunidad de disfrutar del dulce aroma de la meta alcanzada, de estrechar la mano de quién me ha ayudado a continuar, de la verdad esparcida en el silencio de los hechos, de la resurrección de cada mañana después de despedir la oscuridad de mis ojos.

A las doce de la noche, yo, tú y los demás, diremos adiós a estos días, los buenos y los malos. Ojalá que esta noche, fuera del bullicio que acompaña esta despedida, podamos tener tiempo de renovar nuestros calzados, para así poder reiniciar nuestro camino.

“Ama y haz lo que quieras”. San Agustín.

diciembre 25, 2006

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“Sólo el amor y la muerte cambian toda cosa”. Arena y Espuma. Gibrán Jalil Gibrán

A veces, el silencio de una pregunta nos encuentra desarmados e indefensos. Desprovistos de armas, cansados de argumentos y justificaciones, decidimos soltar las manos y cerrar los ojos.

No podemos continuar. Una rabia luminosa nos descalza el presente y, grandiosamente vulnerables, nos damos cuenta que no debemos dar un paso más. Recogemos el estropicio de nuestras palabras y abrimos los ojos para sonreírle a la despedida.

Damos la vuelta con el corazón plenamente vacío de amaneceres y brevemente suspendidos, miramos nuestras manos, lo suficientemente sueltas y libres para poder asir los colores que nos permitan, nuevamente, pintar el horizonte.


diciembre 14, 2006

Feliz Navidad


Un gordo camuflado con barba blanca y un insistente jo jo jo es el protagonista. Luces de colores decoran las casas y las calles, en la medida que las distribuidoras de electricidad lo permiten. El sueldo trece o el doble, como prefiera llamarlo, fue noticia durante dos semanas. Los comerciantes se quejan a pesar de que las tiendas están repletas.

En esta época el rojo se pone de moda. Inevitable. La nostalgia hace fiesta en las soledades disfrazadas de aguinaldos. Suenan las campanas, las imaginarias, invitándonos a sentir el espíritu navideño a través de las tarjetas de crédito o de los doblados billetes.

Llega el día. Es la víspera de un nacimiento. La mesa se engalana. Pavos unos, pollos otros, “lechón” unos pocos, algunos nada. La caótica combinación de los merengues, las bachatas y las salsas nos hacen sentirnos en ambiente. El ron, el vino, la sidra y la cerveza no faltan.

Es Navidad. ¿Al niño del pesebre quién lo recuerda?