Enero es un mes largo, pero no porque tenga 31 días. Es largo, tedioso y desesperante porque es la continuación de un diciembre que es cierre, expectativa, alegría, colores, fiesta. Diciembre también tiene 31 días.
Así que, digamos, es un justo equilibrio de lo que es la vida. Febrero es el mes limbo. Entramos en él con las contradicciones alineadas en un equilibrado desconcierto. Por eso, quizás, es el mes más corto del año.
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Empecé a leer "Una habitación propia" de Virginia Woolf.
Me gusta la manera en que el ensayo está armado. No hay rebuscamientos. Es una narración dialogante, una en la que caminas con ella, ves un gato, almuerzas y cenas con Virginia, la acompañas a la biblioteca y caminas por calles de Londres. Y en ese escenario te entrega sus argumentos, sus preguntas, su busqueda.
Me enteré que este año este libro es ya de dominio público.
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Sangro. Sangro mucho. Y sangro por más días.
Me quejo, pero también me maravillo del ciclo de mi cuerpo de mujer. Así como me maravillé a los catorce años, cuando sangré por primera vez. Así como cuando me maravillé cuando dejé de sangrar por un año cuando amamantaba a mi hijo.
Dejaré de sangrar y también me maravillaré por eso.
Maravillosos ciclos.
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Ella cada día está más débil y yo la pienso como el mejor personaje para una novela.
La quiero eterna, lo sé. No se puede, lo sé.
2 comentarios:
:)
...
Hola, Arge.
Hola, querida Yalo. :)
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