La muerte es siempre una gran interrogante para nosotros. Un episodio difícil de asumir y entender, pero que está. Como dice una canción de Jorge Drexler: "Morir es también ley de vida".
La semana pasada un amigo tuvo que enfrentar este episodio. Perdió a su madre. Hoy cedo mi espacio para dar cabida a la voz de mi amigo, una voz que habla de vida, de la vida que su madre significa y significará. A ti, amigo, gracias por dejar este pedacito de vida.
Abrazos eternos, José Armando.
El televisor encendido
A la memoria de mi madre, Daniela Peña García
Cada noche llegaba cansado, ¡exhausto! Cargando el sopor del día, las penas de otros. Con paso lento me colaba entre tus sueños y mi habitación para no despertarte, para que tus penas durmieran un poco más, pero sentías mis hurtadillas y sólo gemías para que supiera que ya sabías que estaba en casa.
Cada noche, sentía tus pasos cansados por la casa, supervisando mis sueños, mientras la vida te pedía parar. ¡Mi vieja! ¡Mi madre!¿Cuántas noches en vela pasaste esperándome llegar de la universidad? ¿Cuántos sueños perdiste por mis malestares de niño? Pero, no sólo una vez te hice parir, no fue sólo llanto. También reíste conmigo, ¡cómo te veías orgullosa en mi graduación de la UASD!
No recuerdo si veías noticias, película o documental, pero buscabas la forma para entrar sigilosa a mi habitación y apagar el televisor. Nunca lo sentí, nunca te vi, ¿cómo lo hacías? Ahora que no estás me cuesta cerrar los ojos ante el televisor, porque quiero verte aunque sea una vez hacerlo. Ayer lo dejé encendido, a propósito, me hice el dormido para verte entrar y tomar el control y salir arrastrando los años. Pero no pasó, ahora lo dejo encendido todas las noches para verte llegar, no duermo.
Cuando te dije te quiero no me escuchaste. Dos muros de concreto cerraban tus oídos, mientras tu mirada de se perdía a los lejos, en el cielo. Al lado de gente que no te conoce, de muchos extraños que esperan lo mismo que tú, pero tienes la ventaja de que Dios está contigo. Me culpo por tu muerte, por no actuar a tiempo, por no tomar decisiones acertadas, por dormir cuando tú morías, por no vigilar tu sueños, por no escucharte, no sé cuál fue tu última palabra. Espero que haya sido "la bendición mis hijos".
No quiero pasar por esto de nuevo. Aún tengo padre, hermana, hermanos, amigos, amigas y pronto tendré una esposa e hijos e hijas. ¡Dios! No me permitas volver a ver la muerte en el rostro de un ser querido. No será fácil olvidar que mi madre se moría en mis brazos y no pude hacer nada para evitarlo, cuando ella me dio vida a riesgo de la suya, cada día despierto con el miedo de verla en el suelo otra vez, me culpo por su muerte, que Dios me perdone por lo que he pensado.
José Armando Polanco.