"Stat rosa pristina nomime, nomina nuda tenemus". ("De la primitiva rosa sólo nos queda el nombre, conservamos nombres desnudos"). El nombre de la Rosa, Umberto Eco.
marzo 04, 2025
4 de marzo
febrero 20, 2025
20 de febrero
febrero 05, 2025
5 de febrero
Seguimos con los estertores del fantasma del duelo. Lo veo y por fin entiendo su presencia, la idealización de su cercanía. El sueño roto que arrastra como la cadena de un condenado.
Por primera vez me reí de su presencia. Tomé una escoba y borré su rastro mientras se transparentaba. En un momento tuve miedo de la nostalgia. ¡Muchos años con su compañía! Miedo de su vacío. Dejé la escoba de un lado y lo vi con atención. El fantasma es un vacío lleno de esa que era yo. La cadena pendía de mi ombligo.
Tijeras en mano, hice el delicado corte. Se esfumó. Tengo, sí, una pequeñita herida, una real, certera y precisa. Una que me recuerda el daño, ahora sí, sin la idealizada presencia de la lejanía.
No sé donde ha ido ahora. Supongo que a ninguna parte y a todos lados, en tiempo pretérito perfecto.
Le dejé una nota, junto a la escoba. Si vuelve espero que la lea.
Nota: Me dañaste, pero yo te maté.
***
No he leído nada al respecto, pero tengo la sospecha que la memoria de los sonidos es lo último que queda.
- Mi mamá, ¿qué música le pongo?
- Mmmm (Piensa). No sé. ¿Cómo es que se llama?
Le menciono nombres, géneros... ¿Bolero?
- ¿Daniel Santos?
- Sí.
Abro el Spotify en mi móvil.
Ella canta el bolero. Mueve su cabeza al ritmo de la canción que habla de desamor, de despecho.
Un rato después me sonríe. Me confiesa que de pequeña quiso aprender a tocar guitarra. Se lo dijo a su madre, mi bisabuela, y le prometió que sí, que un día, cuando fuera más grandecita. En ese momento, me asegura, tenía cinco años.
La promesa nunca se cumplió. No pudo aprender a tocar guitarra. Diez años después huiría de su casa con mi abuelo. Lo hizo enamorada, me dijo alguna vez. "Yo amaba a Agustín", me confesó una tarde, con tono triste y solemne.
Pero sonríe al recordar su sueño de aprender a tocar guitarra.
- ¿Quiere escuchar otra canción?
- Sí, mi hija. Sí.
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Donald Trump. El mundo parece ahora una especie de tubo de ensayo. Las etiquetas cambiaron, pero siguen cumpliendo su función, asignarnos sitios en el imaginario de los distintos y distintas, a pesar que somos todos iguales.
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Tengo que escribir, pero leo. Y leo porque tengo que escribir.
Es mi círculo.
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Una dosis cada doce horas.
Debo recordarlo. Acercarme a él y decirle: "Es hora de la medicina". Le digo que es para que no se ponga enfermo, como se puso varias veces. Su mirada perdida, el temblor de su cuerpo, el mareo, al ausencia.
- Primero, el agua.
Es lo único que me pide. Un vaso de agua. Toma la medicina. Me aseguro que se la ha tragado. Luego, toma el agua.
Parece olvidar el ritual enseguida, pero yo no puedo, no debo olvidarlo.
Toca el piano, ve televisión, juega.
Parece no preocuparse. Parece saberse cuidado. Parece que sabe lo que yo sé: que cada doce horas, no importa que haga o donde esté (ya me tocó salir corriendo, despeinada, y tomar un taxi con el medicamento en las manos, catorce horas después), llegaré con la caja blanca y verde limón, sacaré el frasco marrón transparente y mediré la dosis.
Él sólo estará pendiente del agua.
enero 30, 2025
30 de enero
Enero es un mes largo, pero no porque tenga 31 días. Es largo, tedioso y desesperante porque es la continuación de un diciembre que es cierre, expectativa, alegría, colores, fiesta. Diciembre también tiene 31 días.
Así que, digamos, es un justo equilibrio de lo que es la vida. Febrero es el mes limbo. Entramos en él con las contradicciones alineadas en un equilibrado desconcierto. Por eso, quizás, es el mes más corto del año.
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Empecé a leer "Una habitación propia" de Virginia Woolf.
Me gusta la manera en que el ensayo está armado. No hay rebuscamientos. Es una narración dialogante, una en la que caminas con ella, ves un gato, almuerzas y cenas con Virginia, la acompañas a la biblioteca y caminas por calles de Londres. Y en ese escenario te entrega sus argumentos, sus preguntas, su busqueda.
Me enteré que este año este libro es ya de dominio público.
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Sangro. Sangro mucho. Y sangro por más días.
Me quejo, pero también me maravillo del ciclo de mi cuerpo de mujer. Así como me maravillé a los catorce años, cuando sangré por primera vez. Así como cuando me maravillé cuando dejé de sangrar por un año cuando amamantaba a mi hijo.
Dejaré de sangrar y también me maravillaré por eso.
Maravillosos ciclos.
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Ella cada día está más débil y yo la pienso como el mejor personaje para una novela.
La quiero eterna, lo sé. No se puede, lo sé.
enero 14, 2025
14 de enero
Los primeros diez días de un año nuevo son un espejismo de impulso.
Hay que aprovecharlos, creerse bala, proyectil, y tratar de dar en el blanco de la herida que los días que, luego, serán solo eso, días para gastar hasta que nos gastemos.
Al final, el fin y el principio de un año es una convención discutible, pero neciamente necesaria.
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Empecé a escribir un poema.
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Me deben trabajos. Una corrección desde julio. Y una redacción de un documento tan armado de hastío, esperas y remiendos, cuya utilidad venció hace meses, pero al parecer tiene alguna vigencia en ese universo tan confuso de los imprescindibles sin importancia.
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Crisis materna.
Hijo temperamental.
Madre premenopáusica.
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Mi abuela cumplió 93 años. Se me hace más presente y concreta a medida de que se hace más liviana.
Ya sé cuánto cuesta velarla y enterrarla. Trámites de precaución ante lo inevitable.
¿Y si muero primero? Moriré sin alcanzar su liviandad y eso sí que es una tragedia.
enero 01, 2025
1 de enero
***Esta agenda japonesa está triunfando en todo el mundo.
— Jorge Corrales (@Yosoycorra) September 6, 2024
Es muy bonita, es muy práctica, pero esa no es la razón por la que se vende tanto.
La razón es porque nos devuelve el sentido del tiempo ancestral.
Igual que los relojes.
Os lo explico en este hilo de #MaterialNarrativo. pic.twitter.com/7v5SiOIOCZ