A un caminante amigo
A veces los pasos se nos marchitan. Cansados de los límites, de las preguntas, de los acertijos…se nos acorta la vista y el lienzo de nuestros horizontes se diluye entre las horas que martillan el camino.
Tocamos la noche sin estrellas y se nos muere la poesía, lentamente, mientras cerramos el alma. Nos detenemos, nos entretenemos en las vitrinas, en las cosas que no son y nos llenamos de vaciedad.
Pero hay algo que nos sobrevive, que continua a pesar nuestro. Y cuando lo encontramos, volvemos a tomar los pinceles para pintar el horizonte, colocamos las estrellas en la noche y encontramos nuestros versos…y los del otros.
Entonces emprendemos nuevamente el camino, ya no con los pies, sino con las alas que nos nacen en el corazón.
A veces los pasos se nos marchitan. Cansados de los límites, de las preguntas, de los acertijos…se nos acorta la vista y el lienzo de nuestros horizontes se diluye entre las horas que martillan el camino.
Tocamos la noche sin estrellas y se nos muere la poesía, lentamente, mientras cerramos el alma. Nos detenemos, nos entretenemos en las vitrinas, en las cosas que no son y nos llenamos de vaciedad.
Pero hay algo que nos sobrevive, que continua a pesar nuestro. Y cuando lo encontramos, volvemos a tomar los pinceles para pintar el horizonte, colocamos las estrellas en la noche y encontramos nuestros versos…y los del otros.
Entonces emprendemos nuevamente el camino, ya no con los pies, sino con las alas que nos nacen en el corazón.