Por Argénida Romero
Santo Domingo. De todos los poetas de la noche inaugural del recién pasado III Festival Internacional de Poesía de Santo Domingo fue el único que me dejó un verso grabado en la memoria. Anthony Phelps (Haití, 1928) parecía tomar cada palabra de sus poemas recordando la profundidad del mar, ese hueco líquido lleno de vida y de muerte.
El verso inolvidable me acompañó hasta el día siguiente a la inauguración, jueves 20 de octubre, cuando me encontré con él en la Librería Cuesta, y fue mi carta de presentación para iniciar con Phelps una conversación accidentada entre un francés que no manejo y un español que para él no era la mejor opción para explicar lo que significa el verso que le di como bienvenida.
“…mi país tiene un coagulo de sangre en la garganta”. Le digo en español luego de buscar la frase en mi libreta. Su sobrina, nuestro puente, traduce al francés el verso y las atropelladas oraciones que logro hilvanar. “Tiempo de señoritas”, así se llama el poema del verso inolvidable. Recuerdo que la noche de la inauguración del festival explicó que así nombran los haitianos la llovizna.
Phelps sonrió y de nuevo sentí la evocación del mar. Entonces, directo y claro en sus respuestas, me habló de su país y el dolor de la tierra que le acompaña desde que tuvo que salir exiliado durante la dictadura de François Duvalier (Papa Doc), luego de permanecer encarcelado varios meses, y de la poesía que parte de ese dolor; y de lo que ella es y no es.
¿Qué significa Haití en su poesía?
Es uno de mis temas. Es como el amor.
¿En qué situación tuvo que salir exiliado de Haití?
Porque en esa época Haití tenía un coagulo de sangre en la garganta.
¿En qué momento decide asumir la poesía como un camino de ser, de existir?
Esa decisión llega sola. No es algo que tú decides. No es algo brutal, pensado, reflexionado. Está ahí. Un día uno se despierta y se encuentra que es poeta.
La situación que vive actualmente Haití, ¿cómo la ve, cómo la siente, cómo la puede describir?
Ahora es otro tipo de dolor. Cuando dejé Haití fue por la dictadura de Duvalier. El país era normal, como todo país pequeño y Duvalier lo dañó todo, lo desbarató todo. Pero ahora es la naturaleza la que ha desbastado el país. Hace dos días regresé a Haití por primera vez después del terremoto. No reconocí el barrio de mi infancia, las calles tienen escombros, las casas ha desaparecido, las iglesias, todo. Y hay grandes personalidades, como el señor (Bill) Clinton, que se hacen de dinero gracias a las donaciones y no han hecho nada. Recibieron 180 millones de dólares, hicieron un comité, también con el otro asesino,(George) Bush, hay que llamar el gato por su nombre. Bush fue declarado como tal por el tribunal de la Haya.
-Detiene sus palabras. Ríe y me dice “no estamos hablando de la poesía”. Entonces, le hago la próxima pregunta.
Dicen que la poesía sirve para canalizar, crear mundos, tal vez. En ese dolor nuevo que refiere y que no es exclusivo de Haití ¿qué papel tiene la poesía?
La poesía no cambia la vida de los hombres.
¿Qué hace la poesía entonces?
Nada. (Me contesta en perfecto español). La poesía no hace nada. Son los hombres que hacen.
Si no hace nada, ¿entonces por qué y para qué existe? ¿Para que la creamos?
La gran belleza de la poesía es, justamente, que no tiene absolutamente ninguna razón de ser.
-“No me esperaba esa respuesta”, le digo. El sonríe y luego con la sabiduría de quien ha pensado mucho sobre el asunto me dice...
La pintura se compra, se guarda y se colecciona y se vende, mientras que escribir no. Y la poesía es el único arte creado por el hombre. Todas las demás artes, la música, la pintura, vienen de la naturaleza. La poesía no. Es una creación del hombre
Poema
Les petits sommes
traversés de reprises de moteur
le petits sommes en nonchalance
déshabillés de nos soucis nous offrent un tour de vie.
Nous ouvrent des avenues:
une gourde de montagnes
avec au fond
rond-point d'oderurs sans nostalgie
oú je fais mon bruit frisé sous le pas des vivants
hommes et femmes cassés en inquiétude.
Las pequeñas sumas
heridas por arranques de motor
las pequeñas sumas indolentes
desnudas de nuestra preocupaciones nos ofrecen un cambio de vida.
Nos abren avenidas:
una cantimplora de montañas
y al fondo
una glorieta de aromas sin nostalgia
donde lanzo mis rumores rizados bajo el paso de los vivos
hombres y mujeres rotos en su inquietud.
*Del poemario Mujer América. Traducción de Gabriel Martín.