Foto de el último viernes de la Feria del Libro, a eso de las 3:00 de la tarde. |
Hablar y escribir sobre la Feria Internacional del Libro Santo Domingo es andar un camino minado. Está el que no quiere que nada se le critique y sólo se hable "de lo bueno", también los que entienden que todo el evento es descartable y lo define de "feria de matatiempos y pizzas".
Me arriesgaré a las minas, situada en el medio de estos dos extremos.
Hemos tenido 21 ediciones hasta esta recién finalizada Feria Internacional del Libro. En ellas se ha conjugado una suerte de maravillas y pesadillas. Desde la presencia de escritores de renombre, incluyendo algunos Nobel de literatura, hasta la ocurrencia de tener a El Vaticano como país invitado o un pabellón de astrología.
A pesar de sus deficiencias, que me consta son dadas producto de una falta de organización interna que a veces se hace muy evidente y de ciertas visiones cortoplacistas, creo que es un espacio que hay que mantener, aunque hay no solo que repensarlo, sino también repensar el sentido y espacio social y económico del libro en República Dominicana.
Las distintas administraciones en el Ministerio de Cultura, entidad encargada de su organización, han dado distintos toques a la Feria Internacional del Libro, con sus aciertos y fallos. No obstante, entiendo que es esta última administración, encabezada por Pedro Vergés desde agosto de 2016, la que ha querido marca con demasiad iantensidad un cambio de aspecto de la Feria del Libro, y creo que en esta meta ha tenido pocos logros.
Las piedras... de levante
Imagen de la Feria del Libro, en su último sábado, antes del mediodía. |
Desde que se realizara en la instalaciones del antiguo Zoológico, actualmente Parque Iberoamérica y donde se encuentra el Conservatorio de Música, la Feria del Libro ha sido una actividad de masas, pero con un criterio desordenado que se traspasó al ser mudada en 2005, con la llegada de José Rafael Lantigua al Ministerio de Cultura, a la Plaza de la Cultura.
Todo tipo de vendedores en las aceras, varios puntos de compra de alimentos, un sin fin de expresiones artísticas, algunas muy ajenas al tema del libro como la artesanía, y hasta se llegó al colmo de colocar tarimas de canales de televisión que transmitían sus programas en vivo desde allí. Hubo años que el escándalo y el desorden eran tales que uno se quería ir corriendo del lugar.
Esta situación se aplacó un poco los años siguientes, pero fue con la llegada de Vergés en 2016 cuando hubo un cambio transcendental en este sentido, convirtiendo el espacio en un lugar menos bulloso, más amigable para caminar y observar los pabellones y los stands.
Punto importante en este año fue no ver esos pabellones exagerados, ostentosos, aunque el del Tribunal Constitucional se veía de lejos así (no entré). Igual los espacios dedicados a los niños y adolescentes eran muy buenos y con actividades varias y ricas. También el material estudiantil e infantil era abundante y a buenos precios.
Sin embargo, el tema de desmasificar el entorno de la Feria del Libro ha sido llevada al extremo de vaciarla de contenido. Está bien, muy bien, que no coloquen tarimas de canales de televisión con bailarinas y música a todo volumen, pero está mal, muy mal, que no exista teatro de calle ni expresiones artísticas fuera del Teatro Nacional como conciertos en horas nocturnas o la presencia de las estatuas vivientes (punto a favor fueron las presentaciones dentro del Teatro Nacional)
Y aquí vamos a los tropiezos...
Las piedras... de tropiezo
Especiales de libros en el stand de la aún Librería La Trinitaria. |
Sin obstáculos en las aceras externas a la Plaza de la Cultura, sin artesanía, sin molestosos parlantes y sin tarimas y "conchocientos" puestos de comida, entrar a la Plaza de la Cultura es una delicia. Pero te espanta la ausencia del Espacio Joven, un pabellón con una identidad marcada en la Feria y con un público que cada año lo buscaba. Esta año su contenido fue llevado a un auditorio de un museo... un espacio demasiado formal y acartonado para un público juvenil.
También hizo falta el Bar Café que era un sitio de relajación, de conversación con el café, para escuchar una presentación musical. A cambio, se utilizó el bar de Teatro Nacional, un espacio pequeño, que no podía tener el encanto del al aire libre. Peor, establecieron allí presentaciones de conversatorios y lecturas que se perdían entre la bulla del hielo picándose, las voces de pedido a los camareros y la charla de los que iban allí a tomarse un café o un trago. Luego observé, en una de mis pocas visitas, que extendieron desde la puerta de entrada del bar una lona auspiciada por una marca de café con varias sillas y mesas...que quedó horrible.
También tuve la sensación de ver menos editoriales que en otros años. Digo que sensación porque no pude caminar en toda la Feria. Alfaguara no estuvo. Stand de librerías como Mundo Libro estaban en lugares menos visibles y algunas fueron colocadas en sitios diferentes al de años anteriores, por lo que se pensaba que no estaban o la gente acostumbradas a visitarlas no podían localizarlas.
Además, la ausencia por segundo año del Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña, que se otorgaba desde el 2013, y de promoción de los escritores invitados (fui a una rueda de prensa en que llegaron dos escritores guatemaltecos y nadie se molestó en presentarlos a los periodistas allí presentes) quitaron ancla a la Feria del Libro.
Y lo peor: convertir la Feria en un marco referente para presentar "la marca país gastronómica". Fue el asunto más descabellado y divorciado de un evento como la Feria del Libro. ¿Chefs en un pabellón que vendía almuerzos a 500 pesos y cenas a 1,300 pesos? Algo que a mi juicio desvirtuó el sentido de la Feria.
¿Recomendaciones?
Dirán, quizás, que recomendar algo es una perdida de tiempo. En mi caso podría enlistar varios asuntos, pero supongo que lo importante no está precisamente en hacer una Feria del Libro, que repito creo que es un espacio que hay que preservar, sino en plantearse un tema más amplio: ¿Qué pasa con el libro en República Dominicana?
Y no hablo del objeto en sí, aunque no se puede obviar, sino en todo lo que rodea su producción y distribución, su arraigo en una sociedad como la nuestra, en una ciudad como Santo Domingo en la que las librerías son casi un "animal extinto" y la librería que tenía el Ministerio de Cultura fue cerrada hace meses sin mayores explicaciones.
¿Hay que plantearse una política del libro? ¿Es eso correcto o es un tema de mercado? ¿No hay librerías porque leemos poco o por otra razón? ¿Para qué celebrar una Feria Internacional del Libro cuando los espacios del libro escasean o desaparecen en República Dominicana? ¿Qué debemos hacer o plantearle a las autoridades u observar en el mercado de libro? ¿Es un síntoma de los tiempos, como dicen?
Me dijo un escritor que entrevisté en la Feria del Libro que recién finalizó que el texto impreso ha ganado la batalla sobre el digital o ebook, que la gente siempre va a preferir abrir un libro, de papel, tocarlo, leerlo. ¿Será? Y si es así, ¿qué podemos hacer para extender y mantener esa experiencia del libro entre nosotros?
¿Qué piensan ustedes?
"Pobre en contenido", como dices. ¿Y cuál es el contenido de una feria de libros?
ResponderEliminarPues eso. Y no hablamos de ejemplares, que conste. "Pobre en contenido", le duela a quien le duela.
:/
Y.
Este año, Yalo, fue el punto más bajo con el tema de los contenidos. No sé si te diste cuenta, pero vi en el programa mucha charla alrededor del feminismo, y sobre Lupo Hernández Rueda era la misma charla todos los días a la misma hora en el mismo pabellón, aunque hubo paneles en torno a su figura. De Aída Cartagena, que este año se cumple un centenario de su nacimiento, solo vi una charla...nada más. No sé, puedo estar equivocada, pero...
ResponderEliminarDe la feria no puedo decir mucho, porque nunca he ido. Me acuerda el tema un refrán, creo que mexicano, de que cada cual habla de la feria según le va en ella. Es importante que haya espacio para la lectura y acceso a los libros en la vida cultural de un país. De este lado del charco, estos eventos suelen ser organizados por instituciones educativas y culturales y no por gobiernos. Me gusta más ese modelo.
ResponderEliminarLo que me llamó la atención fue lo último que escribiste, aquello de que te comentaba un entrevistado que el libro de papel le ha ganado al libro electrónico. Me ha fascinado desde sus inicios este asunto de los libros electrónicos, porque lo he visto como una oportunidad para la diseminación de los textos y para mantener nuevas generaciones interesadas en la lectura. Pero no creo que se equivoca en términos generales el escritor con quien hablaste de este tema, porque lo vemos aquí en Estados Unidos.
Te digo de mi experiencia que en un principio mi libro se distribuía más por lectores digitales, pero que ahora cuando me llegan esos reportes de ventas la diferencia es como cinco a uno a favor del papel. Es como que se terminó la novedad de estos aparatos. Lo que me parece que está sucediendo es que los libros electrónicos se han vuelto un accesorio de los libros en papel, de manera que cuando uno compra un libro acá en Amazon (que domina a la industria) te ofrecen una versión digital muy barata para acompañar la versión en papel, y así puedes empezar a leer un libro en casa, seguir leyéndolo camino al trabajo en el tren, o en tu teléfono en alguna sala de espera, y regresar a ese mismo libro en papel cuando estás en casa. Muchos pensábamos que una tecnología reemplazaría a la otra, pero parecen tener una relación simbiótica.
Interesante ese punto de las ferias no hechas por el gobierno, ejemplos hay muchos, en donde el Estado no está fuera, pero no es el organizador. Sería una opción, pero en República Dominicana dudo que el Gobierno, populista por antonomasia, no soltara ese especia de autopromoción.
ResponderEliminarEstoy tratando de terminar de transcribir la entrevista de ese escritor, Mario Bellatín (leo ahora de él un segundo libro). Estoy de acuerdo contigo, al final, y mira que yo leo en mi móvil, el texto impreso no tiene que batallar por espacio.