"El recuerdo es una manera de encuentro", Gibrán Jalil Gibrán
Siempre regresan despacio, ruidosas y persistentes como la gota que canta al olvido las noches de lluvia llena. Y el aliento de las calles se llena de colores con olor a trinchera, con sabor de guerras pasadas.
Entonces, te atrapa la melodía que dejaste colgada en un abrazo, dos mil quinientos cincuenta y cinco días atrás, y te quedas a merced del tintineo azulado de su aroma. Abres el alma, recién nacida, y se te escapan las luciérganas lunares que una vez, hace una eternidad de amaneceres, robaste al sueño de una promesa.
Desarmada, mortalmente ajena al leve presente que duerme en tu regazo, deletreas las palabras que cuelga de la pared, esas que no han huido a pesar de los conjuros sembrados en los miles de atardeceres estériles de voces y alas.
Llegan y se posan en el florero vacío, ansioso de flores lejanas; en las hojas sobre la mesa, signos del silencio; en el ruido ajeno, preñado de voces extrañas; en el ritmo lento del reloj, dueño de los duendes y las hadas.
Dulcemente mortales, transgreden los límites de la quietud y secuestran el libreto de las escenas repasadas. Ahora, eres tú con tus memorias, colgadas al viento sin luces ni máscaras.