Tomé notas para escribir algo sobre la Feria Internacional del Libro. Las boté.
Solo quiero recordar que:
1. Vendí libros porque casualmente una de las organizadoras de un espacio coincidió conmigo en una lectura. Me invitó. Fui dos días. Regalé rosas a las personas que me compraron un poemario. Me reencontré con gente que apreció. Un hombre me habló de su historia de amor y del libro que busca y no encuentra en cada Feria del Libro. Tres chicas me dijeron que era la primera vez que le regalaban una flor. Lo conté en dos hilos de Twitter (X) y una transmisión en vivo que hice también en esa red social:
Aquí estamos. Si andan cerca, vengan. En el Museo de Arte Moderno. Estaré hasta las 9 de la noche. #FILSD2024 pic.twitter.com/LRZmknuUfD
— Argénida Romero (@ArgenidaRomero) November 11, 2024
Hoy son rosas amarillas. Museo de Arte Moderno. #FILSD2024 pic.twitter.com/BwJJDxJehp
— Argénida Romero (@ArgenidaRomero) November 15, 2024
2. Fui a la presentación del último poemario publicado de Frank Báez.
3. Compré dos poemarios de Louise Glück.
4. Vi un niño leer La Odisea.
5. Leí tres de mis poemas en un recital que bautizaron "Penetrar el éter". Todas éramos escritoras. No pude evitar el malestar de que un recital de solo mujeres, y dedicado a un escritor, tuviera ese nombre. No quise averiguar si el título correspondía a algún verso. Fuera del título del recital, la experiencia fue hermosa.
6. Sigue siendo un error meter decenas de puestos de ventas de libros, que es una mini representación de una librería (en Santo Domingo serían más que nada, editoriales) bajo un solo espacio. La gente camina de un extremo a otro a tropezones, sin poder ver con tranquilidad los libros, ni tocarlos, ni decidir cuál comprar con cierta tranquilidad. Es una experiencia horrible. Una experiencia antilectura. Quizás sería bueno pensar en las casetas, en incluir algunas fuera de esos pasillos bullosos y que aglomeran a decenas y decenas de personas. O pensar en hacer otros espacios techados alrededor de esos dos principales que han dejado permanentes en la Plaza de la Cultura. Algo que permita que que vender libros se parezca menos a entrar a un mercado techado, ver mesas y estantes en espacios pequeños, entre la bulla, el sudor y los empujones. Ojalá lo piensen un poco.
7. Había bonitos espacios de exposición. Los museos se llenan de gente. Los salones de los museos se usan para leer cuentos, montar obras, hacer recitales, dictar conferencias, presentar libros. Es un buen uso del espacio.
8. Por ahora, la FILSD parece ser el único eje de la política pública alrededor del libro. Antes y después de ella, todo parece ser islas dispersas que mantienen algunos espacios para escribir y editar y vender libros. Algunos dirán que es lo que se puede, y es lo que lo que este mercado dominicano de lectores puede sostener. No soy experta, pero supongo que probablemente es así, y también que podría ser mejor. El año pasado escribí un largo reportaje sobre ello. En ese reportaje escribí esto:
"Fuera de ese pequeño planeta, con satélites dispersos en supermercados y papelerías, y del medio centenar de casetas en el Paseo de la Lectura del Parque Enriquillo -con libros nuevos y usados- la cultura libresca es escasa. Ni siquiera la millonaria inversión a través de la FILSD, que sobrepasó los 100 millones entre el 2019 y el 2021, ha podido agrandar su espacio".
Pueden leer el reportaje aquí. Santo Domingo: de espalda al libro
9. Como todos los años, el Ministerio de Cultura dice mucho de la FILSD. Los miles, y hasta millones, de visitantes, los libros editados, las actividades. Y siempre dicen lo mismo (con variaciones mínimas en las expresiones): "Hemos superado las expectativas", "Se han roto paradigmas", "El libro fue el protagonista", "Se han roto records"...
10. Último. Siempre voy a la Feria del Libro. Espero que de alguna manera sobreviva lo suficiente para mejorar tanto como lo necesita.
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