Hace 17 años compraba flores varias veces al mes detrás del Mercado Modelo, calle Benito Monción. Hacia una parada antes de llegar al trabajo. Rosas. Caminaba extasiada, dueña de algún misterio con olor, forma y color de esas rosas. Las colocaba en un florero, con un poco de agua. El pequeño cubículo y las rosas.
Mucho tiempo después vi una película, The Hours. Habían pasado años de su estreno. Uno de sus personajes era Virginia Woolf. Había leído un solo libro de ella, que reunía varios de sus relatos. Aún, ninguna de sus novelas, ni sus ensayos. Solo ese libro, un regalo con una dedicatoria sobre un alegado paralelismo con lo que Woolf escribía, o quizás con su historia, o quizás con sus inquietudes, o quizás con las rosas que me veían llevar varias veces al mes.
Compré el libro en que se basó la película. Leí un ensayo de Woolf. La escuche leer en un video de YouTube. Trate de leer una novela de ella.
Varias veces al año compro flores. También está quien me las regala, porque sabe que me hacen dueña de algún misterio con olor, forma y color de esas flores.
Hace tres semanas volví a ver la película. Hace dos semanas empecé a leer la novela Mrs. Dalloway de Woolf. Obvié el prólogo de Vargas Llosa.
"La señora Dalloway dijo que ella misma se encargaría de comprar las flores".
En los siguientes días, un misterioso hueco, con olor, forma y color de las decenas y decenas de flores que compré y me regalaron se instaló en mi estómago.
Respiré, comí, caminé, dormí y me desvelé sentada en ese hueco.
Luego entendí.
Tenía que hacer una parada, mirar las sombras de las flores, aceptar su innecesario misterio y mirarlo.
Poema 23 "una mirada desde la alcantarilla/puede ser una visión del mundo/la rebelión consiste en mirar una rosa/hasta pulverizarse los ojos". Alejandra Pizarnik.
El misterioso hueco ya no tiene ni el olor, ni la forma ni el color de mis flores. Ahora es un jardín.
Todavía no termino de leer la novela.
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