Sigo avanzando cuentas a gotas con Rayuela, aunque en estos días ando muy dedicada a esta novela...en detrimento de mis clases de máster y de mis entrevistas retrasadas para este blog...pero ni modo, alguien tiene que perder. Y bueno, en este avance me han atrapado los últimos capítulos del libro (que no lo estoy leyendo con el "truecano" sugerido).
Aquí comparto uno que me gustó mucho, muchísimo. Me ha hecho pensar y me gustan las lecturas que me ponen a pensar, y que me cuestionan, o abruman, o me dan vueltas en la cabeza por varios días. Y lo comparto con mis anotaciones de vueltas en la cabeza, en negritas y entre paréntesis.
Y de paso apunto algo: creo que aquel que solo refiere el capítulo 7 de Rayuela como única referencia cuando se habla de esta novela, es porque no la leído completa.
"Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser una invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de las turas (Aquí me reí un montón, pensé en ese afán de encasillar, que es necesario, pero que a veces se nos vuelve ridículo). En uno de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era paz (¿La paz de la costumbre, de lo conocido, de lo que está pero ya no importa?). El tipo murió de un síncope y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo guardaba, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso (Cuando llegué aquí me detuve y pensé en esas particularidades que nos hacen el día, la vida, cotidianidades, que nadie más entiende). Morelli pensaba que el tornillo debía ser otra cosa, un dios o algo así. Solución demasiado fácil. Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo. Picasso toma un auto de juguete y lo convierte en el mentón de un cinocéfalo. A lo mejor el napolitano era un idiota pero también pude ser un inventor de un mundo. Del tornillo a un ojo, de un ojo a una estrella...¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre? (¿Y por qué no? Pero sin duda mi pregunta queda idiota a leer lo que sigue). Se puede elegir la tura, la invención, es decir, el tornillo o el auto de juguete. Así es como París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde el fuego inventado, una incadescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el Gran Tornillo (Y pienso en Santo Domingo), la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del Sena (Y pienso en el Ozama), máquina de torturas como puntillas, agonía de una jaula atestada de golondrinas enfurecidas (Y pienso en esos edificios multifamiliares de Santo Domingo). Ardemos en nuestra propia obra, fabuloso horno mortal, alto desafío del fénix. Nadie nos curará el fuego sordo (Y pienso en el mar Caribe, pero dándole la espalda), del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette (Y por la calle La Altagracia, en Los Mina)". Rayela, Julio Cortázar. Páginas 503 y 504.
Argénida, leyendo tus pensamientos pienso que tengo volver a Rayuela en su momento, pero en español (porque ya mencioné que cuando le leí fue en inglés), y ver si esta vez le cojo mejor la vuelta, o aprieto mejor el tornillo. Viendo este fragmento pienso en el surrealismo, en algo muy subconsciente en estos párrafos largos y de monólogos, todo ese largo monólogo de esta novela, o antinovela. A veces hay que romper algo para entenderlo y volver a apreciarlo, y las formas literarias no están exentas para ese tipo de juego. Y creo que lo mejor que dices de esta lectura es que has abandonado otras cosas para completarla, señal de que la narración te absorbe con todas sus peculiaridades.
ResponderEliminarHola, Víctor. De verdad que la novela-antinovela de Cortázar tiene sus trucos atrapantes, en especial cuando dejas atrás los largos diálogos del Club de la Serpiente, al menos en mi caso.
ResponderEliminarUn capítulo en particular, el 73, de donde saco este fragmento, me dejó alucinada, pensativa. Enriquecida. Lo mejor es que hoy, domingo, mientras iba en el metro camino al trabajo terminé de leer a Rayuela. Voy a la página en que se detalle el truecano de capítulos para leerla de manera no secuencial y descubro que el capítulo 73 es el primero de ese trucano.
Creo que tengo afilado el sentido lector de alguna manera.
No me imagino esta novela traducida al inglés jejjeje
Hace unos 7 años que la leí y leer este pasaje de inmediato se me despertó el recuerdo. También me fascinó el pasaje.
ResponderEliminarCuando estaba en la universidad solía hablarle mucho a un muchacho que limpiaba las mesas de la cafetería. La universidad designaba personas con problemas de aprendizaje a hacer esas tareas de limpieza. Una vez mientras conversábamos el sacó una chambra de su bolsillo. Era una chambra dorada con un lacito rojo atado a uno de los extremos. Esto es una vela me dijo, mientras sujetaba "La vela" por el lacito. "La parte dorada es la vela, y la parte roja es el fuego" agregó. Eso me pareció fascinante. Yo le pregunté que porqué pensaba que eso era una vela y él me contó que su psicólogo se la dio después que causó un fuego en su apartamento. El muchacho era pirómano y esa chambrita que le dieron le calmaba los deseos.
Coartázar es uno de mis escritores favoritos, y Rayuela fue la novela que me introdujo a su mundo. Con Rayuela sucede esto: No es un libro para leer de manera linear, así como uno consume los libros de otros autores. Es un libro diseñado para jugar, para tomar y dejar, para volver cuando se tiene las ganas, para abandonar. Es un reto y para enfrentar ese reto hay que estar dispuesto a adaptarse a sus reglas las cuales son inexistentes.
Verte compartir este pasaje también me dan ganas de retomarlo.
Un saludo inmenso a los dos!
Baakinit, que bueno leerte en mi blog.
ResponderEliminarUn fuego que no era fuego, pero era fuego. Bonita y sugerente anécdota, Engels. La vida, al real, tiene lo fantástico que solemos creer que no existe.
Rayuela la leí de manera lineal, y aun así la disfrute. Pienso retomarla, pero a final del otro año, quizás, para leerla del modo del juego. Claro, eso diálogos del Club de la Serpiente en París me mataron del aburrimiento.
Abrazos.
A que obra de picasso hace referencia el autor?
ResponderEliminarNo tengo idea, Ali.
ResponderEliminarHola, encontré tu blog por que me puse a buscar "Morelli y el tornillo", me encanto la anécdota del Napolitano y sobre todo reí bastante al imaginarme la escena de como la gente pasaba y miraba a hurtadillas el tornillo hasta que terminaron por aceptarlo, creo que es un muy buen espejo que refleja la normalización social. No se al respecto se me viene a la mente que el poder mas eficiente es el que no se ve y triunfa cuando normaliza su propósito. Por otro lado me hace pensar en Nietzsche quien afirma "lo bueno" y "lo malo" es en función de la interpretación y la necesidad de quien le adjudica significado a algo. ¡Saludos!
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