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Mariano Lebrón Saviñón (Foto: www.encaribe.org) |
Hoy es día del poeta en República Dominicana. Lo es por el natalicio de Salomé Ureña de Henríquez. Sus poemas son lectura obligada en las escuelas. La leí por eso. De sus poemas me gusta "
Mi Pedro", que dedicó a su hijo, Pero Henríquez Ureña, una de las lumbreras de la intelectualidad dominicana.
Pero hoy de quien quiero hablar, en parte, es de Mariano Lebrón Saviñón. No porque me guste, pues del movimiento al que perteneció, la poesía Sorprendida, prefiero a Franklin Mieses Burgos, Aida Cartagena Portalatín y Freddy Gatón Arce. De Lebrón he leído uno que otro poema. Desde hace horas ando buscando en internet uno que recuerdo por un verso vago...pero no lo he encontrado.
Pero este post tampoco se trata de la poesía de Lebrón Saviñón, quien falleció el pasado sábado a la edad de 92 años.
Se trata del duende de don Mariano.
Lo conocí hace años. Bueno, no lo conocí, lo vi. Trabajaba en el 2005 en la Academia Dominicana de la Lengua y estaba de visita un poeta argentino, cuyo nombre no recuerdo ahora. Minutos antes de iniciar la actividad vi entrar a don Mariano, quien presidió esa Academia durante años, y a su lado, sosteniendo sus brazos para ayudarlo a caminar, un joven alto, con cara adusta. Estuvo a su lado durante toda la actividad. Pensé que era su nieto.
Años después volví a encontrar a ese joven en las redes sociales. Sus textos eran reflexiones con destellos geniales de imágenes, a modo de rompecabezas o, a veces, tan sencillos como una taza de café sobre una mesa. Lo conocí en persona y era mucho más alto de lo que lo recordaba.a.
Y su forma de ser, tan rompecabezas y taza de café como sus textos, es igual a la de un duende, un ser fantástico que provoca alboroto y estruendo, que puede ser a la vez un niño y un viejo.
Cuando murió Don Mariano, el sábado, estaba desconectada de las redes sociales. Mi esposo fue quien me dio la noticia. Lamenté que muriera al que creí hasta ese día el abuelo de ese duende. Cerca de la medianoche decidí entrar a Facebook y con lo primero que me encontré fue con la sentida despedida del duende a Don Mariano. Así supe que no era su nieto, y supe también que mucho de lo fantástico de ese duende se lo regaló ese escritor de la poesía Sorprendida, a quien todos conocimos porque hablaba sobre literatura y lengua española en un programa sabatino llamado "Esta Noche Mariasela".
Confirme, conmovida hasta las lágrimas, que la literatura no solo hace puentes, también construye un diálogo entre las distancias generacionales, algo tan poco común en el mundo literario.
Aquí comparto lo que Gabriel del Gotto, el duende, escribió sobre Don Mariano, con previa autorización de su autor. Es la mejor manera de celebrar un Día del Poeta.
A los adioses nunca pude tenerles miedo, nací de ellos y nunca tuve a donde esconderme.
Cuando tenía 14 años, luego de haber sido expulsado de al menos un 50% de los colegios "bien" de esta ciudad, estaba yo en la Academia Militar del Caribe y se me pidió que recitara algo en presencia de un escritor "famoso" al que ellos habían llevado. Si bien nunca estaba en clase, ya sea por aburrimiento o por haber sido expulsado, siempre se me dieron demasiado bien algunas materias: historia, lengua española, filosofía, biología, astronomía y en fin, aunque aquello me parecía otro honor falso, me regalaban 50 puntos que no podía rechazar por esas que no se me daban nada bien. Aquel señor era don Mariano Lebrón Saviñón, recuerdo que recité un poema ingenuo, quizá nefasto, barroco hasta más no poder, pero sorprendentemente todos allí tuvieron tan mal gusto que me aplaudieron de pie, incluido don Mariano quien al acercarse a mi, de esta forma entró a mi vida diciéndome: "Aléjate de Umbral, de Neruda y de Becquer. Y ven a mi casa, en la Estrelleta, este jueves a las 4 de la tarde. Eres un poeta."
Nadie se resiste a ser halagado y menos un muchacho marginal, prepotente, solitario y desorientado. Fui a su casa por un tiempo de aproximadamente 1 año, nos hicimos amigos, me enseñó de estructuras, de belleza; me enseño a leer, cosa que nunca podré pagar, y me enseñó también a estudiar con mayor claridad los misterios.
Creía más en mi de lo que yo nunca podré creer.
Me narró su vida, los tesoros que dejó escondidos en sus viajes; me presentó con sus amigos y sus amigos con sus libros. Al pasar un año, ya el Alzheimer se hacía evidente y todas sus historias se borraban y mi amigo se iba alejando, poco a poco, casi a desconocerme. La última vez que lo vi me dijo: "La poesía me sorprende tanto que ahora me está quitando todo y me manda como a Rimbaud al exilio del nunca."
Gracias por quererme, por creer en mi y por tu paciencia, amigo.
Donde estés, espero que hayan grandes y buenas bocinas para oír a Bach. Te deseo todos esos poemas que sólo la luz absoluta conoce. Pasearemos por un jardín gigante, lleno de lindas muchachas que nos sonreían al pasar y habrán caballos trotando libres en todas partes y nos meteremos en muchos líos y la aventura seguirá por siempre.
Este es un homenaje que le hizo su sobrina, Mariasela Alvarez, en su programa.