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A Aimee De León
Lavar camisas es un ejercicio de melancolía
para las mañanas de esperas rutinarias
cuando todo está tan bien dispuesto
que no hace falta consultar el horóscopo
ni maldecir las noticias
sólo caminar descalza, contar las nubes
y no hacer caso a los pronósticos de lluvia.
Hay que recogerlas como flores marchitas de una primavera lejana
revisarlas, una a una
regalarles una caricia para espantar los malos augurios
y, despacio, ir cosechando sus póstumos olores
el pudor de sus paisajes,
repasar, con cuidado,
el abismo de sus cuellos,
donde suelen morir los besos extraviados,
perturbar el murmullo de sus bolsillos
y halar el viento que se cuela en sus mangas.
A veces es difícil lavar camisas
cuesta despedir las huellas de sus andanzas
entonces es necesario
exorcizar sus costuras
olvidarse de los lugares comunes
(sala, balcón, baño, escaleras)
y convocar el recuerdo del insomnio
con su itinerario de fantasmas.
4 comentarios:
Me encanto! Gracias! Ay si la camisa hablara...bueh
Me alegra que te gustara.
Podemos, quizás un día, dejar hablar a las camisas.
Buenisimo! Lavar se lleva muchas cosas.
Gracias, Reidy
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