Carmen espera, siempre espera. Mientras, cuela el breve murmullo de vida que la visita, cada mañana, desde la ventana. Un pedazo de cielo, un suspiro de nube, un ruido sin forma, una hoja que tiembla y se precipita al vacío de su mirada.
Y siempre observa, en su rutinaria procesión, a la nada que cruza sus pasos y recibe las manos que tocan las cicatrices de su camino. Extrañas manos que no conoce, pero que le regalan el recuerdo añejo de una caricia olvidada.
Entonces, Carmen cierra los ojos y juega con la canción posada en sus cabellos, y abraza el arrullo de su mirada, de su mirada llena de imágenes sin tiempo.
Regresan sus pasos, escurridizos y silenciosos, cargados de los viejos colores reposados en la paleta de un reeditado ayer que, moribundo y marchito, languidece dulcemente dormido en las paredes.
Y las lágrimas de Carmen llueven, escondidas, tras la sombra de las palabras que se escapan con el reloj y se despiden de su presente. Diluvio sin huellas, que dibuja el efímero canto, colgado en el breve murmullo de vida que se cuela por la ventana.
Así Carmen resucita, cada día más lejana, en su sonrisa.
Y siempre observa, en su rutinaria procesión, a la nada que cruza sus pasos y recibe las manos que tocan las cicatrices de su camino. Extrañas manos que no conoce, pero que le regalan el recuerdo añejo de una caricia olvidada.
Entonces, Carmen cierra los ojos y juega con la canción posada en sus cabellos, y abraza el arrullo de su mirada, de su mirada llena de imágenes sin tiempo.
Regresan sus pasos, escurridizos y silenciosos, cargados de los viejos colores reposados en la paleta de un reeditado ayer que, moribundo y marchito, languidece dulcemente dormido en las paredes.
Y las lágrimas de Carmen llueven, escondidas, tras la sombra de las palabras que se escapan con el reloj y se despiden de su presente. Diluvio sin huellas, que dibuja el efímero canto, colgado en el breve murmullo de vida que se cuela por la ventana.
Así Carmen resucita, cada día más lejana, en su sonrisa.
*Doña Carmen vive en el Hogar de Ancianos San Francisco de Asís. Foto. Argénida Romero
14 comentarios:
:$
Muy profundo, muy lindo.
Esa señora y los tantos viejitos más que viven allí fueron el motor para mí, de que más que lo material, nuestra vida va primero.
Apoyo tu lucha.
Tan sensible es el mundo que amo, que con una simple sonrisa, Carmen se convierte en una invitación a no olvidar que merecemos algo más que un nombre y un pasado.
Qué linda descripción...
A veces los viejitos cuentan historias en cada arruga... en cada diente que les falte... en cada cana de su cabeza...
Sabiduría...
Bello...
Excelente Arge...
Arge querida, ver el ánimo y la sonrisa de esos viejitos a pesar de las condiciones de salud en que se encuentran me confirmó que la esperanza y la fuerza interior solo se pierde cuando se quiere. Ellos reflejan tantos sentimientos de amor que es dificil no acoger su causa. Hay que continuar con esta labor...ellos se lo merecen.
Simplemente humana.
A veces ma apena ir a los asilos de ancianos pues muchos de ellos viven en una eterna soledad que solo la llenarían sus hijos. Sin embargo los ancianos son la fuente primaria de la sabiduría, que no está en las canas sino en la experiencia.
Realmente alli junto a esas canas, esas arrugas esta el secreto de la vida; es hermoso poder dedicar un poco de nuestro tiempo a ellos. Un abrazo.
todo un mondo de experiencias,vivencias se encierran detras de esaas arrugas canas, signos que el tiempo paso pero aun esta la vida...
good amiga...
mil besos desde la aurora...
Que bello Arg. En cada una de esas arrugas se esconde la experiencia y la sabiduría, cuanto me gustaría brindar una nueva sonrisa a esos viejitos, que a pesar de cómo viven tienen una que regalar...
Yo conozco y he conocido a muchas "Carmen" ... cada arruga y cada cana dibujan una sonrisa o una lagrima ... y asi comienza a despedirse ...
Un abrazo grande!
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