septiembre 30, 2007

Carmen



Carmen espera, siempre espera. Mientras, cuela el breve murmullo de vida que la visita, cada mañana, desde la ventana. Un pedazo de cielo, un suspiro de nube, un ruido sin forma, una hoja que tiembla y se precipita al vacío de su mirada.

Y siempre observa, en su rutinaria procesión, a la nada que cruza sus pasos y recibe las manos que tocan las cicatrices de su camino. Extrañas manos que no conoce, pero que le regalan el recuerdo añejo de una caricia olvidada.

Entonces, Carmen cierra los ojos y juega con la canción posada en sus cabellos, y abraza el arrullo de su mirada, de su mirada llena de imágenes sin tiempo.

Regresan sus pasos, escurridizos y silenciosos, cargados de los viejos colores reposados en la paleta de un reeditado ayer que, moribundo y marchito, languidece dulcemente dormido en las paredes.

Y las lágrimas de Carmen llueven, escondidas, tras la sombra de las palabras que se escapan con el reloj y se despiden de su presente. Diluvio sin huellas, que dibuja el efímero canto, colgado en el breve murmullo de vida que se cuela por la ventana.

Así Carmen resucita, cada día más lejana, en su sonrisa.


*Doña Carmen vive en el Hogar de Ancianos San Francisco de Asís. Foto. Argénida Romero

septiembre 15, 2007

Calendario

"La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artifício, logramos sobrellevar el pasado". Gabriel García Márquez.


Desmemoriar al recuerdo cuesta mucho
se necesitan setecientas noches de olvido
-me susurró la mariposa que se enredó ayer en la ventana-
Apenas llevo cincuenta
y aun la sombra de su mirada
ronda este espejismo, atado en los suspiros de la tarde.
Me restan seiscientas cincuenta
para descolgar la sombra de sus caricias vespertinas
y exorcizar las palabras
que todavía se esconden en mi oído derecho.
Además, tengo amontonadas
cuatrocientas dieciocho páginas
de descriptivo idilio y desconcertantes promesas llenas de polvo
y que, junto a las historias de todos los días
reposan en el ruedo de mi falda.
Y en este singular rescate
donde te pierdo y me encuentro
voy sembrando girasoles
para entretener las lágrimas que se escapan en las mañanas
cuando toco la ausencia de tus labios
y comprendo, descalza de pasiones
que tu tiempo se va quedando rezagado
en los pasos que dibujan las calles.
Me restan cincuenta y cuatro semanas, más o menos
de este taciturno ejercicio
en el que te despido a sorbos de madrugada
mientras propongo al reloj
volverte pretérito indicativo de mi ausencia.
Pero todavía me quedan
seiscientas cincuenta noches de olvido
cuatrocientas dieciocho páginas de idilios y promesas
y unas cincuenta y cuatro semanas de taciturno ejercicio
para desmemoriar tu recuerdo.

septiembre 02, 2007

Apuesta


A Patricia y Frank

Después de todo había llegado el día. Algunos reflejos de tensión y cansancio se asomaban en sus rostros, pero nada había logrado apartar de sus miradas la ilusión nerviosa que asomaba sus colores junto a los últimos palpitos de esa tarde.

El la esperaba, ella tomo su mano. Juntos conciliaron sus dudas. Prometieron velar sus incertidumbres y compartir sus certezas. Amparados bajo la omnipotente presencia de lo indescifrable, atraparon la caprichosa sentencia de su corazón entre sus labios.

A pesar de la oscuridad que de vez en cuando se cuela en el destino, de las canciones que se pierden en las calles, del dolor que se acumula en las esquinas, de las sonrisas que mueren en las prisas de los pasos. A pesar de todos y de ellos mismos, estaban ahí. Apostando al amor.