septiembre 04, 2010

De montañas y poesía…o de poetas y montañas (que no es lo mismo) II

No todo lo que brilla es oro. Proverbio popular

El sábado fue un día intenso. A pesar de las evidentes caras de cansancio resacado de muchos, el día empezó con buen ánimo, sobre todo de los poetas que inauguraron el ciclo de recitales.

Aunque en la mesa estuvieron varios escritores, dos de ellos se robaron toda la atención. Elsa y Rafael P. Elsa es uno de esos seres especiales, todo un personaje. Periodista y escritora. Doy fe de lo último y subrayo que los poemas que he podido leer de ella me han gustado mucho. A Rafael P. lo conocí en Santiago hace unos meses atrás en un recital en el parque de la ciudad. Igual que Elsa, es un todo un personaje. De él no he leído nada escrito, pero si lo he escuchado leer lo que escribe. Ingenioso y irreverente.

Recuerdo la lectura de los demás. Con sus tonos pausados, voces agradables, algunos poemas buenos. La sorpresa de una escritora de poemas infantiles (¡cuanta falta hacen!). Pero Elsa…Elsa es como la bofetada del otro lado de la cara (de la que Jesucristo hablaba, supongo). Nos habló sobre cosmos, nuevos seres humanos evolucionados, ciclos, sus objeciones a las religiones…y luego vino su poesía.

Rafael P. leyó lo que el señaló “una definición de una de las 40 clases de feminismos”, de un diccionario que al parecer anda redactando, algo al estilo del Diccionario del Diablo del periodista británico Ambrose Bierce. Por alguna razón, ni las expresiones de Rafael ni la forma en que las dijo le cayeron bien a Elsa y ella, en su particular forma de ser, hizo ser visible su incomodidad. Si los ojos mataran...

En un momento pensé que la sangre llegaría al río (algo exagerado, lo sé). Pero no. Rafael P. tiene la sonrisa fácil y el ánimo tan etéreo como para tomar las cosas con mucho dramatismo. Y Elsa solo es coraza dura por fuera.

Luego vinieron al turno los poetas de Mao, pero la llegada de una buena amiga me sustrajo de ese momento.

Poesía negra y los poetas que convocan
Retome mi asiento cuando iniciaba un homenaje a la poesía negra de Blas Jiménez. En primer lugar, lo de poesía negra no me acababa de llegar hasta que mi despiste reparo que se refería a lo que en bachillerato me enseñaron como poesía negroide. Y recordé a Nicolás Guillén y a Manuel del Cabral…

Mi segundo despiste es que no sabía que Blas Jiménez había muerto el año pasado. Nunca he leído un texto de él, aunque recordaba su nombre de algunas notas culturales. Así que trate de prestar atención.

El momento fue abierto con la actuación del Luis Arias, el cimarrón. Genial. Luego alguien empezó a hablar sobre Jiménez, sus aportes, su resumé profesional. Hizo algunas ponderaciones sobre sus libros…me aburrió. No recitaron ni una línea de sus poemas, de sus cuentos o de sus ensayos.

Luego nos tocó participar a los poetas que convocábamos…aunque no se precisamente qué. Me hace halago pensar que convocábamos alguna musa perdida, pero no creo en las musas. Estuve rodeada de buenos poetas. De todos, Valentín, Guido y Menoscal me emocionaron. También estuvo a mi lado mi compañero. Waldo me dedicó uno de sus poemas y el rubor se me salía por las pecas (la rima no fue intencional; el rubor, si).

Los movimientos
En el programa del festival estaban pautados reconocimientos a dos movimientos literarios: la Metapoesía y el Interiorismo.

Empiezo con aclarar mi postura. No soy amiga de los movimientos literarios, no pertenezco a ninguno. El terminó metapoesía lo escuche por primera vez esa tarde. Con el Interiorismo tengo una historia, breve pero historia. La resumiré: fui invitada, vi, conocí y me fui. Fin.

Ahí estaban los gestores de ambos movimientos: Jorge Piña y Bruno Rosario Candelier (que para señas es presidente de la Academia Dominicana de la Lengua). Ambos movimientos cumplían 20 años de fundados. En el acto estuvo presente la alcaldesa del municipio de Jarabacoa.

Don Bruno, así le llama todo mundo, fue el primero en recibir el reconocimiento. Hablo, como suele hablar, menos extendido que de costumbre. Siempre lo he visto como un gestor cultural que gusta de la literatura, que la examina desde su perspectiva y que propone. Un trabajo de muchos años que merece ser reconocido. Esto lo digo a pesar que su movimiento, el Interiorismo, para mí no tiene ni pies ni cabeza.

Piña dijo algunas palabras. Habló explicando sobre su movimiento, aunque sin definirlo. Ya en casa busque información. La definición más entendible la encontré en Wikipedia. La que ofrece el Movimiento Internacional de Metapoesia (liderada por dominicanos que viven en Estados Unidos) es una especie de caracol descriptivo que no me dijo nada. Y según yo, claro, creo que todo poeta escribió en algún momento un metapoema, entre ellos Borges. Entonces, ¿para qué el movimiento?

Los poetas del Interiorismo leyeron. Buenos poemas de muchos, que creo escribirían igual sino no fueran interioristas. Al menos, eso creo yo.

Desde fuera y desde lo alto (diáspora y “altísima poesía”)
Lo de la noche de ese sábado fue de antología, y no poética. Desde fuera nos llegó la poesía de la diáspora, dominicanos que no viven en el país, y de los extranjeros que viven aquí o que vinieron al festival. La otra cara la ofreció un grupo de poetas con “Clima de Eternidad” que alguien señaló como de la “alta poesía”, muchos de los cuales me demostraron que los premios no hacen buenos poemas, o lo que es lo mismo, no todo lo que brilla es oro.

El recital de “Versos sin fronteras” nos deparó agradables sorpresas a mí y a un grupo de amigos escritores cercanos. Romina (argentina que ya se nos quedo aquí), Zuleika y Michelle (de la vecina Puerto Rico) y Themys (dominicana residente en Estados Unidos) me emocionaron de manera especial. Las demás participantes, porque todas eran mujeres, no lograron ese efecto en mí. Aunque una de ellas tenía una manera de leer que hacía parecer que las palabras danzaban.

De esa parte mi mención especial la tuvo María, una señora dominicana residente en Estados Unidos. Y no fue por su efusiva manera de leer, sino porque leyó un poema en inglés sin traducirlo al español. A mi me pareció una necedad, pero lo escuché (nada del otro mundo). A Elsa le ofendió y le pidió, vox populi, que lo leyera en español. La poeta María se negó. Elsa abandonó el salón.

Lo que vino luego fue una mezcla de sorpresa, decepción, satisfacción y risa. La “alta poesía” hizo gala como montaña rusa. Ahí en la mesa estaban esos escritores (no había una sola mujer), los poetas que se supone son mi referencia, la mayoría premiados…muy premiados.

Uno de ellos leyó poemas que me recordaron un recital de segundo grado de primaria. Otro lo sentí en un tiempo lejano, ajeno a cualquier sensibilidad que me moviera. Otro me hizo extrañar los versos de esa maravillosa Aída Cartagena Portalatín. Otros dos me devolvieron la fe en que no toda la “alta poesía” era como la que había escuchado hasta ese momento (eso incluyó una porra de mi mesa a uno de ellos). Y otro…

¡Virgen de los encaramados! Ese otro dijo “glu, glu, glu”. Les juro por la muerte que me llevará un día que esa onomatopeya sonó como un cataclismo, dentro de un poema que no me había movido ni un suspiro. Y, si, tuve que llevar las manos a la boca para controlar mi risa y los que me rodeaban hicieron lo mismo. No podíamos creer de lo que la “alta poesía” era capaz…

Si es así de alta, yo prefiero seguir escribiendo en el subterráneo.

Después…después la noche fue bohemia hasta bien entrada la madrugada. Lo del domingo…eso ya se los contaré.

2 comentarios:

Víctor Manuel Ramos dijo...

He leído la continuación de tu recuento, interesante, como el primero... Pero algo me molesta: Es la clara impresión de que haya un mayor espíritu de crítica que de compenetración entre personas que se dedican a lo mismo. Me costaría mucho trabajo presenciar una escena en que alguien lee una poesía y otros se ríen de ella. El tan solo acto de valentía de exponerse de esa manera merece un mínimo de respeto.

Argénida Romero dijo...

Víctor: es una molestía y te entiendo. Pero te aseguró que fue una reacción que pocos pudimos controlar. Hasta ese momento, el del "glu, glu, glu" todos guardabamos atención y respeto, aunque no nos gustará lo que leyerán. Pero te confieso que fue algo que, al menos en mi caso, no pude controlar (pues no puedo hablar por otros).

La crítica en estos eventos siempre está y también de comprenetarse, tuve la ocasión de conocer de cerca a varios que solo conocía por referencia como a Federico Jovine, Themys Brito y Guido Riggio. También de otros escritores, como los del taller literario de Sosua.

Te repito, fue inevitable la reacción. Pero no puedo obviar algo que pasó en mi crónica, aunque sea cuestionable, y de lo cual se comentó mucho luego.

Aunque creo que el espíritu de crítica es mayor en este tipo de encuentros por una razón sencilla: son poetas escuchando a poestas.