junio 13, 2023

13 de junio

Calor.

***

El viernes pasado estuve en una oficialía civil. Hay que solicitar siempre los mismos documentos para las mismas cosas que se renuevan. 

- Tiene que hacer fila para recibir el turno.

La fila es detrás del edificio. Hay sillas. Me coloco al final. Hago un lazo momentáneo de intercambios de experiencias con quien está frente a mí. La nota siempre es la queja.

- Esto es un tema. Hacer fila para un turno, pero por lo menos aquí hay sombra.

Adelantamos. Nos tocan las sillas. Se une otra mujer a mi dúo. Ahora somos tres, quejándonos. 

- Yo cogí una lucha para sacar una acta de defunción hace unos años. Y en al oficina, quienes atienden te tratan mal. Ni caso. Tuve que ir hasta Boca Chica. Semanas en eso y uno en sufrimiento por la muerte de un familiar...

Mientras, un empleado en la sombra bregaba con un tubo largo blanco. Movía la ramas de un árbol. Logra su cometido. Sale de la sombra con un mango en las manos.

***

Me toca desfilar en fila hacia la oficina. Una de compañeras comenta algo que no logro escuchar. El empleado, musculoso y fornido, le responde con tono malhumorado.

- ¡Oh! Pero no te pongas así. Solo fue un comentario.

Voltea hacia mí y la otra compañera de espera.

- Pero mínimo la mujer se lo negó anoche. Yo no me pongo así cuando mi mario no me lo da.

Me sorprende la estampa de respuesta porno sexual de quien hace un rato hablaba de duelo mortificado por la espera burocrática.

La otra integrante de efímero trío se ríe a carcajadas. Yo volteó la cara como quien no va con ellas. 

***

Nos dispersamos. El hombre musculoso y fornido me entrega el ticket. Es el 125. Van por el turno 86.

Me distraigo revisando redes. Publico un tuit sobre mi experiencia matinal. Veo reels en Instagram de manera automática.

A mi lado se sienta una de mis excompañeras de fila. Su turno es el 124. Habla de sus dificultades con el acta de nacimiento de su hijo, y que espera no pasarlas nuevamente. Fue una declaración tardía, luego de la muerte del padre del niño. Tuvo que buscar hasta las actas de defunción de los suegros que nunca conoció.

Llega su turno. La pierdo de vista.

Llega mi turno. Corro con poca suerte. Tengo que ir a arreglar un error a otra oficialía, otra no está escaneada y la otra tiene un error que hay que verificar en ese misma oficina.

- Puede esperar una hora por la última. La otra tiene que venir la próxima semana, se hizo la solicitud. Y con la otra, pues tendrá que ir a donde fue declarado a verificar y arreglar el error en el libro.

- Gracias. Espero.

Agradezco no tener urgencias de los documentos. Es algo que hago con antelación a una necesidad futura. 

Me reencuentro con la excompañera de fila, la del ticket 124.

- Todo bien. Aquí espero ya mi acta. 

- Qué bueno.

No la vuelvo a ver.

***

- ¡Pero cómo que tengo que ir a Barahona!

El señor alza la voz, grita, insulta. Necesita el acta de nacimiento con urgencia, pero su urgencia no calza con los cinco días laborables que le han dado para entregársela en esa oficina. 

Se le acerca alguien que parece ser de alto rango allí. Le pide que se calme. No se calma.

Todos miramos. Una mujer que parece ser la esposa del alterado hombre, se acerca con un paño a echarle aire. Le toma el antebrazo derecho con suavidad y se le acerca para decirle algo al odio. El señor se sienta.

- ¡Lo de ustedes es del diablo! ¡Este país es un desorden! ¡He sacado esa acta aquí antes, y ahora me dicen que tengo que ir a Barahona si la quiero hoy! ¡Coño! ¡Voy a perder el vuelo, mi pasaje que ya compré!

Un agente de seguridad y otros hombres, incluyendo alguien vestido de militar, se les acercan.

- Estese tranquilo, mi don. 

Media hora después, me encuentro al señor en el colmado cercano a la oficina. 

- Si tiene alguien en Barahona sería bueno que lo contactara, para que le resuelvan eso. Mi acta está asentada en Gascue, en la capital, y tengo que esperar cinco días porque no está escaneada. 

El señor me mira con resignación y congoja. Me explica que tiene 40 años viviendo en Estados Unidos, que tiene cuatro meses aquí, que se dio cuenta que tenía le pasaporte vencido, que no entiende porque aquí hay que renovar como si se sacara por primera vez el documento. 

Lo escucho. Le digo que lo tome con calma, que hace mucho calor, que le puede dar algo. 

- Menos mal que me hice ciudadana.

La señora lo dice con alivio y cierta superioridad de la oportunidad, frente al esposo.

***

Ha pasado una hora y media.

- ¿Está lista?

- Deje ver.

Toma el papelito. Verifica en la computadora.

- Tiene que esperar más. 

- ¿Vengo el lunes?

- Sí, mejor venga el lunes.

2 comentarios:

Naiboa Literaria dijo...

Ay mi país! Si no lo coges con suave-na, a cualquiera le da un patatú!

Víctor Manuel Ramos dijo...

Sí, recuerdo muchas colas y salas de espera de los años que me tocaron. En algunos sitios de esos, parte de mí sigue esperando.