Hoy coloque el charamico en la sala.
¿Qué es un charamico? Es la reconfiguración de un árbol, construído con ramas secas.
Es mi árbol para la Navidad.
Lo mantendré ahí, sin luces, hasta el 3 de noviembre, cuando mi yo ateo asuma un rito amplio de manera particular, guardar un día a los que ya se han ido, recordándoles.
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La semana pasado fui a leer poemas a un colegio. Me dijeron en entre todos sus grados y modalidades, suman más de 3 mil alumnos. Está dentro de la Base Aérea de la Fuerza Aérea Dominicana.
Amaralis y Carles, un escritor franco chileno, me acompañaron. Los tres participamos en la Semana Internacional de la Poesía, una actividad que creo tiene unos doce o trece años realizándose. Primero como actividad del Ministerio de Cultura, luego (por temas de un grupo que se va del Estado y otro que se queda) convivieron dos actividades parecidas. Al final, sobrevivió la del grupo que quedó fuera del ámbito estatal.
Un grupo de maestros, autoridades militares, maestros militares y estudiantes nos recibieron con mucho entusiasmo. Los chicos y chicas, guiados por una maestra, declamaron, actuaron, cantaron y explicaron temas y hechos relacionados con Salomé Ureña, gracias a quien se dedicaba ese lunes, 21 de octubre, a los y las poetas.
Salomé fue una poeta del siglo XIX. Escribía en versos rimados, dedicados a la patria, a sus hijos, a la naturaleza. Pero su mayor obra poética fue ser la mujer que abrió el camino a otras mujeres a la educación en República Dominicana, creando la primera escuela normal para señoritas, inspirada por Eugenio María de Hostos, a quien conoció. Hay más que decir de ella, de su vida, de su fuerza, de su familia, del esposo que la apoyó, pero que también le falló, no solo con la infidelidad, sino con el abandono. Pero al final, la historia fue justa, que rara vez lo es. Salomé tiene un día.
Amarilis, Carles y yo leímos un poema cada uno. Después del largo acto, que creo se extendió por dos horas, y fotos con estudiantes, maestros, autoridades militares y maestros militares, pasamos a recorrer pasillos para ver la exposición creada por alumnos de cada grado sobre un poeta o una poeta. El clima caluroso no hacía fácil el recorrido, pero el compromiso con los estudiantes, y sus calificaciones, me animó -al menos a mí-, eso y encontrar referencias de poetas que no me imaginé que vería (ese ejercicio de rescate del pasado). Tuve la grata sorpresa de encontrarme con una amiga escritora, en un lindo mural, en que las mariposas la rodeaban.
En ese recorrido me llamó la atención la cantidad de estudiantes por aula y el orden extenuado, y extenuante, en que podían acomodarse en el espacio.
- Disculpe profesor, ¿cuántos estudiantes tiene en esta aula?
- Sesenta y tres.
- Son demasiados. ¿Cómo puede dar clases así?
- Se hace lo que se puede.
También Amarilis, Carles y yo estábamos en un mural, acompañados con nuestros versos y las fotos de otros dos escritores invitados que no asistieron.
La mayor fama de un escritor o escritora es estar en el mural de una escuela y que un grupo de estudiantes se reuna a escucharte, y a tomarse fotos contigo.
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Nada más hermosamente rebelde que un pre adolescente que descubre su rebeldía como arma.
Nada más hermosamente agobiante que una madre que descubre su agobio como arma.
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