- ¿Dónde estabas, mamá?
- Fui a acompañar a una amiga que estaba triste.
- ¿Por qué triste?
- Porque su papá se fue. Cuando la gente está triste necesita compañía. Después fui donde la abuela María.
- Abuela María, mamá.
- Sí. Te mandó un beso.
Le doy el beso. Ahora es mi turno.
- Y a ti, ¿cómo te fue hoy, Fernando?
- Bien, mamá
- ¿Qué hiciste en la escuela?
- Clases. Matemáticas y Español.
- ¿Y le preguntaste cómo se llama a la profesora?
- Profesora, mamá.
Debo explicar mi punto.
- Bueno, es saber cómo se llama, cuál es su nombre. Mamá se llama Argénida, papá se llama Waldo y tú te llamas Fernando. Pregunta a la profesora cuál es su nombre.
- ¡Ah! Ok., mamá.
Busco seguir la conversación.- ¿Y tus compañeros en la escuela? ¿Ya sabes el nombre de alguno?
- Sí, Ronald.
- Qué bien.
Hablo con el esposo. Me comenta que Fer se llevó a escondidas su tableta al colegio.***
Miércoles. Una de la tarde.
- La maestra me dijo que la sacó al final, cuando se acabaron las clases.
- Ese Fer es un caso.
- Le dije que no lo vuelva a hacer.
Quince minutos después llegan a casa. Fernando se cambia de ropa. Va a mi habitación y me enseña el fondo de pantalla de su tableta.
- Mamá, mira a Ronald.
Le tomó una foto a su recién conocido compañero de clases. La sonrisa amplia en el rostro de ambos me dice que se caen bien.
Quería que conociera a Ronald, que viera quién es Ronald.
Hay un mundo de felicidad que habita en las sonrisas de ambos, y en mí, cuando sonrío viendo la foto.
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