mayo 21, 2024

Relaciones y libros

Mi primera relación extrafamiliar importante fue con los libros. Me recuerdo como una lectora hambrienta con siete años, aunque sin mucho detalle o memoria de lo que leía en ese entonces, fuera de un escándalo entre mis padres por haber tenido acceso a un libro que no era para mi edad y que leía sin entender mucho. 

Luego vinieron otras relaciones importantes. Amigos y amigas, novios, maestros y maestras, compañeros en la escuela, en la universidad, en mis trabajos. Mucha gente ha pasado sobre esos hilos invisibles que nos conectan, y que se rompen con facilidad. Los libros se han quedado.

Con la gente que ha pasado por mi vida hasta ahora han existido esas relaciones marcadas por un libro. Pocas personas me han regalado libros, la mayoría de quienes me han regalado libros son hombres, y la mayoría de esos hombres han tenido un lugar en mi vida en su sentido romántico y pasional.

La novela Cien años de soledad está ligada a mí debido a un hombre de quien me enamoré. En ese embobamiento inicial de esa relación que fue, decidimos un reto cursi: leer la famosa novela de Gabriel García Marquéz al mismo tiempo. No la había leído antes. Tenía 25 años.

No sé, o no recuerdo, si el compañero de lectura, que no me regaló el libro, cumplió con leer la novela al mismo tiempo que yo. Tampoco recuerdo si la comentamos entre nosotros. El hilo de esa relación ya es un fantasma. Pero sí me recuerdo tomar esa edición económica, de páginas hechas con papel posiblemente reciclado, y leerla en cada espacio libre que tenía en esos meses. 

Hice el mapa genealógico de los Buendía en un pedazo de papel que guardaba entre las páginas del libro. La leí en ese entonces y jamás la volví a leer. 

Recordé este relación hace semanas atrás, luego de ver el trailer de la anunciada serie basada en este libro y escribí un pequeño hilo sobre esta memoria en XTwitter.

 


En la serie de tuits mostré una foto de ese libro que lleva en mi librero unos 18 años. También mencioné que me gustaría tener una edición bonita de Cien años de soledad para volver a leer esta novela. Mostré el ejemplar. Un deseo de decorado para la anécdota. 

Casi un mes después de publicar estos tuits recibí una llamada de un número de teléfono que no conocía. Contesté. Me hablaba una desconocida que me había leído, que se disculpó por quizás poder parecer más atrevida de la cuenta.

- Compré dos ediciones de ese libro. Te quiero regalar una. 

Había sido un día particularmente vacío. Un viernes caluroso y atareado, y su ofrecimiento fue una noticia bonita, como una cosquillas de duende, un amuleto literario. 

Agradecí y acepté. 

Días después llegó el libro a la puerta de mi casa. 

 

Me comuniqué nuevamente con la mujer que me había hecho el regalo. Agradecí de nuevo. Le prometí que buscaría la ocasión de que podamos conocernos en persona. Espero cumplir la promesa.

mayo 01, 2024

1 de mayo

Hoy murió Paul Auster. He leído varias notas donde elogian todo lo elogiable en un escritor. He leído algunas páginas compartidas de sus libros. Sé que hace poco, antes de que se informara sobre su cáncer de pulmón, había pasado por la perdida sin nombre, la muerte de un hijo. 

No he leído ninguno de sus libros. Algunos que sí lo han hecho se expresaban con cierta pureza literaria-superiodidad moral de casi sentirse únicos por sobre las personas como yo, cada día más ignorante en la medida que acumulan más libros leídos, que nunca han sostenido un libro de Auster. Supongo, y puede ser ignorancia literaria-justificación moral de que mi cita con el señor Auster, hoy fallecido, me llegará algún día. Eso espero. 

Me alegra, eso sí, que tanta gente lo haya leído, y que tanta gente aprecie lo que escribió. El señor Auster compró un pasaje a la única eternidad que existe: la de vivir en la memoria de otros que, sin conocerlo, guardan sus palabras. 

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Fue abril y llovió. Es mayo y llueve. Puedo continuar diciendo todo lo romántico que esto pueda evocar, pero viviendo en el Caribe tengo que agregar que ahora, sentada y tipeando este texto, agradezco que regresara la energía eléctrica y que detesto el vuelo pertinaz de algunos mosquitos alrededor de mis piernas.




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La ansiedad de esperar un primer pago como trabajadora independiente. 

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Hoy es el Día Internacional del Trabajador y la Trabajadora. 

Redacto un reportaje. Mañana entrevisto a alguien que vive en Costa Rica.

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Lo más delicioso de escribir es la soledad que cubre ese ejercicio.

Promocionar lo escrito me sigue dando vértigo. 

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¿Mis poemas serán suficiente tributo para ganar algo eternidad?

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Mi abuela, 92 años. Rescata sus historias, me las ofrece todos los domingos. La escucho, aunque hable de las mismas aves, de los mismos muertos, de la mismas alegrías, llore la misma tristeza, pasee por los mismos pasillos de esa memoria que se le enreda, que se le hace confusa, mágica, difusa. Sus palabras, su único y último bastión. 

Quiero comprarle la eternidad.