Las escuetas notas me recuerdan los días como olas, como el mar que se retrae y vuelve. Voy y vuelvo entre mis cosas, entre mi cama, mis libros, mi esposo, mi hijo, mi trabajo solitario, mis poemas sin escribir. Vuelvo y me voy.
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De las cosas que no anoto hay sentidos que recuerdo, como ese de quedarme en silencio mientras que otra persona problematiza mi vida sin conocerme. Debí responderle, pero no lo hice. La dejé ser y decir, inventarse la historia y yo darle material para ello. Si ella escribiera, me digo, quizás fuera una de las mejores narradoras de República Dominicana. No tiene talento para escribir, tampoco tiene talento para lo que cree tener talento, pero tiene una versión muy interesante de mi vida y mis decisiones a través de lo que no entiende sobre mi hijo.
Debí responderle, contrariarla, pelear por mi versión. Preferí divertirme, escucharla y divertirme, imaginarme en esa vida de martir, de mujer vencida por la circunstancia, necesitada de rescate. Me veo desde su creación y me parezco un buen personaje de drama trágico, mujer de sus circunstancias.
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Terminé de leer "Una habitación propia", aunque debería anotar que terminé de leer "Un cuarto propio", que es la traducción del título de este ensayo que tiene la edición que leí. En Venezuela, de niña, las habitaciones eran cuartos. Le decimos así, cuartos. Cuando llegué a República Dominicana, aprendí a decirles habitaciones, pero el uso común de la casa de mi abuela era decirles aposentos.
Aposentos es una bonita palabra que le da al espacio donde duermes, y tienes una mesa de noche llena de libros por leer, un halo excelso, una especie de categoría inmortal. O también una especie de rancio abolengo inexistente. En mi habitación, mi cuarto, mi aposento tengo una ventana donde para estas fechas se posan unas avecillas, cuyo nombre científico o popular desconozco. Tienen un lindo canto. Creo que se posan en los barrotes de mi ventana como si fuera una especie de parada guía, donde llaman a los demás para indicarles donde seguir o dónde están, o algún acontecimiento relevante de su probable rutinaria forma de existir.
Vuelvo al libro. Lo de la habitación, cuarto, aposento propio sigue siendo tan relevante hoy como cuando Virginia lo escribió. Sin duda hay más mujeres con su habitación, cuarto, aposento propio, y un contexto social, cultural y político para que muchas, me incluyo, podamos disfrutarlo. Pero hay tantas que aún no pueden tenerlo aunque lo quieran, algunas que no pueden ni siquiera soñarlo. Y otras que, peor aún, lo cierran y entregan la llave a un conserje o a un administrador. Se quedan fuera de su habitación, su cuarto, su aposento.
Otra nota del ensayo. Si algún día voy a Londres llevaré flores a la tumba de Aphra Behn.
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Pensando en mujeres y habitaciones, cuartos y aposentos propios... sigo sin entender el afán del morbo al martirio con el que se muestra la vida y obra de ciertas mujeres. En el cine, en la gente que hereda manuscritos... Se les despoja de su humanidad y parecen servir de escenario para egos y la distorsionada mirada de que el triunfo de las mujeres en el arte es, sobre todo, sufrir.
Le pasa a Ann Sexton y a Sylvia Plath. La mayoría, siempre hombres, las reduce a sus muertes, a sus enfermedades psiquiátricas. La vida de ambas queda reducida a esa diversión morbosa de verlas sufrientes, como a la virgen María.
Se tiene la habitación, el cuarto, el aposento propio en vida... pero también cabe la posibilidad de que después de tu muerte, aparezca algún inquilino que lo redecore.
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Fui moderadora de un conversatorio. Poco público. Se conversó mucho. Tres escritores. Hablamos sobre generaciones literarias y puentes. Veo el vídeo y creo que debo mejorar algunas cosas, pero lo hice bien para ser una primera vez.
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El fantasma a veces se transmuta a un zombi. Me observa con atención y a veces trata de atacarme. Luego vuelve a hacerse transparente, etéreo.
Guardo distancia.
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Regalé flores a un hombre.
1 comentario:
Argénida, hablábamos aparte de los blogs y de las dificultades que presentan estas plataformas, ahora descentralizadas y difíciles de poner en índices donde otros interesados puedan encontrarlas, pero veo esta paradoja en que los espacios que han perdurado a pesar de esas dificultades, como el tuyo, tienen sustancia y, como tu diario, hasta son más interesantes. Eso en parte, porque has definido más claramente tu voz e identificado tus intereses. Hay escasez de espacios en las redes que no sean explotados simplemente por fines comerciales y que presenten una verdadera alternativa de conversación. Quiero seguir leyéndote, aquí o donde mudes estos escritos, pues como te decía no tenemos que limitarnos a esta plataforma para continuar empleando las virtudes de este formato.
Me fui por otro lado, pero lo que quería decir es que has dicho mucho en esta nota, aquello de sentirte malinterpretada y distorsionada, y aunque dijiste que debiste responder, tal vez tu respuesta fue la mejor: mirar, observar, entretenerte.
El asunto de los cuartos aparte, o los aposentos, o las habitaciones, o las recámaras, es una obsesión de los escritores y artistas. Se necesita un espacio, aunque sea una esquina prestada, y esta es parte de la dificultad de género y clases que ha afectado el oficio de escritor. Me gustó como resumías esto una vez cuando yo comentaba de encontrar un refugio en las bibliotecas, y dijiste: "Huir para encontrarse".
El video del conversatorio lo he marcado, para ver luego.
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