Una vez explotó la primavera de un clamor, alto y hondo, que resonó en el corazón de las calles y corrió desbordado, encendiendo una flor en cada mano y una razón en cada mirada.
Y nacieron las utopías, cargadas de sol y fuego, en las pisadas de aquellos que, derribando el silencio del oprobio, entonaban un canto hacía la libertad.
Y se cantó tan fuerte, que aún hoy, en medio de la zozobrante agonía de nuestro destino, podemos asir nuestras moribundas esperanzas en el eco de su música, esa música que se mantiene suspendida en nuestro horizonte.
"Stat rosa pristina nomime, nomina nuda tenemus". ("De la primitiva rosa sólo nos queda el nombre, conservamos nombres desnudos"). El nombre de la Rosa, Umberto Eco.
abril 25, 2006
abril 09, 2006
Resucitadas
A las niñas del Hogar Renacer
Es casi increíble ver la fortaleza de sus manos, capaces de construir sueños con las estrellas que, meticulosamente, han cosechado de su oscuridad. Al amanecer no esperan el sol, salen a su encuentro y coronan con sus rayos sus cabezas.
Así resucitan cada día y siembran de eternidad la primavera con sus pasos. Los resucitados pasos de la vida que se les regala, su vida nueva, rehecha a retazos de dulzura y cantos.
Sobrevivientes del oprobio, ahora son emisarias de un milagro; del maravilloso milagro de caminar sobre el miedo y rescatar la esperanza, esa que ahora palpita en sus sonrisas.
abril 01, 2006
La justicia del deporte
La expectativa fue enorme. “Los mejores del mundo” contra los…”desconocidos”. La suerte ya estaba decidida, pues la mayoría, la que cree en el destino hecho por las necedades de grandeza, suponía que el resultado sería obvio: ganarían “los mejores”.
Las sorpresas no se hicieron esperar. Ganaban los desconocidos, los relegados del segundo deporte más popular del mundo. Muchos se extrañaban. ¿Por qué ellos? ¿Acaso no nos ha dicho que los otros son los mejores? ¿No son los otros los de los contratos millonarios, los de los anuncios de marcas famosas, los de los jonrones?
El primer mundial de béisbol nos mostró la otra cara de la moneda. La justicia ultrajada en la jungla del poder, en donde el fuerte, armado de todas las artimañas, sale triunfador; fue honrada en el campo del deporte.
Las sorpresas no se hicieron esperar. Ganaban los desconocidos, los relegados del segundo deporte más popular del mundo. Muchos se extrañaban. ¿Por qué ellos? ¿Acaso no nos ha dicho que los otros son los mejores? ¿No son los otros los de los contratos millonarios, los de los anuncios de marcas famosas, los de los jonrones?
El primer mundial de béisbol nos mostró la otra cara de la moneda. La justicia ultrajada en la jungla del poder, en donde el fuerte, armado de todas las artimañas, sale triunfador; fue honrada en el campo del deporte.
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