Se que perderé el detalle de tu memoria, porque es que por más que uno quiera, con los años, el que no está se va borrando, así como esos libros queridos que se van deshaciendo en el librero. Llega un día en que las hojas se despegan, el libro queda incompleto, se va diluyendo hasta que desaparece.
Se que con los años te me vas a convertir en un libro deshecho, desaparecido.
Por ahora no. Todavía están muy frescas las páginas que me dejaste leer. La música de Bob, las cerámicas en el techo, tu risa asustada, tu cabeza cabizbaja, las confidencias del amor, la tristeza que te cruzaba la voz de vez en cuando.
Esa línea segura entre tú y yo que se fue diluyendo mientras nos hacíamos más adultos, tu primero que yo. Porque la distancia no siempre está hecha de espacio, también se construye con las miradas que alejamos cuando nos toca crecer.
Pensé que estarías ahí, cuando nos tocará llorar a los más viejos, pero a los viejos les tocó llorarte, como lloramos juntos a otros que debieron llorar a nuestros viejos. Nos toco leernos al revés.
Te recuerdo todavía tanto, que cada vez que entro a la plaza donde nos vimos la última vez camino con cuidado para tropezarme contigo. Con tu camiseta blanca, tus ojos pequeños, tu abrazo grande. Tengo un año deteniéndome de vez en cuando frente a esa puerta, por unos segundos, hasta que recuerdo que no hay casualidad que nos vuelva a unir, porque la distancia no siempre está hecha de espacios y edades, también está hecha de recuerdos.
Sé que nunca iré a visitar el lugar donde dicen que estás, porque no estás ahí. Ni siquiera estabas cuando apreté tu mano fría para decirte adiós. Te fuiste antes, mucho antes, cuando me diste la espalda en esa plaza y pensé que te vería otro día cualquiera.
Ahora solo me queda el miedo de que te desdibujes. Y eso también pasará, llegará el día en que ese miedo no estará, en que no me detenga unos segundos en ese lugar de la plaza donde te vi la última vez.
Ese día se que no te voy a recordar llorando. Quizás hasta se me olvidé que debo recordarte este día, así como olvidas el libro deshecho que ya no está en tu librero, pero que sabes que tenías, y recuerdas casi de memoria algunas de sus páginas y lo que ellas contaban.
Entonces la música de Bob, las cerámicas de algún estante, alguna risa asustada o alguna cabeza cabizbaja me recordarán que un día estuviste y que la cercanía está hecha de espacios, de edades y de recuerdos.
Y también de olvidos para que sobrevivas.