Miguel Hernández era español y murió encarcelado durante los sinsabores de la guerra civil. No he leído gran cosa de este poeta, mas bien he escuchado muchos de sus poemas cantados por Joan Manuel Serrat.
Ayer se cumplió un centenario de su nacimiento. De él recuerdo un poema siempre que escucho su nombre, un poema que una vez me leyó un amigo y colega del periodismo, Gustavo Olivo, maestro y ejemplo en este oficio que elegí y que a veces sufro.
Elegía
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
10 de enero de 1936
Miguel Hernández
4 comentarios:
Miguel Hernández ES grande. Sijé era su mentor, de quien luego se alejó. Pero nunca lo alejó de su corazón.
Al igual que tú no he leído mucho de de su obra, pero cuanto he leído me gusta mucho :).
Esa armonía perfecta que crea entre simpleza y vitalidad, me fascina.
¡Qué poderosa esa última estrofa! Wow! Bellísima.
Leerlo me ha traído nostalgia... Gracias por compartirlo :).
Wow, me quedé anonadado, qué buen poeta; especialmente esa figura "un manotazo duro, un golpe helado..." me devoró toda la atención.
Saluos!!
(P.S. 1.Un día, yo sería muy feliz si usted viniera a leerme
P.S. 2. Le recomiendo un poeta: César Vallejo; peruano.)
Franklin: Gracias por el dato. No lo sabía.
Sonia: Es un poeta de verso fuerte y hermosa. Una musicalidad que te lleva como si fueran alas.
@actvservidor: Gusto ver tu comentario. Te vi en el blog de Sonia. Vi tu blog, aun no me detengo a leer. Ya te diré que tal.
Que bueno que te haya gustado el poema.
César Vallejo...uff...me compré este último mes una antología de él. De los buenos, buenos.
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