noviembre 21, 2023

21 de noviembre

Acostada, mirando el techo, mientras escucho uno de mis podcast favoritos. 

Quito la vista del techo y la dirijo a la lámpara de la mesa de noche. Veo un algo alado detenido en una de las flores de la campana de la lámpara, demarcadas por la luz artificial que las configura gracias a la tela traslúcida que las dibuja.

Me acerco con cuidado. Es una abeja. ¿Es una abeja? No estoy segura. Me sobre pongo al miedo de ser picada y me acerco. No le veo ningún aguijón. Sus patas parecen buscar algo sobre esa flor iluminada. Supongo que la forma la confunde, y busca en ella polen. Está confundida. ¿Está confundida?

Es de noche. ¿Las abejas se posan en las flores de noche? Supongo que la luz de la lámpara también la confunde. Le parecerá la luz del día. 

Una falsa flor, un falso Sol.

La sigo observando. La grabo con el móvil. Le tomo varias fotos. Comparto en las redes sociales.

"¿Cómo le hago entender que no es una flor real?". Es mi post.

La sigo observando. No tenemos un lenguaje común. Me separa de ella todo lo que puede separar a un ser humano, de sexo femenino, homo sapiens... ¿Ser humana, femina sapiens? ... de un insecto. Sin embargo, ahí estoy, viendo y haciéndome esta pregunta, preocupada por la confusión de la abeja.

Con la foto hago una busqueda inversa en Google. 

 "Andrena es el género más numeroso de la familia Andrenidae y uno de los géneros de abejas más numerosos. Cuenta con más de 1300 especies. Es de distribución predominantemente del hemisferio norte. Están ausentes en Oceanía y Sudamérica y en la mayor parte de África".

La abeja andrena camina sobre la superficie de la lámpara. Parece, creo, se ha dado cuenta de que su flor no es una flor; y posiblemente también que su luz no es una luz que venga del Sol. 

Su exploración la lleva a las cercanías del bombillo. Me preocupa que se queme. Lo digo en voz alta. "No te quemes". Empieza a volar dentro del espacio cilíndrico iluminado. No es una mariposa ni el bombillo es fuego; así que me dejo de preocupar por una posible combustión de la abeja andrena. 

Vuela en círculos. Se posa en la cercanía del bombillo. Retoma su vuelo circular. 

- ¿Qué haces? 

Me pregunta el esposo luego de saludarme. 

Mientras le cuento, la abeja decide salir de su recorrido circular de luz y flores proyectadas. Se estaciona en una de las almohadas.

Él abre la ventana. Con cuidado, acerca la almohada a la apertura y sacude despacio. La abeja se va. 

Le deseo un encuentro con una flor real, si sobrevive la noche.

***

Reviso los mensajes de respuesta en el video de la abeja en Instagram.

"No se lo digas, hará miel imaginaria, espacial para artistas". 

Le respondo a Luis Martín. 

"Tomo nota".

***

Escribo un poema sobre las manos.

Trato de escribir otro sobre la ficción de la calma, o el Sol, después de la tormenta. Una esperanza boba para quien la tormenta le quita la calma y lo deja a la intemperie de un soleado día.

El poema se resiste a ser. Insistiré.

***

Ante mi insistencia y la negación de la idea que no fluye sobre la hoja, recuerdo a un editor que me dijo que tengo diez años sin publicar. O sea, que soy una escritora olvidada, muerta.

¿Será?

Mientras, sigo escribiendo textos zombis y espero al menos una mención honorifica en ese concurso, donde he mandado un poemario que quizás le haya valido esperar diez años para ser leído.

Una esperanza boba, como la soleada calma después de la tormenta. 

De todas formas, soy un fantasma que escribe.

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