febrero 14, 2013

El amor

Hoy es día de San Valentín. En mi adolescencia fui fan de ese día. Cartas a las amigas, color rojo en la vestimentas y sueños con mi amor platónico de turno o con ese primer novio cuyos besos en dos años no sumaron diez.

Con los años el amor, eso que llaman amor romántico, sexual, apasionado, te da porrazos y alegrías. Recibí mi dosis de una y de otra. Hoy soy una mujer enamorada de un hombre que dio casa al amor que madure con los años, a porrazos y alegrías.

Supongo que el amor es como la materia: no se destruye, se transforma. No creo en medias naranjas, ni creo en el amor eternamente sufrido o eternamente hermoso. Es, creo, como la vida: algo que está a partir de lo que somos y tenemos.

Pero ya que andamos cerca de día en que muchos aprovechan para demostrar y otros para ocultar lo que sienten, por alguna razón recordé una manifestación de amor algo contradictoria, pienso que para muchos. Es una nota de suicidio. La nota de suicidio de Virginia Woolf. Para mí, una expresión de amor que respira a la orilla de un precipicio. Es como la famosa historia de Romeo y Julieta, lo único que en esta el enemigo es la locura, y la muerte no es salida sino fin.

Aquí la dejo la nota de Woolf, que me llena de una triste ternura por el amor que se transforma, por el amor que abandona, por el amor que soporta y por el amor que muere con nosotros.


“Querido:
Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.

V."



En este es el vídeo se recrea la nota y el momento del suicidio de Virgina Woolf en la película The Hours, basada en una novela  escrita por el norteamericano Michael Cunninghan, y por la cual ganó el premio Pulitzer en el año 1999. Leí este libro mucho después de ver la película, estrenada en el 2001 y por la cual Nicole Kidman ganó el premio Oscar a mejor actriz principal.


2 comentarios:

Clarice Baricco dijo...

Tremenda carta, llegadora.
Que cada día podamos sentir amor aunque nos duela.
Abrazos, querida mía.

Argénida Romero dijo...

Abrazos, querida Clarice.

Duele, sí. Inevitable.