Hace unas semanas el escritor Luis Reynaldo Pérez me hizo una particular pregunta: ¿Por qué escribes? Quería mi respuesta para publicarla en su proyecto literario Luna Insomne, una publicación que ya está dando sus primeros buenos pasos.
Luego de dar una que otra vuelta y pensar en algo en que no se acostumbra a pensar, le dí esta respuesta que comparto con ustedes.
«Leí y he leído muchas veces que quién lee nunca está sólo. Supongo, entonces, que quien escribe tiene una población de fantasmas, de cuerpos y de tiempos en las manos, así que cuando escribo lo hago porque estos fantasmas, cuerpos y tiempos me hacen cosquillas. Y cuando tienes cosquillas te rascas.
Cosquillas y rascar no suena poético, que es lo que escribo, poesía. Así que aterrizaré y seré más sincera. Escribo porque me sale bien, me gusta como queda lo que escribo, dice algo, tiene algo. Y la escritura se convierte en un eco que va y vuelve, así que se hace inevitable y se convierte en un vicio. Así que tengo vicio por escribir y me sale bien. Digo esto, porque eso de ser escritor tiene un poco de todo, de voz y silencio, de una humildad (mal entendida) y de un ego (sobrevalorado).
Sé que no soy precisa. No hay razón certera (ni que convenza ni a mí ni a nadie) de por qué se escribe. A veces es como respirar, natural. Otras veces es como taladrar, difícil y agotador. Es vía de escape y encierro a la vez. Es mi moneda para pagar al presente.
En resumen, escribo porque me rasca las cosquillas de los fantasmas, los cuerpos y los tiempos. Porque me sale bien, tiene algo. Porque se me es inevitable y se me hace vicio. Porque la humildad y el ego se hacen buenos amantes en la escritura.
El resumen del resumen: lo hago porque sí.
Pero me gusta más leer.»
Luego de dar una que otra vuelta y pensar en algo en que no se acostumbra a pensar, le dí esta respuesta que comparto con ustedes.
«Leí y he leído muchas veces que quién lee nunca está sólo. Supongo, entonces, que quien escribe tiene una población de fantasmas, de cuerpos y de tiempos en las manos, así que cuando escribo lo hago porque estos fantasmas, cuerpos y tiempos me hacen cosquillas. Y cuando tienes cosquillas te rascas.
Cosquillas y rascar no suena poético, que es lo que escribo, poesía. Así que aterrizaré y seré más sincera. Escribo porque me sale bien, me gusta como queda lo que escribo, dice algo, tiene algo. Y la escritura se convierte en un eco que va y vuelve, así que se hace inevitable y se convierte en un vicio. Así que tengo vicio por escribir y me sale bien. Digo esto, porque eso de ser escritor tiene un poco de todo, de voz y silencio, de una humildad (mal entendida) y de un ego (sobrevalorado).
Sé que no soy precisa. No hay razón certera (ni que convenza ni a mí ni a nadie) de por qué se escribe. A veces es como respirar, natural. Otras veces es como taladrar, difícil y agotador. Es vía de escape y encierro a la vez. Es mi moneda para pagar al presente.
En resumen, escribo porque me rasca las cosquillas de los fantasmas, los cuerpos y los tiempos. Porque me sale bien, tiene algo. Porque se me es inevitable y se me hace vicio. Porque la humildad y el ego se hacen buenos amantes en la escritura.
El resumen del resumen: lo hago porque sí.
Pero me gusta más leer.»
2 comentarios:
Es que no sé que harías tú sin escribir. Morirías. Y no.
Escribir para salvarse.
Me ha gustado tu sentir.
No dejes de escribir.
Besos.
No creo que pueda hacerlo, dejar de escribir. Es un poco como dices.
Ayer, por cierto, leía un artículo escrito por Herta Müller, premio Nobel 2009. Se refería a las traducciones y a los traductores, pero señalaba algo sobre el oficio de escribir: "Quién sabe: lo que escribo lo tengo que comer, lo que no escribo: me devora a mí. No desaparece porque lo coma. Y no desaparezco porque me devore".
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