mayo 01, 2024

1 de mayo

Hoy murió Paul Auster. He leído varias notas donde elogian todo lo elogiable en un escritor. He leído algunas páginas compartidas de sus libros. Sé que hace poco, antes de que se informara sobre su cáncer de pulmón, había pasado por la perdida sin nombre, la muerte de un hijo. 

No he leído ninguno de sus libros. Algunos que sí lo han hecho se expresaban con cierta pureza literaria-superiodidad moral de casi sentirse únicos por sobre las personas como yo, cada día más ignorante en la medida que acumulan más libros leídos, que nunca han sostenido un libro de Auster. Supongo, y puede ser ignorancia literaria-justificación moral de que mi cita con el señor Auster, hoy fallecido, me llegará algún día. Eso espero. 

Me alegra, eso sí, que tanta gente lo haya leído, y que tanta gente aprecie lo que escribió. El señor Auster compró un pasaje a la única eternidad que existe: la de vivir en la memoria de otros que, sin conocerlo, guardan sus palabras. 

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Fue abril y llovió. Es mayo y llueve. Puedo continuar diciendo todo lo romántico que esto pueda evocar, pero viviendo en el Caribe tengo que agregar que ahora, sentada y tipeando este texto, agradezco que regresara la energía eléctrica y que detesto el vuelo pertinaz de algunos mosquitos alrededor de mis piernas.




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La ansiedad de esperar un primer pago como trabajadora independiente. 

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Hoy es el Día Internacional del Trabajador y la Trabajadora. 

Redacto un reportaje. Mañana entrevisto a alguien que vive en Costa Rica.

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Lo más delicioso de escribir es la soledad que cubre ese ejercicio.

Promocionar lo escrito me sigue dando vértigo. 

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¿Mis poemas serán suficiente tributo para ganar algo eternidad?

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Mi abuela, 92 años. Rescata sus historias, me las ofrece todos los domingos. La escucho, aunque hable de las mismas aves, de los mismos muertos, de la mismas alegrías, llore la misma tristeza, pasee por los mismos pasillos de esa memoria que se le enreda, que se le hace confusa, mágica, difusa. Sus palabras, su único y último bastión. 

Quiero comprarle la eternidad. 

abril 15, 2024

15 de abril

Ya está bueno de hurgar en las heridas primales, aquella de la nostalgia o de la mirada hacia el futuro, o el presente, que dibujo en casas que no existen, en aquello que pudo ser y no fue, en personas que debieron estar y no estuvieron, en duelos para el futuro.

Ya está bueno.

Escribiré ahora sobre la carne del amor que fue, del amor que es y del amor que podría ser. De besos, de ropa en el piso, de rabia por la carne que extrañaste, que extrañas y que extrañarás. De delicioso orgasmo que conociste conscientemente, por primera vez, mientras tomabas un baño, de los besos que te hicieron llorar y reír. De la carne que envejece y busca sentir.

Escribiré sobre el dolor, el gozo, el despojo y la venganza de esa carne. De su muerte, resurrección y asunción a la vida real. Del goce que se guarda en el recuerdo, y en el olvido.

Escribiré.

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Repite las mismas historias. Eso cansa a los demás, pero no a mí. Pongo atención a sus quejas rutinarias en torno a las cosas que cree que pierde, pero que están ahí. Eso miedo de perdida que no la deja en paz, porque sé que es el camino que recorre, porque sé que trata de salvarse de perderse a si misma. 

Y es tramo final de un camino que quiero que sienta que alguien la acompaña, que la escucha, y que su bolso verde siempre estará esperándola encima de la cama.

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Abres un bultico, de dos que había olvidado en el closet (donde guarda un mantel con lindos bordados que dice qme va a dejar de herencia), y encuentras varios recordatorios funerarios.

Josefina del Rosario murió en 1970. El recordatorio está como nuevo. Ha sido guardado con cariño, con respeto. 

¿Quién era Josefina?

- Era la mamá de Consuelo y Herminia.

Conocí a Consuelo. Sé quien es Herminia.

¿Quién era Josefina?

Me explica un lazo confuso,sobre el que concluyo que era prima de su madre, mi bisabuela. 

Hace 54 años que Josefina murió. Su recuerdo en el papel está bien conservado, y fue tan bien guardado que hoy veo cuánto fue querida por alguien que casi no la recuerda.

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Tomo un taller de escritura de novelas.

¿Me atreveré?

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Esto de trabajar en casa tiene su gracia y su desgracia.

La gracia de manejar tu tiempo.

La desgracia de manejar tu tiempo.

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Ese engorroso trabajo de enseñar límites.

Y de seguir aprendiendo sobre los tuyos.


abril 02, 2024

2 de abril

Se llamaba José Soriano. Sabía cocinar. Era carnicero. En Semana Santa hacía moro de guandules (arroz con guandules) y pescado guisado con coco a su familia. Asaba puercos para Nochebuena. Era mujeriego. Reconoció a su primera hija, a la que le habían ocultado, en una casa en la ciudad. En conversaciones le confesó su paternidad y ella, al parecer, la verificó. La convenció de que el mejor lugar para ella era él y su esposa, Serafina. 

Enseñó a su hija menor, supongo que también a sus otros hijos e hijas, a montar caballo. La protegió de un "tío del dictador Trujillo". Murió cuidado en la casa de esa hija, mi abuela. Ella me cuenta sobre él y llena de sentido la foto que cuelga de la sala. José Soriano mira con severidad blanda, con esas facciones tan parecidas a sus hijos, a los que conocí, llorado con nostalgia por su hija menor, que lo extraña y lo ha visto en sueños durante los últimos meses, a los pies de su cama, consolando la vejez de la única de sus hijas que aún vive. 

- El era bueno.

Lo dice con los ojos inundados de unas lágrimas que no terminan de salir. 

José Soriano, el bisabuelo que no conocí, es el hogar al que desea regresar mi abuela. 

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2 de abril. Día de la concienciación del autismo. La parafernalia vacía de este día toca la cotidianidad de aquellos que solo parecen ser reconocidos para colgarles una etiqueta, y para enseñarlos y enseñarlas a vivir desde una etiqueta. 

Una conciencia sin reconocimiento de lo humano, sin la aceptación ni la inclusión.

Una conciencia etiquetada para poner lazos, colores, hacer marketing, aprovecharse, hablar sobre lo que se ignora; para propugnar la atención de la exclusión con leyes innecesarias, con "atenciones especiales" y separadas del resto de los humanos. La atomización de la diferencia. La angelización de aquellos a quienes solo aceptamos como vehículo de nuestro ego. 

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Mi futuro libro tiene una bonita portada.

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Deseo siempre a todos que reciban más empatía y cuidados de lo que son (somos) capaces de ofrecer y dar.

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Está muy emocionado. Corré porque es un lugar para correr, para saltar. No mide la capacidad explosiva de su emoción. Se cae sobre su brazo. Llora. Se queja. Está bien, pero adolorido. Luchar contra el instinto de salvarlo, lo dejó allí, asustado. Lo observo. De a poco vuelve a tomar confianza en la diversión esperada. Salta, lanza la pelota, espera turnos. 

Aprende a conocer sus límites.