agosto 09, 2024

9 de agosto

Un viernes leyendo un artículo científico sobre depresión perimenopáusica. 

El oficio me marca la pauta personal. 

Pero estoy segura que en el fondo lo que busco es un mapa. Somos nosotros de manera diferentes tantas veces nos permita la longitud de nuestra vida, y esta que soy ahora es otra que no era antes, pero que habita este cuerpo, y con él las dudas de las constantes mudanzas. 

De niña buscaba mapas en las nubes.

***

- Creo que me queda poco.

- ¿Poco de qué?

- Que me voy a morir pronto.

Hago una pausa. Es domingo. El calor húmedo del verano caribeño hace que las palabras sean como un algodón que se incendia en el aire.

- ¿Cómo lo sabe?

- Lo tengo en la mente. Lo tengo en la mente.

***

Cerré este texto. Cerré esta corrección.

Liviana.

***


Terminé de leer los cuentos de Hilma Contreras. Resumen: sus mejores relatos son los primeros. Tenían un impulso único, sus personajes tenían un arco por el que pasaba todo la magía y la doble moral del mundo rural dominicano. Cuentan también el escape de ese mundo, la ciudad como otra prisión, las alas tercas alzando vuelo. 

Luego, sus cuentos de señora son como estampas. Momentos capturados, un monólogo con sus fantasmas, con el malhumor de la vida, y a la vez, con la comedia en que se convierte mirarse hacia dentro. Entre ellos, algunos destellos de luz. 

***

Lo que queda de año será para leer los poemas de Anne Sexton.

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Hoy una mujer dominicana ganó la primera medalla de oro en unos Juegos Olímpicos. Se llama Marileidy Paulino. Tiene 27 años. Rompió un record al ganar su medalla. Es la mujer más rápida del mundo en los 400 metros. 

Corrió como una gacela. Es una mujer hermosa, de tez morena. Nació en un campo, en un pueblito, de una provincia al sur de República Dominicana. Don Gregorio se llama ese pueblo. Nunca he estado ahí. Busco fotos en Google. Es como muchos pueblos del interior, sostenido en la riqueza de sus ausencias. 

Marileidy recibió la medalla tranquila, sin aspavientos, sin lágrimas de emoción. Es como estar segura de sí misma sin artificios, sin otra actuación que la de estar ahí, de pie, recibiendo lo que merece, sabiendo que sus ágiles piernas son piernas de una humana, que esa medalla es un símbolo de algo muy suyo que nadie podrá conocer, y que ese podio es un instante, un maravilloso instante, cuya dimensión la medirá cuando esté sola, fuera de las cámaras, de los periodistas, de la gente, de los regalos, de las felicitaciones. 

El maravilloso instante de Marileidy, como la forma de la nube haciéndose eterna.


2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Cada día voy mudando dentro de mi cuerpo... y siempre a peor.

Argénida Romero dijo...

Suele pasar. Quizás lo peor, es lo mejor.