
La lluvia llega y la acaricia. Simple y estática se le han olvidado las razones, las palabras y las preguntas. Ahora solo es ella, cardinalmente ella. Mujer y soledad, mujer y canción, mujer y estrellas.
Sin nada que esperar, entrega la luz que se le derrama por las manos, ofrenda de amor, de pasión y de ternura. Abraza y teje colores con su voz, abraza y siembra primaveras en su camino, abraza y cierra los ojos para ver el cielo en su piel.
Dulcemente Venus, diosa del silencio y las lágrimas, renace beso a beso, contando las mariposas que revolotean en sus quimeras, en sus olvidos. El tiempo se eterniza en su pecho y sin contemplaciones le arranca el último suspiro.
Ahora se viste de girasoles, mientras el atardecer cae a sus pies y, eternamente propia, danza con la música que nace de su alma y sus sueños.
*Imagen: Estudio para "Mi mujer desnuda mirando su propio cuerpo transformarse en escalones, tres vértebras de una columna, cielo y arquitectura". Salvador Dalí