Estudiantes protegiéndose del sol en las escalinatas del Teatro Nacional. |
Desde mi visión de alguien que va cada año a la Feria Internacional del Libro a buscar lo mejor dentro de una bulla que me hace cada año la búsqueda más difícil, y menos grata, puedo decir que mi obstinación me depara siempre bonitas experiencias.
Fui el primer día, a eso de la una de la tarde. No había casi nadie. Pude husmear. Llegué a la caseta de Fondo de Cultural Económica y por fin pude encontrar una antología de Jaime Sabines. Solo quedaban tres y el dependiente me aseguró que me guardaría un ejemplar para el día siguiente, pues no tenía los 600 pesos para comprarlo en ese momento.
Pasé por la Pabellón de Perú. Una gran decepción no encontrar un solo libro de Blanca Varela y José Watanabe. Tampoco habían libros de Mario Vargas Llosa. Sobre él, el dependiente me dijo que se debía a que la casa editora, Alfaguara, y dueña de los derechos de este escritor peruano, no había cedido sus obras para venderlas allí, y que además tenían una caseta en la Feria. Me sonó más a excusa que otra cosa, pero ni modo.
Fisgonee y vi otros libros que me podrían interesar, como uno de la periodista y escritora Gabriela Wiener, a quien leí varias veces en la revista Orsai.
El momento simpático sin duda fue cuando, con el periódico de la Feria en mano, me di cuenta que tenía de frente al escritor que reseñaban en portada ese primer día. Christian Reynoso me saludó creo que algo sorprendido cuando me le presente. Caminamos juntos por el recinto ferial un rato y quede de ir a una presentación donde participaría, que era justo antes de otra detrás de la cual había ido.
Visité contados stands. Me di cuenta que habían buenos precios, en especial en libros clásicos. No me aventuré a la zona de los stand de los ministerios, un asunto que entiendo está de más. Vi que había una zona de selfie con imágenes de los protagonistas de la Revolución Constitucionalistas de 1965.
Escuché el conversatorio con Reynoso. Fue un descubrimiento. De él y la visión de Perú y el periodismo, y de esa literatura peruana que desconocía totalmente. Tomé notas, escribiré algo al respecto en otro post.
Ese día también compré el libro de relatos Pardavelito, de José A. Beltrán. Estoy casi finalizando su lectura y les puedo decir que después de leer libros de Rey Andújar y Juan Dicent, no había encontrado una narrativa tan hermosamente explosiva, creativa, visceral y honda como la de este chico dominicano.
La segunda vez que regresé fue para una actividad en la que me invitaron. Compartí escenario con Néstor Medrano en el Pabellón de Comunicación, dedicado esencialmente a Yaqui Núñez del Risco. Estuvimos una hora y media leyendo poemas y hablando sobre poesía. Habían pocas personas, pero era muy entusiasta. Ese día fui a buscar la antología de Sabines que dejé guardada. La encontré.
Me fui.
La tercera vez que regresé lo hice para encontrarme con una amiga y por esas casualidades geniales de la vida me encontré con el periodista y cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, con quien intercambie mensajes una semana antes de que iniciará la Feria del Libro interesada en entrevistarlo. Una conversación accidental pero maravillosa. Pasamos una hora, Alberto, mi amiga y yo caminando por la Feria buscando un libro sobre merengue típico de Rafael Chajub. No lo encontramos.
No pude ir a ninguna de las dos actividades en las que participó Salcedo Ramos, pues mi agenda periodística es una locura. Pero lo entrevisté. Espero que esta semana o la próxima puedan leer la entrevista que le hice.
La cuarta y última vez que regresé fue el sábado pasado, a la presentación del libro "Formas del Ascenso. Estructura Mitológica en Escalera para Electra de Aída Cartagena Portalatín", del escritor dominicano Rey Andújar, Trabajo publicado por Isla Negra y que Andújar presentó como tesis de su doctorado en literatura en Puerto Rico.
La presentación de Rey fue una delicia. Escuchar sus señalamientos, su pensamientos sobre una escritora tan neural en República Dominicana fue uno de los mejores momentos que viví en la Feria. Apuntar que en la Feria no vi un solo libro de Aída Cartagena. Hace años compré en una de las ediciones feriales uno de sus poemarios.
No volví más, aunque no me faltaron ganas de hacerlo. Veía el programa y tenía deseos de no ir a trabajar y pasarme un día ahí dentro, a pesar del calor y la muchedumbre, solo para estar en algunas charlas, para entrevistar a algunos escritores (aquí tengo que decirles que es penosa la cobertura que se hace de la Feria del Libro, con tanta gente interesante para entrevistar y actividades que reseñar, todo se queda en decir a quien se dedica cada día y a repetir casi a la exactitud los mismos clichés de cómo van las ventas y "la masiva asistencia". Ya escribiré lo que pienso de esto), e insistir en encontrar algún libro que quisiera...aunque no encontrara a Varela y Watanabe en el pabellón de Perú me quitara gran parte de este deseo.
Por cierto, estaban vendiendo la primera edición de mi poemario Arraiga. La primera con la portada que se cambió. Lo vendían a 10 pesos en la Librería de Cultura.
Y no estaba en el pabellón Escritores Dominicanos. |
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