septiembre 27, 2023

27 de septiembre

 Viernes en la noche. Fernando y yo estamos acostados, juntos. Me pregunta qué hice en la tarde, porque sabe que no trabajo ese día.

- ¿Dónde estabas, mamá?
- Fui a acompañar a una amiga que estaba triste.
- ¿Por qué triste?
-  Porque su papá se fue. Cuando la gente está triste necesita compañía. Después fui donde la abuela María.
- Abuela María, mamá.
- Sí. Te mandó un beso.

Le doy el beso. Ahora es mi turno.

- Y a ti, ¿cómo te fue hoy, Fernando?
- Bien, mamá
- ¿Qué hiciste en la escuela?
- Clases. Matemáticas y Español. 
- ¿Y le preguntaste cómo se llama a la profesora?
- Profesora, mamá.

Debo explicar mi punto.

- Bueno, es saber cómo se llama, cuál es su nombre. Mamá se llama Argénida, papá se llama Waldo y tú te llamas Fernando. Pregunta a la profesora cuál es su nombre.
- ¡Ah! Ok., mamá.

Busco seguir la conversación.

- ¿Y tus compañeros en la escuela? ¿Ya sabes el nombre de alguno?
- Sí, Ronald.
- Qué bien. 

***

Miércoles. Una de la tarde.

Hablo con el esposo. Me comenta que Fer se llevó a escondidas su tableta al colegio.

- La maestra me dijo que la sacó al final, cuando se acabaron las clases.
- Ese Fer es un caso.
- Le dije que no lo vuelva a hacer.

Quince minutos después llegan a casa. Fernando se cambia de ropa. Va a mi habitación y me enseña el fondo de pantalla de su tableta.

- Mamá, mira a Ronald.

Le tomó una foto a su recién conocido compañero de clases. La sonrisa amplia en el rostro de ambos me dice que se caen bien. 

Quería que conociera a Ronald, que viera quién es Ronald. 

Hay un mundo de felicidad que habita en las sonrisas de ambos, y en mí, cuando sonrío viendo la foto.

septiembre 24, 2023

24 de septiembre

No uso las palabras. La abrazo. Ella llora. Yo no puedo contener las lágrimas.

Mientras alrededor de nosotras otros oran, leen versículos de la Biblia y hablan de la creencia en una vida después de la muerte, conversamos, ella en un sofá y yo sentada en el piso, a sus pies, sobre el presente de la muerte.

Me cuenta que la enfermedad de su padre no lo convirtió en un hombre resentido, ni malhumorado, ni rencoroso con la vida. Aceptó, vivió dos años sin que sus riñones funcionaran, como un episodio de cada día. 

Ella, hija que restituyó el lazo, que tomó el peso de su sangre y lo convirtió en abrazo, pasó muchas de las últimas horas de su padre a su lado. El padre que en muchos momentos fue reclamo de ausencia, fue presencia en los años que su hija regaló el puente, un regalo que aceptó.

Ella llora. Me hace preguntas. ¿Qué sentido tiene?, me dice. Me pregunta por el sentido de la despedida. Yo, hecha de tantas despedidas que aun buscan sentido, hecha de un padre a quien maté y resucité, le digo que las despedidas no tienen sentido, que la muerte nunca es justa, que el sentido podría estar en la vida, entre el punto de inicio y el final.

- Eso me enseñó.

- Ese es tu regalo.

A veces el amor del peso y el abrazo recaé en el regalo inesperado del sentido cuando se parte, cuando esa partida es un episodio de día a día, cuando ese día a día se vive para decir adiós cruzando un puente. 

***

El chofer es haitiano. La voladora, ese pequeño minibús reconvertido en transporte de pasajeros, con asientos soldados en la improvisación de un espacio robado, va a la par de la velocidad y el caos de su español con acento francés.

Habla de lo que ha sido su vida en el país que ahora solo es signo de huída. Nos habla de todo lo que debe y agradece. Nos enseña papeles de una residencia que no le quieren renovar. Tiene un recibo de pago de impuestos. Nos dice que ha sido feliz aquí, que ha hecho una vida, que sus hijos han nacido aquí, pero ahora se tiene que ir "hasta que esto se calme".

- Si me toca pelear, peleo con ustedes.

Hace bromas, se ríe. Algunas (todas somos mujeres), defienden su forma de pensar. Otras dejan escapar ese dejo de superioridad, la que habita en ver al otro como un inferior.

Digo cosas banales. Le digo que se cuide, que ande con su carpeta con sus papeles, esos que no le quieren renovar, con ese recibo de pago de impuestos. 

En algún momento su mirada me mira desde el espejo retrovisor. Reconozco esa mirada.

Es la misma que vi hace más de treinta años atrás en el rostro de mis padres, días antes de irse del país donde nací, hacia un destino desconocido, justificado por sus esperanzas. 

***

Fito. 

Una tarde de un día de un mes del 2006, estaba sentada en una pequeña oficina, en una casa, en un lugar. Dos hombres me acompañaban, dos amigos, los consideraba en ese momento y los considero ahora, en 2023, a pesar y debido a todos los caminos de estos años. Pero ese día de 2006, estabamos allí, escuchando música, creo que había una cerveza, o no... mi único recuerdo nítido es cantar, junto a ellos, esa canción. Al lado del camino.

Anoche, 23 de septiembre. Veo, escucho y canto a toda voz la misma canción, coreando a su compositor y su interprete. Fito mueve su cabeza al ritmo que le dictan los dedos sobre el piano. Es un hombre de belleza extraña, única. Ya no es un flaco de larga melena como lo he visto en videos viejos. Es un hombre que de vez en cuando pasa sus manos por sus rulos canosos, ya no largos, pero no tan cortos. 

Tomo el celular. Mientras canta Al lado del camino. 

Termina la canción. Abro el Whatsapp. Le escribo a uno de los amigos de esa tarde de un día de un mes del 2006. Le envío el video, recordando ese lazo. Me responde. Nos queremos en esas heridas y alegrías de estos años. 

Acaba el concierto. Canté a toda voz, a todo pulmón, el milagro de la vivencia de un hombre salvado por la luz de su talento, salvado de él mismo y del mundo.

Abrazo a quien amo, a quien me ama. Saludo a gente, recibo y doy aprecio, gestos, besos. 

Reviso mi móvil y me doy cuenta que el video que envíe no grabó la canción. Apreté el botón rojo cuando finalizó, no cuando empezó. Le escribo al amigo, pido una disculpa, algo vergonzosa. No le da la importancia a ese error que yo sí le doy. Me agradece la presencia lejana. Le envío otro video en compensación, de otra canción. 

A veces solo el recuerdo importa, como las intenciones, aunque fallen. 



septiembre 20, 2023

20 de septiembre

Las similitudes y las diferencias.

El asunto es saberse parte de un conjunto similar, parecido, igual. Somos personas, somos humanos. 

El asunto es saberse diferente dentro del conjunto. Y saberse diferente dentro de otros varios subconjuntos donde también somos similares.

El equilibrio de la moneda.

El otro asunto es convertir las diferencias en collares que colgarse. Predicar sobre la superioridad de esos collares, la pretendida superioridad. Sacarle brillo a los collares, pelear por ellos, vaciarse de cualquier sentido de similitud, de igualdad. Subirnos en una tarima, y mirar desde abajo a los demás, similares y diferentes, y mostrarles nuestros collares.

Ser solo la cara o solo la cruz.

Apostar solo a uno de los dos lados.

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Ha dicho siempre mi abuela que nadie es moneda de oro para caerle bien a todo el mundo.

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A veces hay miedo sobre el futuro de otros. 

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Pensar por primera vez en la posibilidad de que te dejen de amar, con conciencia, como mirando las nubes acumuladas en una esquina del cielo. Un pronostico. 

Puede llover. Puede no llover.

Antes ha llovido, sin que advirtiera el pronostico. 

Saber que hay paraguas. 

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Leo a Leila Guerriero.

"... cada vez nos parecemos menos. Es una buena noticia: logramos no caer en el barro de la mímesis siamesa. Cuando escucho que alguien se separa porque “no teníamos un proyecto juntos” me pregunto si estar vivos al mismo tiempo en el mismo planeta no es suficiente “proyecto juntos”."

septiembre 07, 2023

7 de septiembre

Desde la entrada de la estación trato de conectar los audífonos al móvil y desconectarme de todo ruido alrededor. 

Mecanismo de sobrevivencia, que es falible en la medida en que tardes en sacar los audífonos de la cartera.

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- Usted ve eso. Esas trenzas. Ese peinado tan feo. Eso es de haitianas, de africanos. Eso no es de dominicanos.

El señor, que no es moreno, pero sin duda es tan mestizo como todo el ser humano en el mundo, me lanza el monólogo. Supongo porque era quien caminaba casi junto a su lado.

No lo miré mientras hablaba, ocupada en buscar mis audífonos en la cartera y colocarlo en posición de muro frente al mundo, al pequeño mundo de los pasillos de la estación y el vagón del Metro.

Trato de buscar un espacio lejano al señor para esperar la llegada del tren. 

***

La necesidad de etiquetas, de ser nicho, de ser especial, diferente.

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Nacer en un lugar, crecer en otro. Tener de ambos lugares. La complejidad de pertenecer, dejar de pertenecer, no querer pertenecer y lograr pertenecer.

Limbo y conquista.

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Soy de donde no nací. Y viceversa.



septiembre 04, 2023

4 de septiembre

"Pero el dos no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración de otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales".

Pequeño poema infinito (fragmento). "Poeta en Nueva York", Federico García Lorca


***

La vulnerabilidad es desnudez. El cuerpo hermoso de las heridas habitadas. Un jardín. 

Mostrarlo es un regalo.

***

Recordar el día de lluvia en que descubriste que deponer ciertas armas no es una derrota. 

Recordar el día de lluvia en que descubriste que una bola de nieve puede convertirse en una luna, y dar sentido a tus mareas.

***

Compartir confesiones entre el bullicio de los lectores que buscan libros, un ejercicio de mimetismo. 

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Feria del Libro. Compré libros para el hijo. Ninguno para mí. Caminar hasta agotarse, tomada de la mano con él. Mirar los cuadros, hablar con la artista de un díptico en que una ciguapa vuela, mientras los árboles juegan a ser raíces en sus pies. Sonreír con él. Abrazarlo a él. Observar, ambos, al niño que observa, que se distrae, que se sorprende mientras salen cajas de la nada.

***

Pendiente escribir sobre la Fiera del Libro. 

Apariencia que mejora, libros, reencuentros. Y la narrativa detrás de los escenarios.

***

Extrañar a la abuela. Poner día de agenda para abrazarla.

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Renovada coquetería de dejar una nota en un libro que devuelves, junto a la flor de un cactus. 

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"Los muertos odian el número dos, 
pero el número dos adormece a las mujeres
y como la mujer teme la luz
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los cementerios".

Pequeño poema infinito (fragmento). "Poeta en Nueva York", Federico García Lorca